En Davos el establishment global conoció de la peor manera al Presidente, y su salto a la Casa Rosada plantea un interrogante: ¿puede sostenerse un modelo que desconoce hasta los límites que el mercado le pone a su propia angurria?

Las nuevas generaciones no tienen presente la novela Desde el jardín, de Jerzy Kosinski, y su magistral correlato cinematográfico protagonizado por Peter Sellers. Fueron dos obras que en su momento operaron como metáfora que exponía con total desparpajo los intersticios a través de los cuales el establishment puede ser penetrado por un discurso descabellado pero que encierra cierta lógica.

La idea de un poder desguarnecido frente a un aparente lenguaje simbólico que lo obliga a decodificar cada presunto indicio de inteligencia críptica no fue más allá –naturalmente– de la categoría del deseo. La ingenua fantasía de que un individuo dotado tan sólo de un sentido común básico y un extraño discurso naturalista pueda poner en jaque al poder establecido quedó en eso, como no podía ser de otra manera.

En la presente coyuntura política argentina, la figura de Javier Milei puede tentar a cualquiera a encontrar semejanzas con Mr Chance Gardiner, el insólito protagonista de la novela y el filme, un hombre peculiar cuya vida se reduce a cuidar el jardín de la mansión de un hombre adinerado y a ver la televisión el resto del día.

Un hecho inesperado sacude esa rutina en la novela: el dueño de la casa muere, Gardiner es despedido, y es evidente que él no está preparado para hacer frente al mundo exterior. Pero conoce a Eve, una mujer bondadosa que le da cobijo en su casa.

Poco a poco, este sujeto –que se confiesa analfabeto pero exhibe una cortesía inusual– comienza a convencer a distintas personalidades, sin siquiera proponérselo, de que es un pensador, un sabio que con sus metáforas e imágenes puede explicar y decodificar incluso la alta política.

Frases como “en todo jardín hay una época de crecimiento; existen la primavera y el verano, pero también el otoño y el invierno, a los que suceden nuevamente la primavera y el verano”, suenan a crípticas sentencias acerca de cómo funciona el mundo ante los oídos de hombres poderosos. Cuando agrega: “Mientras no se hayan seccionado las raíces, todo está bien y seguirá estando bien”, concita aún más la atención de sus interlocutores.

Lo consultan desde dirigentes y políticos norteamericanos hasta el embajador soviético en Washington. El tipo les dice: “Lo único importante es seguir su propio ritmo, como las plantas en su crecimiento”. Y remata: “No hay flor sin tallo, ni tallo sin riego, ni riego sin tierra”.

Foto: Jorge Contrera | El Eslabón/Redacción Rosario

El desconcierto deja paso a las conjeturas más conspiranoicas. Gardiner destila ingenuidad, pero quienes lo consultan ven en él un tipo extraño que esconde una sabiduría cuyo origen desconocen, aunque especulan con que pueda ayudarlos. También sospechan que se trata de un espía que quiere desconcertar a todos para llevar adelante alguna oculta misión.

La tentación de parangonar a Milei con Mr Gardiner se desvanece apenas uno separa la paja del trigo y comprende que mientras el primero destila violencia verbal y expresa intenciones destructivas, el segundo apenas pone en juego, en palabras elementales, lo poco que ha visto en un jardín y en la pantalla de un televisor, y lo hace con delicadeza y modales de hombre bueno.

Milei es un personaje extravagante, e incluso puede parecer ingenuo, pero no lo es, y está demostrando que puede generar daños irreparables.

Davos: “Colectivismo bueno, pero con la ajena”

Milei llegó el martes pasado a Davos, Suiza, donde se lleva adelante el Foro Económico Mundial, que reúne a los principales líderes de las corporaciones y multinacionales más grandes del sistema.

Su discurso –así dijeron los medios concentrados– era muy esperado, dado el perfil excéntrico del actual mandatario, su plexo ideológico ultra liberal y su meteórica llegada al gobierno, prácticamente desde la nada y sin estructura partidaria.

El miércoles, el discípulo de la Escuela Austríaca arrancó describiendo la coyuntura económica mundial y desde la génesis de su discurso no trepidó en lanzar invectivas al propio sistema occidental. En una primera parrafada disparó que “Occidente está en peligro… porque aquellos, que supuestamente deben defender los valores de occidente, se encuentran cooptados por una visión del mundo que –inexorablemente– conduce al socialismo, en consecuencia a la pobreza”.

De tal modo, y a la derecha de Jair Bolsonaro, el autodenominado anarcocapitalista les enrostró a los empresarios, banqueros, CEOs e inversores presentes que esa “visión”, la de ellos, en tal caso la de los líderes políticos y económicos, los estaba llevando de las narices camino al socialismo.

Cabría preguntarse si los presentes entendieron acabadamente al libertario cuando revoleó: “Dicen que (el capitalismo) es malo porque es individualista; y el colectivismo, bueno porque es altruista –con la ajena– y bregan por la justicia social”. ¿Qué habrán pensado los angloparlantes cuando escucharon “with other people’s money”, si es que esa traducción pudiera ser fiel a la expresión “con la ajena”? ¿El traductor alemán habrá sugerido “mit dem Geld anderer Leute”? ¿En francés sería “avec l’argent des autres”? Seguramente no, porque esas traducciones literales no toman en cuenta el sentido bizarro que los patanes libertarios usan cuando postean “con la tuya” o “con la ajena” en las redes sociales.

Más preocupados se vio a los presentes cuando Milei cargó sin reparo alguno contra la Agenda 2030: “Otro de los conflictos que los socialistas plantean es el del hombre contra la naturaleza. Sostienen que los seres humanos dañamos el planeta y que debe ser protegido a toda costa, incluso llegando a abogar por mecanismos de control poblacional o en la agenda sangrienta del aborto”.

Sin ponerse colorado, agregó: “Lamentablemente, estas ideas nocivas (se) han impregnado fuertemente en nuestra sociedad. Los neomarxistas han sabido cooptar el sentido común de Occidente. Lograron esto gracias a la apropiación de los medios de comunicación, de la cultura, de las universidades, y sí, también de los organismos internacionales”.

Foto: Jorge Contrera | El Eslabón/Redacción Rosario

Si bien el jefe de un Estado que aborrece reconoció que “a muchos les puede sonar ridículo plantear que occidente se ha volcado al socialismo”, aclaró que “sólo es ridículo en la medida que uno se restringe a la definición económica tradicional del socialismo, que establece que es un sistema económico donde el Estado es el dueño de los medios de producción”.

Pero en modo alguno le pareció ridículo señalar que la Argentina en 1895 fue “la primera potencia mundial”, ante la mirada atónita de los espectadores, que si bien no son muy amigos del rigor histórico, tienen muy presente que en esos años el Imperio Británico desplegaba su poder a sangre y fuego en cada rincón del planeta, y que desde el sur de América podían salir medias reses y cueros en los barcos de la Rubia Albión pero de primera potencia nada. 

La platea de Davos no tiene en sus planes cambiar algo para achicar la brecha que separa a los más ricos de los más pobres, sean estos países o seres humanos, pero en modo alguno se atreven a negar en público la existencia de esas asimetrías. En principio porque son tan obscenas que sería exponerse al más delirante de los absurdos, pero además porque los propios organismos que representan al modelo global han medido los efectos de la acumulación sin techo y sistematizado en informes muy precisos incluso las causas.

Pero además, a los popes del capitalismo financiero, herederos de aquellos imperios que crecieron a la sombra de la producción de bienes y servicios, les costó más de dos siglos convencer a miles de millones de personas de las bondades de pagar impuestos que ellos eluden o evaden en proporciones importantes, para que un improvisado que publica en las redes sus pies de duende les venga a arruinar ese relato diciendo: “El Estado se financia a través de impuestos y los impuestos se cobran de manera coactiva”. Y encima añadir una estocada propia de un marginal: “¿Acaso alguno de nosotros puede decir que pagan los impuestos de manera voluntaria? Lo cual significa que el Estado se financia, a través de la coacción y a mayor carga impositiva mayor es la coacción, menor es la libertad”.

Decirle eso a financistas, CEOs y líderes de corporaciones que en los EEUU, la Unión Europea y el sudeste asiático –por nombrar tres de las patas que sostienen al capitalismo global– han decidido adoptar como credo irreductible el sostén de sus políticas en estados fuertes financiados por la presión tributaria desconcertó aún a quienes desearían abolir tanto a los estados como a cualquier ley que los obligue a meter la mano en el bolsillo.

El Foro de Davos no es protagonizado precisamente por carmelitas descalzas, benefactores o amantes del colectivismo “populista”. Pero su arenga, tan descarnada como anacrónica, provocó en la mayoría de los presentes la sensación de que se estaba en presencia de un fundamentalista o, mejor aún, de un extremista que pone en peligro el relato que da carnadura a un “capitalismo humano”.

Queda la impresión de que el martes 17 de enero de 2024, en Davos, Suiza, comenzó la cuenta regresiva para Milei y su gobierno por parte del establishment mundial, porque quedó al desnudo que sus propuestas desconocen hasta los límites que el propio mercado se ha puesto a sí mismo, aunque sea en términos formales, para que el mundo no se rija por la ley de la selva.

Lo que Milei no dijo

Hace un año, el informe de Oxfam Intermón, la organización no gubernamental de cooperación para el desarrollo española, afiliada a la confederación Oxfam, formada por 19 organizaciones no gubernamentales, que realizan labores humanitarias en 90 países, reveló un dato que no es novedoso pero se mantiene inalterable: “El 1 por ciento más rico ha acaparado casi dos terceras partes de la nueva riqueza (valorada en 42 billones de dólares), generada a nivel global entre diciembre de 2019 y diciembre de 2021, casi el doble que el 99 por ciento restante de la humanidad”.

Independientemente de los intereses que pudiera representar Oxfam, organismo fundado en Gran Bretaña en 1942, y cuya sigla traducida al castellano significa “Comité de Oxford de Ayuda contra el Hambre” (Oxford Committee for Famine Relief), lo interesante es que no se trata de una ONG que opera por fuera del capitalismo mundial, sino todo lo contrario, por lo que difícilmente exponga esas cifras para instaurar el socialismo o algún tipo de “populismo”.

Asimismo, en octubre de 2021, en Washington, donde tiene su sede, el Banco Mundial dio a conocer el informe denominado “La riqueza cambiante de las naciones”. El organismo multilateral publicó en su web un artículo en el que anunciaba la aparición de ese documento, y lo tituló así: “La riqueza mundial ha aumentado, pero a expensas de la prosperidad futura”.

El informe se elaboró con base en “un seguimiento de la riqueza de 146 países entre 1995 y 2018 midiendo el valor económico del capital natural renovable (como los bosques, las tierras cultivables y los recursos marinos), el capital humano no renovable (como los minerales y los combustibles fósiles), el capital humano (los ingresos a lo largo de la vida de una persona), el capital producido (como los edificios y la infraestructura) y los activos extranjeros netos”. Incluso el documento también incluyó –por primera vez– el “capital natural azul, representado por los manglares y los recursos pesqueros marinos”.

Entre las conclusiones a que se arribó en el informe, se deja en claro lo siguiente: “Se recomienda invertir activamente en bienes públicos, como la educación, la salud y la naturaleza, para evitar el agotamiento no sostenible, y gestionar futuros riesgos. Esas recomendaciones también incluyen medidas normativas y de precios que ayuden a reflejar el valor social de los activos y a dirigir la inversión privada de modo de conseguir mejores resultados para todos. Esto puede incluir, por ejemplo, acciones como reorientar los subsidios a la pesca y tomar medidas para fijar el precio del carbono y promover los activos de energía renovable.

Tal vez ese paradigma sea la clave que explica la tibieza de los pocos aplausos que cosechó el discurso de Milei ante una platea atiborrada de personalidades que llegaron allí con muchas expectativas de escucharlo, pero que poco a poco se fue despoblando, a medida que la alocución avanzaba.

Bajo la volanta “Desigualdad económica”, el diario El País, de España, el 20 de septiembre de 2022 titulaba “Los más ricos del planeta acumularon el 45,6 por ciento de la riqueza en 2021, más que antes de la pandemia”.

Más recientemente, el 16 de enero de 2023, el Credit Suisse estableció que “el 1 por ciento más rico acaparó 26 billones de dólares (el 63 por ciento de esta nueva riqueza), mientras que tan sólo 16 billones de dólares (el 37) fue a parar al 99 restante de la población mundial”.

Nada de esta monstruosa concentración de la riqueza en poquísimas manos tuvo lugar en el discurso de Milei en su paso por Davos, pero en la más cercana Argentina del mega DNU y el abominable proyecto de Ley Ómnibus, mucho de lo dicho está reñido con los hechos.

Foto: Télam

En los primeros días de enero, la dupla Milei-Caputo creó un pagaré al que denominó Letra Intransferible del Tesoro (LIT). ¿Para qué? Para poder arrancarle al Banco Central (al que el primero iba a dinamitar) los 3.200 millones de dólares que compró en las primeras semanas de la gestión, y poder cancelar la cuota que vencía con el FMI y otras deudas con acreedores privados.

¿Cuál fue la excusa que usó el binomio Milei-Caputo para arrebatar esas reservas del Banco Central? “Garantizar el funcionamiento del Estado nacional”. Así puede leerse en el decreto de necesidad y urgencia (DNU) 23/2024 publicado en el Boletín Oficial.

Cuando Cristina Fernández de Kirchner osó hacer lo mismo, Martín Redrado, titular del Banco Central de aquella época, se declaró en rebeldía y fue necesario sacarlo a patadas de su escritorio.

Pero así como el establishment del capitalismo global parece haber tomado nota de los riesgos que encierran los postulados extremistas del libertario, en los pasillos de Tribunales siguen sucediéndose fallos o medidas que van en contra de los deseos de desarticular todos los derechos laborales y económicos de las grandes mayorías.

Y en el Congreso, el tratamiento del proyecto de Ley Ómnibus encuentra día a día trabas que en muchos casos se deben a errores no forzados por la “oposición dialoguista”. Hasta los bloques creados para “negociar”, como el que encabeza el hábil Migue Pichetto, o las diferentes vertientes del radicalismo, al cierre de esta edición se han mostrado impotentes ante la improvisación de un oficialismo que ni siquiera tiene los reflejos de supervivencia para coordinar discurso y accionar políticos.

El diputado nacional Leandro Santoro ensayó una síntesis de lo que enfrenta la oposición abroquelada en el bloque Unión por la Patria: “Nadie sabe quién escribió la ley; hay funcionarios del ejecutivo que se enteran de cosas cuando nos escuchan a nosotros en las comisiones”.

El ex candidato a jefe de gobierno porteño agregó: “(el ministro de Justicia Mariano) Cúneo Libarona desarrolló toda una teoría de porqué estaba mal lo que decía la ley. Algo parecido pasó con Francos cuando vino a hablar de la reforma laboral. Lo mismo pasó con un sector de la parte de la ley que agarra la parte ambiental, donde algunos decían que es un delirio lo que están proponiendo con la ley de pesca. Pasó lo mismo con la discusión que se dio alrededor de la modificación del Código Penal cuando hablábamos de la posibilidad de tener que pedir autorización para que se junten tres tipos en una esquina”.

Como no todo el mundo leyó Desde el jardín, vale la pena recomendar esa novela o ver la película. No tanto para encontrar similitudes entre Gardiner y Milei, sino para observar que parte de la clase dirigente de esta Argentina, gobernada por un sujeto desquiciado, se atrapa a sí misma –como en esa ficción– en sus propios intríngulis, discutiendo delirios, defendiendo lo indefendible y, lo más grave, socavando tal vez para siempre la posibilidad de consolidar un futuro para todos en un marco de integración nacional.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 20/01/24

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