“Con esto los docentes no sólo no tendrán aumento: van a cobrar menos”, se insistió desde la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (Ctera), al ratificar el último jueves la convocatoria a un paro nacional para este lunes 26 de febrero, fecha fijada como inicio del ciclo lectivo en varias provincias argentinas, incluida Santa Fe. Lo “inédito” de tal situación forma parte de medidas de ajuste también “sin precedentes” que aplica el gobierno nacional y que incluyen el corte del envío de fondos destinados a la Educación a los gobiernos provinciales. Fondos que de “subsidios” no tienen nada: su remisión a las provincias es una –y otra más– obligación legal que el gobierno de Javier Milei dejó de acatar repentinamente. Fondos que no sólo suman al ingreso salarial docente, también aportan a que cuenten con infraestructura y herramientas que inciden en la calidad de su labor pedagógica y además a los comedores escolares, a la alimentación de alumnas y alumnos entre los que abundan los que padecen carencias nutricionales muy serias.
Los fundamentos de cada medida de fuerza de la Ctera suelen ser claros y precisos en términos coyunturales, puntuales; y se presentan siempre enmarcados en la defensa de la educación como un derecho humano que el Estado debe garantizar, reivindicación que en estos días adquiere una relevancia tal vez igual de inédita que los retrocesos generados por las medidas del gobierno de Javier Milei.
El acceso a la educación como derecho a garantizar a todas y todos es una premisa que choca de frente con las del actual Presidente, que dice y se desdice un montón, pero abreva en un corpus ideológico que se repasa en la nota escrita por Pablo Bilsky para esta edición.
La percepción del prójimo como un impedimento, un riesgo, un escollo a eliminar para lograr la salvación individual, se difunde como paradigma irrefutable y novedoso pese a su inviabilidad como actitud a seguir cotidianamente y a su diabólica antigüedad.
El odio existe, claro, y hay quienes lo reivindican como modo, como escuela de vida. Pero no se aprende en la escuela.
Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 24/02/24
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