En medio de una hecatombe social, Malena Galmarini lanzó una piedra en aguas peronistas demasiado serenas. El no registro de cierta dirigencia del daño causado por Milei es un síntoma del deterioro de la democracia formal.
Ya se cumplieron 40 años del retorno a la democracia y se están por cumplir 50 desde la desaparición física del último dirigente argentino con visión estratégica, el general Juan Perón. Ambas efemérides podrían ayudar a desentrañar algunos aspectos poco claros en torno de las razones que llevaron a que una mayoría deposite su esperanza en un personaje como Javier Milei al punto de darle acceso a la Presidencia de la Nación.
El jefe de un Estado que odia –y al que califica cada vez que puede de “organización criminal”– también apela a una muletilla con la que parte aguas: están los “orcos” y “la gente de bien”. Los primeros se aferrarían a “privilegios” y los segundos quieren, según él, darle una oportunidad al “cambio”, que por supuesto viene de la mano de “La Libertad”. Todo ello cerrado con un “Carajo” expropiado al peronismo, que le deba énfasis a su propio grito de guerra: “Viva Perón”.
Desde la época de los sacos con hombreras a mediados de los ‘80 hasta la actual adicción por las encuestas, el peronismo parece seguir los hechos desde atrás más que producirlos, con la excepción del período 2003-2015.
Si eso se suma a la falta de registro de la dirigencia de otros partidos respecto del desquicio económico y social que está llevando adelante Javier Milei, no es difícil inferir que es el propio sistema político el que pone en riesgo a la Argentina en su conjunto.
Malena cantó su tango
Desde marzo, cuando Malena Galmarini señaló cierto hartazgo de “la gente” con la dirigencia política, hacia adentro del peronismo se instaló un debate interesante, que quizás no se extendió lo suficiente como para que la militancia o los peronistas de a pie lo tomen como propio.
Es impensable que Malena Galmarini no haya ponderado el alcance de sus palabras adentro y afuera del peronismo. Es un cuadro inteligente, más evaluada por su intrepidez que por su talento, y con la carga que toda mujer lleva sobre sus hombros en la política argentina. Además, es la esposa de un dirigente del peso de Sergio Massa, todo lo cual desmiente cualquier ingenuidad a la hora de expresarse.
“Creo que la gente se hinchó las pelotas de nosotros… De una especie de degradación de la política y de las políticas públicas de las últimas dos, tres décadas”.
De esa frase el mayor de los ecos fue el que tiene como protagonista al espacio que va camino a cumplir 80 años como movimiento político de masas. Pero Malena no habló sólo del peronismo, está claro. Y para las almas de cristal, tan susceptibles ellas, tampoco se refirió al kirchnerismo, al extender la frontera temporal más allá de las dos décadas.
En síntesis, usando menos de 30 palabras, redondeó una idea revulsiva que en otras circunstancias hubiese provocado la reacción de no menos de una docena de voces dentro y fuera del peronismo. Y eso no ocurrió, acaso porque la coyuntura ha dejado sin impulso a la gran mayoría de la dirigencia, que prefirió optar por el silencio o se sintió obligada a hacerlo.
En algo tiene razón la letra del tango que entonó Malena. En 40 años, el peronismo primero pretendió ser un alumno aplicado en cuanto a las formas de la democracia burguesa, desentendiéndose del rol disruptivo que lo caracterizó desde sus orígenes.
La Renovación fue el más alto exponente de un peronismo domado por la formalidad. En lugar de dar batalla, “compró” la versión que propagó la dictadura primero y el radicalismo después: el peronismo no puede ofrecer otra cosa que caos, inflación y violencia.
Cabe refrescar algunas memorias: los difusores de esa versión del peronismo son los responsables de las bombas en los subterráneos de Buenos Aires, los que bombardearon a “la gente” en Plaza de Mayo, fusilaron, proscribieron y hundieron a la Argentina en deuda, inflación y caos económico durante casi dos décadas después del golpe criminal de 1955. Y omiten que ese país es el que Perón debió enfrentar a su regreso del exilio forzado en España.
El menemismo fue uno de los efectos de aquella “renovación”. El duhaldismo, una versión mejorada, más “peronista”, pero generador de la “conurbanización” del Partido Justicialista. El kirchnerismo vino a irrumpir en esa borrascosa escena, pero sin extirpar de raíz la hierba mala desperdigada por la pata civil de la dictadura: la patria financiera sigue reinando por sobre el aparato productivo y el comercio exterior sigue en manos de la nueva oligarquía agroexportadora.
En síntesis, el peronismo llegó al cuadragésimo cumpleaños de la democracia sin regalo, medio borracho y –para colmo– en la fiesta lo esperaba un fulano pendenciero y puteador, sin calle pero con una barra que lo defendía. Y pasó lo que pasó.
Ensayos y respuestas
¿De qué “gente” hablamos cuando hablamos de “gente”? ¿Y de qué se cansó “la gente”? ¿Del peronismo? ¿De peronistas que no hacen peronismo? ¿De la política en general? ¿Qué impacto tiene en “la gente” que se la llame “gente de bien”?
Las preguntas se acumulan, hacen metástasis en el cuerpo adolorido de una sociedad que ya estaba enferma cuando asomó el Dr. Muerte con su inyección letal que inocula muerte lenta, pero muerte al fin.
Antes que la búsqueda de respuestas es preciso posar la mirada en el objeto de estudio antes de pensar en buscar respuestas a los problemas que ese objeto ofrece.
Miradas sobre la sociedad que recibió a Milei. Sobre los miembros del cuerpo social que advirtieron su oscuro designio, sobre quienes promocionaron ese arribo, sobre quienes lo abrazaron como una esperanza y sobre quienes supusieron que nadie podría representarlos mejor que alguien tan parecido a ellos que lo llegaron a percibir como un par.
¿Cómo poner el ojo sobre la sociedad en este hoy tan cargado de diversidades, las reales y las construidas, las deconstruidas, las enmascaradas y las desembozadas? ¿Qué método usar, qué universo elegir para no perderse en el infinito bosque de seres rotos, infelices, pauperizados, enajenados o todo lo contrario?
El Eslabón consultó al sociólogo Artemio López sobre cuestiones que, más allá de las expresiones de Galmarini, están presentes en esta coyuntura –en exasperante suspensión– en medio de la actual escena política y social.
¿En qué sector de la sociedad permeó más la idea de que Milei podía representar una “salida” o “salvación” y por qué? ¿Qué cuestiones la democracia, en 40 años, no ha podido resolver de cara a las grandes mayorías? Si es que en verdad se cansó de algo, ¿de qué se cansó “la gente”? ¿Del peronismo? ¿De peronistas que no hacen peronismo? ¿De la política en general? ¿Qué impacto tiene en “la gente” que se la llame “gente de bien”?
Para el director de la Consultor eQuis, los sectores que vieron en La Libertad Avanza (LLA) de Milei una salida son “sectores medios bajos y bajos, está claro que la base de la pirámide social la representó Unión por la Patria (UxP), y arriba, en los sectores medios altos y altos siguió siendo patrimonio de representación de Juntos por el Cambio (JxC)”.
Es interesante observar lo que apunta López respecto del despliegue electoral de Milei: “Para vincular el nivel y orientación del voto con la situación de ingresos del hogar hay que desagregar la intensidad de voto a cada fuerza mayoritaria según el salario registrado promedio en los municipios, utilizando datos del Ministerio de Desarrollo Productivo”.
El resultado echa luz sobre la orientación del voto: “El macrismo compite con LLA en los municipios de mayor nivel salarial, mientras pierde mucha presencia en los estratos de menores ingresos, donde toma ventaja ostensible UxP; ventaja manifiesta tanto sobre LLA como por sobre JxC. La gran novedad se registra en los municipios poblados de salarios medios bajos y medios vulnerables, donde el dominio de LLA es notable, incluso sobre UxP”, indica el analista.
Artemio puntualiza que “la democracia no ha podido resolver –excepto durante el período 2003-2015– el problema central, que es el mejoramiento de las condiciones materiales de existencia en los sectores medios, medios bajos y populares y esto se traduce en la evolución del patrón distributivo, que sólo mejoró desde 1983 hasta nuestros días en el lapso mencionado, a lo que se asoció también la generación de más de seis millones de puestos de trabajo y un descenso notable de la pobreza a menos de la mitad de la que recibió Néstor Kirchner”.
El sociólogo remarcó que en mayo de 2003 había “casi 30 puntos de indigencia y Cristina Fernández de Kirchner se fue con ese nivel por debajo del 6 por ciento y el desempleo bajó de los 24 puntos que recibió Néstor al 5,9 por ciento en diciembre de 2015”. E insistió: “Salvo ese lapso, siempre empeoraron las condiciones de vida de los sectores medios, medios bajos y populares, medido por distribución del ingreso, empleo, pobreza y disponibilidad de ingresos familiares, jubilaciones y pensiones”. Respecto del resto de los 40 años de democracia, fue contundente: “Fue muy defraudatorio”
Sobre la cuestión del “cansancio”, López advirtió que “en el lapso 2015-2023, la gente sancionó fuertemente la ineficacia de los gobiernos para mejorar las condiciones de vida”. Y agregó: “Si se analiza el patrón distributivo, que es un indicador muy importante en términos de representación política y la aceptación popular, en la Argentina los trabajadores perdieron, punta a punta de ese período, 7 puntos de participación”.
Para dimensionar ese retroceso, el sociólogo indicó que “esa transferencia de la base trabajadora al sector empresario es el equivalente a una vez y medio el préstamo del FMI”, y ponderó que “eso fue muy significativo para que la insatisfacción de los sectores populares y medios creciera y terminara dándole el coto a Milei”.
Respecto del latiguillo “gente de bien” que usan los libertarios, el consultor opinó: “La retórica de Milei es lamentable, nefasta. Es un exabrupto de tipo ideológico por parte de Milei”, señaló que “es discriminatorio y forma parte de los recursos narrativos de este personaje. A mi juicio no es por sus cualidades de disrupción ni por esta narrativa que obtuvo el beneficio del triunfo electoral sino por la defraudación de los dos gobiernos anteriores, al punto tal que ni (Mauricio) Macri ni Alberto Fernández terminaron sus mandatos y no pudieron ser reelegidos”.
Volviendo a Milei, y para cerrar, Artemio sentenció: “Lo que está haciendo a nivel distributivo me parece que le augura, nuevamente, un camino similar al que recorrieron Macri y Alberto, sólo que más acelerado, con mayor desgaste de su figura y mayor repudio de los sectores que incluso lo votaron hace pocos meses”.
De la depresión al peronismo
La depresión de los años ‘30 terminó de colonizar el pensamiento de la dirigencia radical yrigoyenista y provocó el desprendimiento de pensadores como Arturo Jauretche y otros cuadros que luego formaron Forja.
La UCR compró el paquete entero de la oligarquía liberal, que imponía las formas institucionales para sostener un programa liberal que le asignaba al Estado el mínimo rol de fiscalizador y garante de la renta agraria. Un republicanismo muy sui generis, porque se inauguró con el primer golpe militar de la historia argentina, que dio paso a la Década Infame del fraude patriótico.
Ese estado de cosas no incomodó a ese radicalismo reducido a los discursos de comité exportados a las bancas parlamentarias, mientras liberales y conservadores pactaban con Gran Bretaña la entrega de la producción primaria.
Y esa larga noche se terminó con la revolución de junio de 1943, llevada adelante por un grupo de oficiales militares nacionales del cual emergió Perón como figura preponderante. Y entonces todo cambió.
Hoy el radicalismo en su mayoría acompaña los caprichos de un Milei que pretende sacar de escena todos los derechos conquistados por las grandes mayorías durante décadas de luchas e intervenciones del Estado peronista.
Mientras se encendían las turbinas del avión que llevó a Milei a recibir un premio que le otorgó la comunidad judía Jabad Lubavitch –investigada por la Justicia por un misterioso túnel en su sede mundial en Nueva York–, la gran mayoría de legisladores radicales terminaba de redactar la reforma laboral que será incluida en la nueva versión de la ley ómnibus.
Sólo la impericia manifestada a cada paso por quienes deben “hacer la política” en LLA impidió que ya las huestes “dialoguistas” de Miguel Pichetto y asociados, Rodrigo De Loredo y el PRO en sus diferentes variantes sellen un destino empobrecedor para millones de argentinas y argentinos.
En medio de un peronismo en estado de recomposición y sin liderazgo unánime, una oposición nada culposa de entregar el patrimonio nacional a las corporaciones multinacionales, desterrar conquistas populares y darle sobrevida a un experimento salvaje, emerge con fuerza el riesgo de la fractura social y la disolución nacional.
Aún se está a tiempo de cambiar el curso de la historia.
Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 20/04/24
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