Rodolfo Montironi, leyenda viva del tango, repasa sus más de 80 años con el fuelle y asegura que “Rosario es la ciudad más linda del mundo”. Maradona, Piazzolla, los Beatles y Gardel, siempre Gardel.

“Nací en Rosario, en el hospital de Santa Fe y Francia, Centenario era, ahora no sé cómo se llama, pero me crié en esta casa, en esta misma casa, siempre en la misma casa. Mi viejo era Nazareno, él nació en Nápoles igual que mi vieja, Teresita”, dice desparramando amabilidad Rodolfo Montironi cuando recibe a este cronista y al reportero gráfico de El Eslabón en su humilde pero cálido hogar de Granadero Baigorria, y detalla: “Toco el bandoneón desde el año 39, así que ahora en diciembre van a ser 85 años”. El Cholo, como se lo conoce en el mundo entero, abre las puertas pero también el corazón y el arcón de los recuerdos. A lo largo de la charla, que se extenderá por casi dos horas, sacará a relucir fotos, diplomas, discos, premios y cientos de anécdotas. Y de yapa terminará desplegando el bandoneón sobre sus piernas para hacerlo gemir y dejar en claro que a esta altura es una extensión de su cuerpo y de su alma.

El duende de tu son

Los ojos de Montironi brillan cuando habla de tango, de su infancia, de la música siempre presente. “Todo se lo debo a la angelical solicitud de mi madre que me regaló un pequeño bandoneón de estudio cuando yo tenía cinco años”, rememora respecto de la primera vez que tuvo un fuelle entre sus manos, y se explaya: “Empecé tocando música infantil, hasta los siete que había un señor al lado de casa que tocaba el bandoneón y empezó a darme unas lecciones. Y a los nueve toqué por primera vez en radio, en LT3, en la vieja Cerealista que en ese entonces estaba en la calle Córdoba, entre Mitre y Sarmiento. Me llevó Miguel Domingo Aguiló, que era comentarista de fútbol y de automovilismo, la audición era de Cipriano Roldán y también estaba Carlitos Génova. Y de ahí no paré más”.

Foto: Jorge Contrera | El Eslabón/Redacción Rosario

¿Por qué el bandoneón que a primera vista parece tan complicado, indescifrable? “Porque en el 40 era todo tango y el bandoneón era como la guitarra de ahora. En esa época era tango, tango y tango. En la radio empezábamos a las 9 de la mañana con el tango y terminábamos a la una, y los fines de semana cerraba a las 6. Había sí algunos radioteatros, informativos, y tango, tango, tango”.

La memoria de este hombre bonachón y querible que ya regalaba charlas maravillosas entre las mesas del viejo Berlín –a finales de la década del 90 y principios de los agitados 2000– a muchos de quienes lo íbamos a escuchar prácticamente todas las semanas, es privilegiada. Y no para de interpretar anécdotas: “Empezamos con los aires populares, pero el tango se imponía, algunos teatros, hasta que me salió un trabajo con Raúl Lavié, y luego apareció el Flaco Alberto Morán que me llevó a EEUU, hicimos 90 días en el Madison Square Garden de allá, que tenía casino. Hacíamos unos temas ahí en el hotel y recorríamos toda la ciudad, y de jueves a domingo íbamos por distintas ciudades, así nomás con bandoneón y voz. Terminamos en Panamá, donde la contadora del hotel le pidió al Flaco El día que me quieras y Morán le respondió: «Perdóneme, señora, pero después que lo cantó Gardel, yo no lo puedo cantar»”.

Así como bailan sus dedos por las teclas del bandoneón, danzan los recuerdos por sus venas: “Después volví y me llamó Jorge Sobral para hacer Caño 14, que era conocido como La Catedral del tango. Eso fue durante el Mundial de fútbol del 78. En Caño 14 estaban Lavié, Goyeneche, el Chino (Alberto) Hidalgo, María Graña, grandes cantores. Yo tocaba con (Héctor) Chupita Stamponi en piano y el rosarino Omar Murtagh de contrabajista acompañándolo a Sobral que era muy pícaro, entraba recitando, de traje blanco y con una pinta fenomenal y los mexicanos y los europeos se volvían locos. De los cantantes que había capaz era el que menor valor tenía, pero era muy buen actor. (Rinaldo) Martino, el jugador de San Lorenzo, era uno de los dueños de Caño 14 y siempre me decía: «Al final al que más aplauden es a Sobral»”. 

El Cholo saluda a cuanto vecino pasa por la vereda, con una sonrisa de oreja a oreja, ofrece una bebida fresca y sigue y sigue y sigue: “Cada cantor tenía su bandoneonista: el Polaco estaba con Raúl Garello, el Chino Hidalgo con José Basso y Roberto Rufino con Néstor Marconi, un gran bandoneonista de acá de Santa Fe. Un día estaba (Alfredo) Di Stéfano con una barra de mexicanos y nos terminó invitando a España a un local nocturno que hacía música americana y que estaba muy cerca del Bernabeu donde él paraba, porque era un capo allá. Hicimos tres meses y de ahí salió la ópera Evita con Paloma San Basilio, la versión inglesa. Ahora está cantada en castellano, pero en esa época era con la orquesta nacional de España, ochenta músicos con bandoneón, un solo bandoneón y tuve el placer de hacerla”.

Noches de fandango

“Al bandoneón vos le ponés un micrófono adentro y suena como órgano, se inventó en Alemania para eso, para la música religiosa”, educa el Cholo, y se explaya: “Éste que tengo acá es un Alfred Arnold del año 1904 y todavía anda. Se dejó de construir cuando se inició la guerra. Hubo algunos intentos por copiarlos pero no hubo caso. Y yo tengo el legítimo, el famoso Doble A”. Montironi confiesa con un brillo en sus ojos que todavía conserva aquel primer fuelle que le regaló su madre durante su más tierna edad: “Lo tengo ahí, es un pequeño bandoneón de estudio, es la mitad de esto, con las teclas más chiquitas pero los mismos sonidos y la misma colocación de voces”. Y se larga a tararear recuerdos y más recuerdos: “Yo grabé muchos clásicos, grabé acá en la Catedral del Rosario, y después salió lo de la Royal Philarmonic Orchestra de Londres. En Trottoirs (mítica tanguería parisina) me contrataron como director musical y bandoneón estable, en la orquesta. Por ahí pasaron todos, el Sexteto Mayor, Pugliese. Susana Rinaldi era una de las socias, igual que el escritor Julio Cortázar, un capo, y para no tener que venir a la Argentina para escuchar tango se llevaban a los músicos de acá para allá, los tenían para ellos (risas). Era tan popular el tango que durante doce años trabajamos sin parar. Con (Horacio) Salgán llegamos a hacer durante ocho meses funciones todos los días. Me la pasaba en Europa y cada cuatro, cinco meses venía: Madrid, Mónaco, París, el Festival de San Remo”.

Foto: Jorge Contrera | El Eslabón/Redacción Rosario

¿Y Piazzolla? “Todas las noches arrancaba con Bandoneón, guitarra y bajo, de Piazzolla, un tango de muchas notas que a la gente le gustaba mucho. A Piazzolla toda la vida lo escuché, desde chico, y toqué en el Teatro Colón haciendo Las cuatro estaciones porteñas de Piazzolla con un sexteto de viento. Fue el músico popular más completo que hubo en el siglo pasado. Y a otros dos que admiré mucho fueron John Lennon y Paul McCartney, dentro de la música popular. Llegué a grabar Yesterday en Inglaterra. A mí me interesa la música, toda. Pero siempre escuché tango. A las orquestas de acá, todas. Las del 40 eran todas fabulosas, cada una con distintas formas de tocar, cada una tenía su estilo pero eran bárbaras. Troilo, D’arienzo, Pugliese. D’arienzo fue el que levantó el tango en el 37, con La cumparista y La puñalada, dos temas uruguayos. Por el baile, sobre todo, porque allá estaba prohibido y acá empezó a bailarse en la sociedad. Había muy buenos cantantes en aquellos tiempos”.

¿Y Gardel? “Gardel es el mejor cantor del mundo, de todos los tiempos”. 

El alma en orsai

“Me gusta mucho el fútbol, de chico jugaba siempre en todos lados, en los campitos, en los potreros”, confiesa el Cholo, y devuelve paredes: “Me gusta San Lorenzo, desde chiquito, pero acá hincho por los dos. Grabé la marcha de Newell’s con Sappietro, Vaccaro y Cacho Fuentes, pero también me gusta Central por mi hijo”. Aprovecha que el fútbol lo lleva de paseo a su infancia y rememora: “Mi viejo trabajó en la fábrica, en la celulosa, pero a él no le gustaba mucho el tango, escuchaba música napolitana todo el día y a mí también me gustaba así que ahora voy a grabar un disco de música napolitana con Martín Tessa. Quiero que lo menciones a Tessa, porque es uno de los mejores guitarristas del país, no es joda. Vos le das partituras y toca a primera vista sin ningún problema. Acá los grandes guitarristas, la mayoría tocaban de oído, como Grela. Guitarristas extraordinarios, pero no leían música. Martín es completo, hace los arreglos, y además una excelente persona. Y también tengo algo con la Orquesta Sinfónica que vamos a grabar todo Piazzolla”.

Foto: Jorge Contrera | El Eslabón/Redacción Rosario

Sobre el final de la charla, este cronista le recuerda a Montironi que en su última presentación en la Lavardén –con la formación que lo viene acompañando: Javier Martínez Lo Re en piano, Jeremías Serpi en contrabajo y Graciela Figari y Javier Migled en voces–, antes de bajarse del escenario y mientras toda la sala lo ovacionaba de pie, dijo cosas muy lindas sobre Rosario, y el Cholo devuelve: “Es que es la mejor ciudad del mundo. Yo viajé todo, conozco bien. Londres, Berlín, todas las capitales son lindas, pero una ciudad del interior como acá, como Rosario, no hay. La costanera, que es espectacular, y sobre todo la gente. A mí me ayuda mucho la gente, esas ovaciones… creo que influye mucho la edad. Me emociona mucho cuando pasa eso de la gente aplaudiendo de pie. El médico me dijo «ojo con eso». Por eso creo que éste año es el último, ya son muchos y el cuerpo lo siente. Pero si quieren les toco algo…”. 

La tropilla de la zurda

Entre tantos recuerdos, recortes, premios y discos que Rodolfo Montironi comparte durante la charla con El Eslabón, se destaca una foto en la que posa con el mejor futbolista de todos los tiempos. “Acá estoy con Maradona, en Madrid. Estaba jugando creo que en el Sevilla, y nos invitaron a un programa de tele que eran tres horas todos los domingos. Las tres horas estuvo jugando, haciendo jueguitos con la pelota, un pibe fantástico. Venían los pibes a sacarse fotos y él se sacaba con todos, un fenómeno. Y también conocí a Evita. Estuve tocando en el Congreso de la Nación, cuando estaba Perón, y estuve con ella. Fuimos con José Sala, nos invitaron a tocar, pero la vimos ahí nomás, yo con ella no hablé aunque me hubiera gustado”.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 20/04/24

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Un comentario

  1. Lautaro Kaller

    26/04/2024 en 1:14

    Qué linda nota!

    Responder

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