Yo no sé, no. La tarde de la última semana de abril estaba con una temperatura especial para darle a la de cuero. En eso estábamos en la cancha de Iriondo, en el arco que daba a Quintana, cuando llegó Manuel. Raúl, apenas lo vio, le dijo: “Mirá que tenemos que enfrentarnos con los de Vera Mujica y Seguí. Tienen unos defensores centrales muy altos pero lentos, así que lo mejor es que la juguemos por abajo, y para eso necesitamos uno rápido y pescador. Ese tenés que ser vos, el que pesque todas las pelotas”.
Carlos, que se había pescado un dolor de cabeza y de garganta por la trasnochada de naipes con mucho humo de bracero y de los LM, se quedó con Raúl como técnico ayudante para el equipo. Mientras tanto, no contaríamos con Tiguín y Chenio porque se habían apartado del equipo. La culpa era de Tiguín, pues pintaba las bicis dejándolas “joya”, y los dos se iban todas las tardes para el lado de la farmacia, la heladería y el consultorio del doc que estaba por San Nicolás.
Esa zona por las tardes se ponía buena por la presencia de las pibas, y ahí estaban los dos a “la pesca”, haciéndose los lindos. Juancalito y Pií discutían, con caña en mano, en un zanjón de Crespo y Centeno. Uno sostenía que estaban cazando ranas, el otro que estaban pescando ranas.
Tamba y Vaquita le contaban a “Los Menchos” del fondo que ellos sabían dónde pescar, de tanto ver al Queti. El Queti, según ellos, cuando iban para el Puente Gallego se echaba en el lugar exacto donde había pique seguro. El Queti era el perro de los Díaz.
José estaba ausente del equipo por esos días. Todos pensamos que se había ido de pesca y se había arranchado en el Mangrullo, pero no: le salió una changa de albañil de cuatro días, un pique lindo, como para que el 1° de mayo no lo agarrara seco y con las manos vacías.
Pedro, en esa semana, andaba por las tardes en barrio Acindar, cerca de lo de la Susi y la Eva. Una tarde que los vio, el gringo Antonio le dijo: “Mirá Pedro, yo sé que andas de pesca, y te digo que te conviene ir para el lado de la casa de la Eva, pues si caes bien seguro que pescás una invitación para comer empanadas el 1°. La madre de la Eva las hace riquísimas”.
Volviendo al fulbito, con Manuel no hubo caso. No dio resultado en las prácticas como delantero, no pescó ni una. Raúl decidió cambiar de táctica para no volver de la cancha de Nacional con las manos vacías.
El sábado, apenas empezó a llover, encaramos para la parada del 52 y, cuando el bondi iba por Ayolas o Uruguay, uno de los pasajeros se puso a leer el diario. En la tapa se podía ver que el gobierno hacía ciertos anuncios. Carlos dijo señalando al matutino de la ciudad: “Esto es puro humo, van a la pesca y casi sin carnada. Qué clase de pescado se creen que es la gente”. Al rato, en el cine Sol de Mayo, Sean Connery como 007 en un velero y con una caña de pescar en la mano se levantaba a un minón de aquellos. Pedro, que ya tenía los ojos rojos y no dejaba de pensar en Eva y en las empanadas, vio cómo a Manuel lo bajaban por la escalera. Lo habían pescado comiendo un familiar y echando humo en el palco.
Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 27/04/24
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