Fundado por tres cooperativas de trabajadores, Refi Comunidad captó la esencia del barrio obrero y no sólo ofrece espectáculos artísticos, sino que también brinda capacitaciones en oficios.

Las chimeneas fueron reemplazadas por megatorres que miran hacia el río Paraná. Donde supo haber una estación del ferrocarril, ahora se alza uno de los shoppings más importantes de Rosario. La principal referencia de la zona ya no es la fábrica de azúcar, sino el conjunto de comercios, empresas y oficinas asentadas en lo que se conoce como Puerto Norte. Pero a pesar de los cambios estructurales, Refinería, aquel barrio fundado por obreros, mantiene su esencia intacta: aquí se sigue apostando al trabajo, y la novedad es el laburo cultural y cooperativo.

A mediados del año pasado abrió sus puertas Refi Comunidad, un centro cultural ubicado en Vélez Sarsfield 641, donde históricamente funcionó la escuela técnica Nº 10. Creado por tres cooperativas de Rosario, la propuesta le dio movimiento artístico y social al barrio, pero también, y fiel al lugar donde está emplazado, fue gestando una transformación laboral al ofrecer diferentes talleres y capacitaciones en oficios.

“La movida acá era un shopping a unas cuadras y taxis que van y vienen, no había mucho movimiento, y menos cultural”, contó un joven que transita a diario las calles de Refinería. Quizás porque el espacio les devolvió el movimiento a las veredas o porque se reconocen en las personas que día a día trabajan para que Refi siga en pie, los vecinos de la zona recibieron a este centro artístico con los brazos abiertos.

Conscientes de los desafíos que implicaba ser un centro cultural que funciona en un barrio, los impulsores de Refi Comunidad se plantearon el objetivo de descentralizar la cultura para que un vecino de la zona norte de Rosario pueda acceder a las mismas propuestas que alguien que vive en el centro.

Los inicios

La pandemia empezaba a ser cosa del pasado cuando las cooperativas Cronopios, especializada en técnicas de espectáculos, como sonido e iluminación; El Mejunje, abocada a la gastronomía; y El Nudo, con foco en la construcción, se unieron para formar Refi Comunidad.

“Como todo proyecto cooperativo, nunca tenemos fecha de nacimiento. En julio del año pasado hicimos una fiesta que fue como la inauguración”, contó el integrante de Cronopios Jorge Ojeda, y detalló: “Nuestra cooperativa fue el motor de esto, pero más que nada porque está muy relacionada a la cultura. Lo primero que hicimos fue mudar nuestro depósito a este espacio, y poco después empezamos a gestar el proyecto del centro cultural. Ahí es donde se unió El Nudo, que hizo el reciclaje de este inmueble que estaba abandonado y al mismo tiempo El Mejunje empezó a construir el bar, que es Refi Café, y también se encarga de la gastronomía en los eventos”.

“Los recursos salieron de los excedentes de Cronopios, El Nudo y El Mejunje, no hubo fondos estatales ni de afuera. Refi todavía no es una cooperativa por sí sola, pero es un espacio claramente cooperativo, todos los que estamos acá somos socios y empezamos a gestar esto como un centro cultural, no como un lugar de eventos. Queremos fortalecer la escena local en todas las artes, acá se hace teatro, música, circo, capacitaciones y talleres de diversas cosas. Apuntamos a que haya una educación artística y de oficios técnicos”, agregó Ojeda.

Por su parte, el también integrante de Cronopios Juan Cruz Chanquia, recordó: “Nosotros nos desarrollamos en el ámbito de la cultura y a veces, sobre todo cuando no teníamos tanto trabajo, surgía la idea de producir nuestro propio laburo. Esa iniciativa siempre estaba dando vueltas y este espacio nos permitió concretarla”.

Un espacio en construcción

Refi se fue insertando en la escena cultural rosarina de a poco: si bien este espacio abrió sus puertas a mediados del año pasado, recién en los últimos meses tuvieron una habilitación municipal que les permitió ampliar su agenda de actividades. Al respecto, Ojeda detalló: “No es sencillo conseguir estas autorizaciones. Estuvimos laburando con algunos permisos culturales, que no se pueden pedir todos los días, entonces no podíamos tener una programación tan seguida”.

Así como es difícil de precisar la fecha de nacimiento de Refi, también es complejo determinar cuántas personas trabajan en este espacio. El centro cultural no tiene empleados propios, pero todos los integrantes de las cooperativas que lo formaron prestan servicios en él. “Se sumaron un par de personas que tienen que ver con comunicación, programación y limpieza, pero el resto somos todos de las cooperativas”, comentó Ojeda.

La integrante de la cooperativa El Mejunje, Caren Carlini, que se encarga del servicio gastronómico y de la barra, apuntó que, si bien el centro cultural es cada vez más autosustentable, aún requiere del apoyo económico de sus fundadoras. “Como necesitamos sostener este lugar con el trabajo de afuera, vamos pensando quién se queda en Refi y quién va a hacer las actividades propias de las cooperativas”, mencionó.

Sobre la búsqueda de ayuda estatal, Ojeda aclaró: “Los apoyos tuvieron más que ver con los trámites para la habilitación, pero nada de guita. Los lugares en donde podríamos pedir, como el Fondo Nacional de las Artes o el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (Inaes), están raros o recortados. Ni siquiera lo intentamos, porque pensamos que éste no es el momento. También queremos esperar a ver cómo se mueve la industria cultural, que está bastante difícil”.

Hacer del arte un trabajo

“En este contexto Refi es un lugar de resistencia. Tenemos el deseo de generar cosas culturales que contengan nuestro trabajo”, señaló Carlini, a lo que Chanquia añadió la importancia de proporcionarles a los artistas un espacio con “buenas condiciones”.

En sus diez meses de actividades, Refi ofreció ciclos de teatro y de cine, música en vivo, espectáculos de circo, e incluso abrió sus puertas para eventos institucionales, sobre todo a los relacionados con otras cooperativas o establecimientos del barrio.

“Acá nadie quiere hacerse rico con lo que hace, sino que queremos que todo el mundo cobre lo mejor que pueda por su trabajo. Esto también tiene una labor social. Tenemos que bajar un poco los precios para que la gente tenga acceso a la cultura gratis o de una forma muy barata. Estamos pensando en tener sponsors para abaratar las entradas, no para ganar más plata. La gente no puede pagar un ticket a 7 mil pesos, por eso queremos intentar conseguir algo para bajarlos a 4 mil y que así venga más gente y se apropie del espacio. Pero por otro lado se hace difícil estando en un barrio de laburantes, donde las familias tienen cada vez menos guita”, dijo Ojeda.

Foto: Comunidad Refi

Fiel a su carácter cooperativo, la agenda de espectáculos de Refi es discutida por todos los socios. Sobre la conformación de la grilla, los impulsores del centro cultural indicaron: “Hay cosas que no haríamos nunca, pero también tenemos una programación propia, es decir que nos encargamos de buscar lo que queremos, y en muchos casos accedemos a pedidos. La línea es la apertura. Esto no es una sala de espectáculos, porque si no, nos dedicaríamos a ver quién vende entradas. Pero no ponemos el foco en eso, sino en lo que nos gusta, en lo que está bueno y en lo que hay que probar. El saldo también es muy positivo con los artistas que vienen, se va armando un circuito”.

Pese a tener muy en claro el objetivo de Refi, reconocieron que muchas personas se acercan al lugar con una mirada comercial y solicitan que les alquilen la sala para llevar adelante determinados espectáculos. “Nosotros no somos eso. Este es un lugar pensado para que se genere trabajo. Cuanta más gente haya trabajando, mejor. Es necesario que el público pueda entenderlo y venir”, destacó Ojeda.

Un lugar de laburantes

Refi Comunidad funciona en el mismo edificio donde años atrás supo estar una escuela. A pesar de que el inmueble estuvo varios años abandonado, cuando los trabajadores de El Nudo lo pusieron en valor mantuvieron su estética. La distribución de ambientes terminó jugando a favor del centro cultural, que encontró instalaciones propicias para brindar talleres y capacitaciones en oficios.

La cooperativa Cronopios lleva adelante talleres gratuitos de iluminación y sonido. Esta propuesta tuvo gran impacto dentro del barrio, ya que a las capacitaciones asisten, por ejemplo, el sonidista de la iglesia que está a una cuadra de Refi, un vecino que es ingeniero electrónico y se interesa por el tema o una joven que es actriz y desea incorporar cuestiones técnicas a su trabajo.

“Hacemos cursos muy cortos para que la gente salga a trabajar. Queremos tipos que puedan defenderse para laburar y este espacio les permite sumar experiencia. Hay pibes que ya están empezando a trabajar en la cooperativa como auxiliares”, explicaron Ojeda y Chanquia.

Pero además de los cursos que da Cronopios, también se brindan capacitaciones de narrativa, fotografía analógica o música, entre otras. A diferencia de las anteriores, estas propuestas son pagas y son los profesores quienes ponen los precios.

Aquí también se come rico

Por las características de sus instalaciones, Refi no sólo tiene versatilidad para adaptar la posición del escenario y de las sillas según lo requiera cada espectáculo, sino que también pudo montar un café que es administrado por la cooperativa El Mejunje. Además, tiene un servicio gastronómico y una barra que funcionan durante los espectáculos.

“Refi Café, que es lo que más armado está, es un café de especialidad con una línea y estética propia, que sirve desayunos y meriendas. Todo lo que se ofrece, desde la medialuna hasta el pan de masa madre, es de producción propia, lo hace la cooperativa El Mejunje en los centros de día”, contó Carlini.

Y, con respecto a la barra, detalló: “Cuando se empezaron a hacer los espectáculos pusimos una barra y vendíamos bebidas nada más. Pero vimos que la gente necesitaba comer, entonces montamos una cocina. Para estos eventos tenemos una propuesta gastronómica para todo público, con precios intermedios”.

Pantallazo cultural

Sobre el presente cultural que atraviesa Rosario, Ojeda observó: “Hay varias cosas que fueron graves. Una fue la de plegar la nocturnidad con la cultura, esto de ir a ver una banda pero que después también se ofrezca una propuesta para bailar. Por otro lado, al haber tanta oferta gratuita, la gente se desacostumbró a pagar entrada, entonces tienen que ser baratas. Por último, hay un montón de lugares gastronómicos que ofrecen espectáculos sin cargo. La gente va a comer, pero de paso hay de regalo una banda. La cultura en Rosario ha caído bastante, si querés hacer un espectáculo no sé si tenés muchos espacios”.

Y Chanquia añadió: “Apuntamos a que, si la gente va a consumir cultura, lo haga valorándolo. Lo más valioso es poner el foco en los artistas y en el público, que es por quienes estamos haciendo esto”.

“No queremos que esto sea un boliche, sino un centro cultural. Nuestros objetivos son que todo el barrio se cope, y que tengamos llenos los talleres, con muchas propuestas, eso sería maravilloso”, concluyó Carlini.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 25/05/24

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