Una investigación del medio palestino-israelí +972 Magazine reproduce experiencias de soldados de Israel en Gaza: “Cuando me aburro, disparo, para pasar el tiempo”. Además, “saquean y luego queman los hogares palestinos”.

El medio estadounidense Democracy Now! (¡Democracia ahora!) entrevistó al periodista israelí Oren Ziv, que publicó en el medio +972 Magazine el informe titulado “Cuando me aburro disparo”: la aprobación del ejército israelí para la violencia indiscriminada” (“I’m bored, so I shoot’: The Israeli army’s approval of free-for-all violence in Gaza”) . 

La investigación asegura que “los soldados israelíes describen la ausencia casi total de regulaciones de tiro en la guerra de Gaza, con tropas disparando a su antojo, incendiando casas y dejando cadáveres en las calles, todo con el permiso de sus comandantes”.

Oren Ziv es un periodista, comentarista político y fotógrafo israelí. Reporta para los medios Local Call y +972 Magazine y es fotógrafo independiente para Haaretz, France Presse y Getty Images.

La revista +972 Magazine fue fundada en 2010 por un grupo de periodistas israelíes y palestinos que, después de la guerra de Gaza de 2008-2009, sintieron que las discusiones en inglés sobre Israel-Palestina “no reflejaban con precisión la realidad sobre el terreno”, según señala su sitio oficial. Entonces, con su propio dinero, construyeron su propia plataforma.

El sitio comenzó como un colectivo de blogueros totalmente voluntarios, pero rápidamente creció hasta convertirse en un centro de informes y análisis editado profesionalmente que ayudó a cambiar el discurso sobre Israel-Palestina, poner la ocupación en primer plano, destacar las luchas políticas y sociales de base, y elevar voces y perspectivas que simplemente no se escuchan en ningún otro lugar.

La investigación del medio israelí revela que las fuerzas militares de ese país desplegadas en Gaza han sido autorizadas a abrir fuego contra las palestinas y los palestinos prácticamente cuando quieran. 

Seis soldados que estuvieron en Gaza describieron, entrevistados por Ziv, que existe una ausencia casi total de regulación, lo que da lugar a que haya soldados disparando a su antojo, incendiando casas y dejando cadáveres pudriéndose en las calles, entre otras cosas. 

“Según los relatos, muchos soldados disparaban no por una razón táctica o una verdadera razón militar, sino por aburrimiento, para pasar el tiempo o simplemente porque podían”, aseguró Ziv. 

“La sensación entre los soldados es que podían hacer lo que quisieran y que no enfrentarían consecuencias por sus actos. Y todo esto sucede con el conocimiento de los comandantes”, agregó. 

De los seis soldados que entrevistó, cinco hablaron bajo condición de anonimato. La excepción fue Yuval Green, un reservista de 26 años de Jerusalén que en noviembre y diciembre sirvió en la 55.ª Brigada de Paracaidistas. 

Green firmó recientemente una carta de 41 reservistas en la que declaran su negativa a combatir en Gaza, después de la invasión de Rafah por parte del ejército israelí. “No había restricciones en el uso de municiones. La gente disparaba sólo para aliviar el aburrimiento”, señaló el reservista. 

“Creo que continuar esta guerra y continuar con la muerte de palestinos y de soldados israelíes no está bien. Creo que en este momento lo correcto es firmar un tratado de alto el fuego con el que se liberará a los rehenes y se pondrá fin a esta guerra. Sé que el Gobierno israelí aún no está dispuesto a firmarlo”, consideró Green, que se niega a seguir combatiendo en Gaza.

Cadáveres pudriéndose al sol

Por su parte, el periodista israelí explicó que realizó investigaciones en el terreno sobre los ataques desde el aire, usando inteligencia artificial y aprendizaje automático. Y agregó que, en ese marco, habló con soldados que fueron desplegados durante la guerra en diferentes lugares y distintas unidades. 

“Y lo que prácticamente están diciendo es que cada vez que tenían una leve sensación de miedo o peligro, podían disparar. Nadie los iba a restringir. Incluso ataques a objetivos sensibles como escuelas, hospitales, instituciones públicas, para lo que debían obtener aprobación oficial de mandos más altos, en estos casos eran sólo un trámite burocrático y casi siempre eran aprobados”, señaló el periodista israelí.

“Los testimonios describen un entorno plagado de cadáveres de civiles, abandonados para que se pudran o se los coman los animales callejeros; el ejército sólo los oculta de la vista antes de la llegada de convoyes de ayuda internacional, para que las imágenes de personas en estado avanzado de descomposición no salgan a la luz”, agregó el reportero de +972 Magazine

Ziv contó además que dos soldados describieron cómo en algunas áreas, cuando las fuerzas israelíes eran desplegadas en un barrio determinado dentro de la Franja de Gaza, tenían marcada una línea roja, un punto específico a 100 metros frente a ellos. Si algún palestino lo cruzaba, incluso si estaba desarmado o era una mujer o un niño, tenían permitido disparar a matar, en lugar de arrestarlos o hacer una advertencia. 

Los soldados también revelaron que todo hombre entre 16 y 50 años, aunque estuviera vestido de civil y no portara armas, era considerado un combatiente o colaborador de Hamás y tenían autorización para dispararles.

Matar para pasar el tiempo

“Muchas veces, según lo que investigamos, pareciera que los soldados estaban disparando no por una motivación táctica o militar real, sino producto del aburrimiento, para pasar el tiempo, o simplemente porque podían hacerlo”, agregó el periodista. 

Ziv recordó que algunos de los soldados les hablaron de que (“y cito textualmente”, aclaró): “Es habitual el hecho de disparar por diversión”. 

El periodista israelí aseguró que uno de los soldados le dijo que “durante el Janucá, la fiesta judía de Janucá, algunas de las unidades en la Franja de Gaza hablaron por radio sobre disparar a una hora determinada para iluminar el cielo, y estuvieron disparando durante minutos sólo por diversión”.

“No era sólo un problema esporádico aquí y allá, sino una política muy amplia bajo la cual los soldados sentían que podían hacer lo que quisieran sin que hubiera consecuencias. Y todo esto se hace también con el conocimiento de los comandantes”, aclara el reportero del medio de Israel.

Ziv también hizo referencia a que, desde el primer día, se escucharon “declaraciones muy horribles” por parte del primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, y de otros ministros de alto rango del gobierno israelí: hablaron de venganza y de que no hay civiles inocentes en Gaza. Estos dichos, agregó el periodista, se extendieron a los comandantes y los soldados rasos. Durante las entrevistas, el reportero escuchó, de boca de los soldados, las mismas frases: “No hay gente inocente en Gaza”, “Todo el mundo está involucrado con Hamás”, “Todos estaban celebrando el 7 de octubre y es por eso que deben ser castigados”.

Saquear, vandalizar y quemar las casas palestinas

Los soldados señalaron, además, “que los actos de vandalismo, de saqueo, con un sentido general de venganza, eran muy comunes”.

“Varios soldados nos dijeron que el ejército no se estaba ocupando de las personas muertas, de los palestinos muertos, y era muy común para ellos ver cadáveres a los lados de la carretera cuando se desplazaban de un lugar a otro”, agregó el periodista. 

Ziv recogió testimonio de soldados que afirmaron que cuando eran desplegados dentro de las casas de palestinos, y cuando tenían que desplazarse a una nueva posición, la política oficial era quemar la casa. 

“Los soldados juntaban los colchones y los muebles, prendían fuego a la casa y seguían su camino. La explicación oficial que los comandantes les daban era que no querían que se dejara cualquier material sensible allí, como equipo militar o mapas o cosas por el estilo, pero que, además, no querían que Hamás usara las casas. Pero, entre líneas, se puede entender que también era un acto de venganza para castigar a los civiles palestinos, y también para asegurarse de que estos no pudieran volver a esas áreas, zonas que, al menos algunas personas en el ejército, creían que se mantendrían bajo control israelí”.

Aaron Bushnell pertenecía a la Fuerza Aérea de Estados Unidos y estaba en servicio activo desde hacía 25 años. El 25 de febrero se prendió fuego frente a la embajada de Israel en Washington, D.C., para protestar por la brutalidad de guerra de ese país en Gaza. 

Según informó el sitio de noticias británico BBC, antes de prenderse fuego, el militar estadounidense afirmó que “ya no sería cómplice del genocidio”.

Foto: Salem

Bushnell calificó lo que iba hacer como un “acto extremo de protesta” y, transmitiendo en directo por la plataforma Twitch, se inmoló frente a la embajada israelí en Washington al grito de “Palestina libre”.

“Soy un miembro en servicio activo de la Fuerza Aérea de los EE. UU. y ya no seré cómplice del genocidio. Estoy a punto de participar en un acto de protesta extremo, pero en comparación con lo que la gente ha estado experimentando en Palestina a manos de sus colonizadores, no es nada extremo”, señaló, poco antes de inmolarse.

“Ni siquiera fue el primer estadounidense en autoinmolarse por el destino de los palestinos. En diciembre pasado, una mujer no identificada se prendió fuego frente al consulado israelí en Atlanta, aparentemente en una protesta similar. Ella sobrevivió. (En abril, un hombre se autoinmoló frente al tribunal de Manhattan donde Donald Trump estaba siendo juzgado por intentar influir ilegalmente en las elecciones de 2016, pero parecía agraviado por otras cosas)”, señaló Nan Levison en la nota titulada “Cuando demasiado no es suficiente. Pasión moral y los extremos de la protesta” (“ When Too Much Is Not Enough. Moral Passion and the Extremes of Protest”) publicada en el sitio estadounidense Tom Dispatch.

Tres incidentes, por supuesto, no constituyen una epidemia, pero sí llaman la atención. Así pues, el fenómeno de la autoinmolación permaneció en las noticias durante algún tiempo, señaló Levison.

El periodista de Tom Dispatch cuenta que luego del acto de protesta de Bushnell, se llevaron a cabo vigilias en su honor en varias ciudades estadounidenses, incluida Portland, Oregon, donde miembros de un grupo de veteranos pacifistas quemaron sus uniformes en su memoria; la ciudad palestina de Jericó puso su nombre a una calle; otro aviador en servicio activo realizó una huelga de hambre frente a la Casa Blanca y, cuando se le ordenó regresar a su base en España, dos compañeros de Veteranos por la Paz comenzaron una huelga de hambre en su lugar.

Levison señala que la cobertura mediática inicial de la acción de Bushnell fue bastante escasa, y en muchos casos dieron más espacio a los detalles de su inmolación que a los motivos de su protesta. “Una excepción notable fue una columna del Washington Post escrita por Shadi Hamid, quien explicó la posición de Bushnell sobre el apoyo del gobierno estadounidense a Israel y concluyó que si bien su acto podría haber sido irrazonable, su sensación de impotencia no lo era”, aseguró Levison, al tiempo que asegura que “no pasó mucho tiempo” para que el foco de los medios se centrara en la salud mental de Bushnell y su supuesta pertenencia a una secta.

Pero el autor de la nota aclara, más allá de los intentos de los medios de desviar la atención: “Bushnell fue explícito acerca de su angustia por la situación en Gaza y sonó como si también estuviera lidiando con una sensación de daño moral, una enfermedad tanto del corazón como de la cabeza, pero nada de eso era prueba de trastorno. Prenderse fuego por cualquier motivo es indiscutiblemente un acto de suicidio, pero el estado mental de alguien en ese momento es, en última instancia, incognoscible, ya que esos suicidios casi invariablemente llevan sus secretos a la tumba. Cuando se trata de autoinmolación, me inclino a confiar en la palabra de la gente. Aparentemente, eso me coloca en minoría”.

Material fecal, ratas, piojos, hepatitis, sarna, polio…

En mayo, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) ordenó a Israel que cese sus operaciones en Rafah. Además, el fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI) solicitó órdenes de arresto para el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el ministro de Defensa, Yoav Gallant, por presuntos crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. 

Asimismo, una Comisión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU concluyó que las fuerzas de seguridad israelíes cometieron crímenes como hambre, asesinato, daño intencional a civiles, traslados forzados, violencia sexual y tortura.

Incluso Estados Unidos, el aliado más cercano de Israel, concluyó que el uso de armas por parte de Israel en Gaza es “inconsistente” con las leyes de derechos humanos. 

Mientras tanto, más de dos millones de personas sobreviven entre cadáveres pudriéndose al sol, materia fecal, ratas, escorpiones, moscas, piojos, mosquitos, Hepatitis A, sarna, disentería, diarreas agudas, cólera y polio, según describió la portavoz de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Medio Oriente (UNRWA), Louise Wateridge.

Publicado en el semanario El Eslabón del 27/07/24

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