“Si no sos lector, difícilmente puedas propiciar la lectura de otro”, asegura la escritora, editora y docente Beatriz Actis. Defiende la relación de las y los mediadores de lectura con los buenos libros, las infancias y los jóvenes. Dice que “un buen texto seguramente abrirá un montón de interrogantes, de construcciones de sentido diversos” y que leer literatura, interpretarla, da herramientas para leer el mundo. A partir de agosto, coordinará una serie de Talleres de lectura que organiza la Fundación Tiempo de Saber.
Los talleres que ofrecerá Actis están destinados a docentes de todas las áreas y niveles, estudiantes de los profesorados, bibliotecarias, promotores culturales y demás personas interesadas en la propuesta. El primer ciclo es de modalidad presencial (en Córdoba 951 planta alta) y virtual; comienza el sábado 10 de agosto, de 9 a 12, con el encuentro sobre Efemérides: literatura y memoria; el segundo será el sábado 14 de septiembre, de 9 a 12, y se llama Diálogo entre libros: ¿Qué leemos en la escuela?, y el tercero de estos talleres 2024 se dictará el sábado 19 de octubre de 9 a 12, y será sobre Texto verbal e ilustración: Libro – álbum y nuevos modos de narrar.
Se puede optar por participar en uno, dos o en los tres talleres. Son arancelados. Cada uno otorga una certificación de la Fundación Tiempo de Saber. Para más información, se puede consultar al Whatsapp 341 3704106 o bien la página de la Fundación. Las inscripciones se realizan solamente por este correo: tiempodesaberfundacion@gmail.com
Beatriz Actis es profesora en Letras por la Universidad Nacional del Litoral (UNL). Es autora de más de cuarenta libros y ha sido varias veces distinguida por su labor literaria. Entre sus libros de educación figura Las aulas de literatura, dirige la colección Lecturas y escrituras de la editorial Homo Sapiens y realiza la selección literaria en libros de textos y antologías para la escuela primaria para diversas editoriales. Formó parte del Plan Nacional de Lectura y del Comité académico de la Maestría en Literatura para Niños (UNR). Imparte cursos de capacitación destinados a equipos directivos y docentes en la Argentina y el resto de Latinoamérica. Y conduce el programa de radio Espacio Libro, que también puede verse en Youtube, en AENV (Así es Nuestra Vida).
Prácticas lectoras
Los talleres a cargo de Beatriz Actis tienen como idea principal abordar la lectura de literatura para niñas, niños y jóvenes, desde las problemáticas y tendencias actuales, además de indagar en otras prácticas lectoras.
El lugar de la literatura en las prácticas lectoras y el papel de las y los mediadores forman parte de esas problemáticas a debatir. “Todo el tiempo se habla de literatura para chicos, para niños o para las infancias, siempre haciendo una diferencia entre literatura para chicos y para grandes, que a nivel operativo funciona. De todas maneras, hay que seguir hablando de un estatus de literatura y después modalizar”, invita Actis.
La mediación es otro de los aspectos que la escritora considera relevante. Es la tarea que asumen docentes, bibliotecarias, familias y otras personas que están en espacios formales y no formales donde circula la literatura. “¿Qué pasa con esos mediadores? ¿Qué se busca en esa tarea?”, se pregunta Actis en voz alta, y se explaya sobre aquellas prácticas donde el uso de los textos condiciona lo específico de la literatura.
Por ejemplo –cita la escritora–, un psicólogo que hace un curso terapéutico y ofrece un texto acorde a lo que necesita o bien un docente que lo hace para relacionarlo con algún contenido de la clase. “Con esas prácticas –advierte– corremos el riesgo de condicionar la especificidad literaria. La literatura para chicos es literatura básicamente, no tiene por qué ser vehículo explícito de algún mensaje que permita o la función docente o la función terapéutica. Un buen texto desde ya va a abrir un montón de construcciones de sentido y un montón de interrogantes diversos. Por eso es literatura”.
Actis convoca a recuperar el lugar de las y los lectores: “Ese uso que se hace de la literatura para chicos hace ver que se está leyendo en un cierto sentido, y lo que hay que recuperar es que seamos lectores en primer lugar, y como mediadores recuperemos nuestra función lectora”.
Señala la importancia de reconocerse como lectoras y lectores para luego pensar en mediar con la literatura. “Si no sos lector difícilmente puedas propiciar la lectura de otro. Ahí hay una cuestión a trabajar sobre la propia formación lectora personal, ni siquiera profesional, de los docentes”, afirma.
Trae a la charla una famosa reflexión de la investigadora Emilia Ferreiro en la que explica que si fuera obligatorio enseñar a nadar en las escuelas habría piletas en todas y el docente que enseña a nadar tendría que saber nadar también. Una analogía que hace con los libros y la formación lectora.
Propone dar herramientas para profundizar en la lectura y no limitarla a actividades “impresionistas o voluntaristas”. “Si se pretende complejizar la lectura y no simplificarla, pasar de lo dicho a lo no dicho que es llegar a lo literario, leer, interpretar y no decodificar, tenés que dar herramientas para esa interpretación”, explica, y destaca que “el desafío es recuperar el placer de leer pero interpretando lo que se lee, porque no se puede disfrutar de lo que no se conoce ni se entiende”.
“Se lee literatura para tener herramientas para leer el mundo; para interpretar el discurso de los medios, de la clase dirigente, el discurso social”, se explaya la autora santafesina.
Desde su doble trabajo de escritora y docente afirma que otro de los desafíos es “abrir el canon literario escolar”. Para esa meta, otra vez lo primordial es reconocerse como lectora, como lector y privilegiar la calidad literaria. Dice que se trata de “armar pequeñas comunidades de lectores dentro de las instituciones, recomendarse libros, pasarse datos”. Un camino también para salir de esos mismos autores y autoras que todos los años se leen en las escuelas o son los que llevan las grandes editoriales.
—“¿Por dónde empiezo? ¿Cuándo? ¿Hay una edad?”, suelen preguntar docentes y familias que buscan acercar a las chicas y los chicos a los libros literarios.
—Hay libros para bebés, para que se familiaricen con un objeto libro. Hay con sonidos, para cuando se bañan. Son como un estímulo que diferencia el juguete del libro. Y, a medida que crecen, se articulan y potencian mutuamente con la oralidad. Sin perder el relato y el juego de palabras, la musicalidad. La idea es que haya libros circulando, diversos. Si no hay en casa, la biblioteca popular está donde no hay nada. La infraestructura pública sirve. Lo importante es que haya una familiaridad de que el libro es una de mis posibilidades entre mis prácticas. Y también perder el prejuicio sobre cierto tipo de libros y temáticas. Si es adolescente y está leyendo lo que le recomendó un youtuber o la saga de una película, que lo lea. Porque es una etapa de la vida donde se va formando criterio, por lo menos hay un hábito, un interés; y en el soporte que sea. La escuela es la que tiene que dar herramientas para tener una mirada crítica en relación a lo que se lee, y para leer otro tipo de títulos y autores a los que a lo mejor los chicos no acceden, a veces por el bombardeo del mercado. Y, ¿hay que leer? Y, sí, habría que leer, pero a lo mejor no se lee literatura, por eso hablo de prácticas lectoras. Hay que leer desde deporte, divulgación científica, sobre el mundo del espectáculo, no pasa por ser demagógicos sino realistas de qué lee el otro, cuáles son los consumos culturales. Por ahí es mejor que vean Intensamente 2 (película infantil) y no que lean esos libros de las emociones para chicos direccionados y de dudoso valor literario. O mejor, que se den cuenta que en la literatura las emociones aparecen en la complejidad de un personaje.
—¿Sirve el libro de texto único en la escuela?
—Es un tema controvertido. El viejo manual o libro de texto tiene este riesgo: el de ser un saber totalizador, ahí está todo, y que sea la única fuente que haya en el aula. De todas maneras, también una entiende que para la organización del trabajo en el aula está bien que todos tengan un material común, con el que después se puedan hacer recorridos de lectura, ir a otros textos. Entonces, me ordena el trabajo como docente y es un punto de partida para buscar material complementario y otras fuentes de información. Como tengo escuela sé que son cosas del mundo práctico de la lectura.
—Efémerides, literatura y memoria, es el tema del primer taller. ¿Por qué y cómo está pensado este encuentro de lectura?
—Circulo mucho por las escuelas, en mi rol de escritora y desde la formación docente. Lo que veo es que la efeméride sigue siendo “el acto” (escolar), bajo una fuerte presión institucional, en especial en la primaria. Lo que planteo desde lo literario es trabajar por un lado la relación literatura-memoria histórica y, por otro, la conciencia ecológica, que no es sólo celebrar la naturaleza sino ver cómo opera lo político y social en la naturaleza. La propuesta general es trabajar todo el año una serie de textos literarios en el aula en los que la dimensión de la memoria histórica o de la conciencia ecológica puedan aparecer junto con otros aspectos que se tomen, fuera de las coyunturas. Se escribe y se cuenta para no olvidar, y para tener más elementos para interpretar la realidad actual.
“Meterse a la pileta es otra cosa”
“Si aprender a nadar fuera definido como un contenido escolar para todos los niños, debería haber piletas de natación en todas las escuelas y los maestros deberían saber nadar. Además, seguramente, a nadie se le ocurriría dejar a un chico solo en el medio del agua y se harían todos los esfuerzos para que no tuviera miedo de entrar a la pileta, con la suposición de que todos pueden aprender a nadar.
Les pedimos que aprendan a leer y a escribir, pero sin libros ni bibliotecas (sin pileta), creyendo que algunos van a poder y otros no, y sobre todo, pretendiendo que les resulte evidente la relación entre los sonidos del habla y las marcas de la escritura (algo así como enseñar a nadar solo a quienes ya saben flotar por sí mismos). Entrenamos la mano y el ojo, descomponemos rápidamente las palabras, que es como entrenar movimientos aislados fuera de la pileta. Meterse a la pileta es otra cosa. Es entrar en un ambiente aIfabetizador. Esta es una expresión que algunos han usado como referida a un conjunto de objetos desvinculados de las prácticas sociales que les dan sentido. Cuando decimos ‘ambiente alfabetizador’, estamos pensando en la introducción a la cultura escrita, la cual no es un conjunto de libros y carteles en un rincón del aula sino un conjunto de prácticas sociales que se organizan alrededor de lo escrito (…)”. Emilia Ferreiro. (Ciudadanos de la cultura letrada, entrevista de Mirta Castedo a la investigadora Emilia Ferreiro para la revista El Monitor; Ministerio de Educación y Cultura, Buenos Aires, 7/2000).
Publicado en el semanario El Eslabón del 27/07/24
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