Es cierto que vivimos en tiempos convulsionados, también lo es que gran parte de la otrora clase media progresista no encuentra lugares de participación política. Lo más transgresor que tenemos hoy son expresiones culturales de un descontento que no halla la manera de que algo sea transgresor. En este contexto apático, la imposibilidad en nuestro país de desarrollar políticas desde los poderes ejecutivos en los diferentes niveles de la administración pública debido al alineamiento incondicional de los municipios de Santa Fe al gobierno provincial, y la sumisión del poder político de Pullaro a los lineamientos neoliberales de recorte y achique del gobierno nacional, que no es más que transferencia de riqueza desde los sectores populares a las grandes corporaciones. Pareciera que no se puede hacer nada por los sectores vulnerables. En estos momentos es cuando sentimos que abandonamos el proyecto de un mundo mejor y nos dedicamos a trabajar e intentar llegar a fin de mes. Son muy pocos los optimistas que creen, no que se pueda dar vuelta la taba, sino que vale la pena luchar, en primer lugar para poder irnos a dormir tranquilos, a sabiendas que estamos poniendo nuestro granito de arena para que cuando venga la avalancha nos encuentre en sintonía con quienes piensan igual que nosotros. 

El miedo al carpetazo, el linchamiento mediático y digital, la no reacción a la virulencia de algunos descerebrados en la calle, son algunos de los métodos utilizados, para que nos guardemos en los cuarteles de invierno. El bombardeo de los medios hegemónicos apelando a la paciencia, a la inevitabilidad y en última instancia a la resiliencia, como modalidad de apaciguar cualquier intento de rebelión. El celular pegado a los dedos en un scrolling triste que sólo nos permite reír por memes y otros artilugios vacíos de contenido. Lo circunstancial llevado al lugar de trascendencia, lo banal encriptado en la seriedad de las formas, la noticia dramatizada al extremo, cualquier cosa es ofensiva, y la única variable de medición son cantidades. Likes, match, corazoncitos y emojis que te ponen en un lugar de ser evaluado por estadísticas y algoritmos que te dejan ser o te hacen cambiar. 

¿Cómo te atrapa la sociedad de consumo? El aparato de captura del capitalismo tiene que ver con la axiomatización de cualquier elemento que ponga en crisis el sistema, lo apropia, lo vacía de contenido y lo pone a circular en el circuito de producción y consumo. El problema que tenemos hoy es que esos mecanismos ya no se encuentran afuera nuestro, sino embebidos en nuestros deseos, en lo más profundo de nuestro ser, y se dan la mano con nuestro inconsciente, es la única manera de aceptar tanta banalidad y berretitud. No hay modo de escapar desde la ideología. 

En primer lugar, debemos aceptar nuestras contradicciones, quizás hoy la más profunda es que somos los conservadores de esta época. Somos quienes defendemos el Estado de bienestar, un concepto del siglo pasado, defendemos la soberanía, la política, el sindicalismo, defendemos la inclusión social, la equidad, defendemos a los desprotegidos, a los vulnerables. Hay una discusión ética y pragmática, la primera exige un debate profundo acerca de los valores que estamos dispuestos a sostener políticamente, la segunda tiene que ver con cómo llevar adelante eso que decimos. Es importante hacerlo debido a que en los últimos años hemos escuchado muchas veces discursos que vienen desde ideologías revolucionarias que plantean hermosos destinos posibles sin sujetos que los sostengan. Desde sectores progresistas plantean nuevos derechos y garantías, como si fueran a ocurrir por algún raro designio de la naturaleza. Estas posiciones deterministas impiden plantear tácticas y estrategias, y llevar a la práctica acciones que permitan instalar la problemática en la sociedad, generar apoyos y buscar las maneras de conseguir nuevos derechos surgidos de este momento histórico. El disenso es importante en esta construcción, porque no es necesario que todos pensemos del mismo modo, ni que vayamos por los mismos caminos para conseguir los objetivos que nos propongamos.

Estos momentos de confusión también están, como nuestros deseos, atravesados por la economía. No creo que haya que abolir la ciencia de los intereses, pero si, cuando menos, dejarla a un costado de la cotidianeidad. Reinterpretar el sentido de nuestras vidas desde otro lugar que no sea el del dinero, real o virtual, es una tarea que tiene que estar en nuestra vida cotidiana, es una tarea individual, porque nuestros deseos son propios. Es cierto que lo colectivo siempre ayuda a descentrarse de uno mismo, y por ende también recuperar lo colectivo es importante. Pero los espacios plurales deben volverse pluralistas, no alcanza con que participemos personas diferentes, sino que dejemos de querer tener la razón en función del bien común. Que podamos escuchar, que eso que escuchamos tenga un valor para nosotros. La ideologización ha roto muchas organizaciones del campo popular con principios insostenibles en estas latitudes y aplicados al pie de la letra desde su lugar de origen. 

Las ideologías no han muerto, pero se han convertido en un modo de fragmentación de los espacios de participación políticos, sindicales, sociales y culturales, y termina en definitiva en competencias individuales por lugares de poder ficticio, en una representación vacía o simplemente para conseguir un cargo en algún lado, el vaciar de contenido el proyecto político en virtud de aspiraciones individuales ha sido el panteón de muchas construcciones, no tenemos margen para que nos suceda de nuevo.

Tenemos que poder lograrlo, tenemos que poder hacerlo, porque de eso depende que la gente que vive al día, o que no llega al 15, pueda volver a sonreír, porque guita no va a haber, pero si quedan motivos por los que juntarse a pensar un mundo mejor, si logramos mirarnos al espejo y ver que estoy haciendo lo que puedo, que soy un ejemplo para mis hijos, que nos bancamos entre todos y que no dejamos que nadie muera de hambre, estamos más cerca de construir una nueva utopía, una nueva esperanza, que sólo servirá de horizonte, y que para estos tiempos es un montón.

Publicado en el semanario El Eslabón del 03/08/24

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