El gorilismo odiador se torna cada vez más difícil de soportar. La denuncia de Fabiola Yañez contra Alberto Fernández exacerba la ferocidad de los propagadores de la violencia contra el género peronista. Responder las nuevas provocaciones es siempre urgente y obliga otra vez a primero soportar la bofetada también en la otra mejilla. Poner la jeta entera en favor del amor y la igualdad duele y cuesta cada vez más pero sigue siendo la más efectiva defensa del Movimiento Nacional y Popular que generamos millones de humanas y humanos, entre las y los que somos la enorme mayoría quienes preferimos amar por sobre todas las cosas.
Amar incluso a un Federico Andahazi, que por televisión afirmó algo así como que “Fabiola” expresa a la sociedad golpeada, violentada, abusada y “Alberto” representa al único responsable de tales aberraciones, que es “el kirchnerismo”. Amarlo hasta rogarle que trate de entender que su tajante conclusión golpea, violenta y abusa de mi humanidad y la humanidad de millones que fuimos, somos y seguiremos siendo peronistas y “kirchneristas”; y que no queremos ser por eso un mal que a él le pese.
Hay que amar a Andahazi y a los voceros y voceras de la violencia contra el género peronista hasta poder contarles que el amor que preferimos no cabe en generalizaciones y simplificaciones como las que ellos gatillan con prisa y sin pausa. Amarlos hasta pedirles perdón si entre millones en este Movimiento hubo o hay quienes apenas los hayan ofendido, hasta que vean que el amor que preferimos no absuelve ni condena conductas personales; pero siempre las afronta y las trasciende.
El amor que preferimos implica asumir y tropezar con no pocos yerros, imperfecciones, defecciones, traiciones, que devienen en lamentables retrocesos y demoras en el transitar por el rumbo compartido, que renuevan los maltratos de Andahazis varios.
Hay que amarlos hasta que sepan que esas demoras en el camino hacia el amor y la igualdad conmueven y enojan mucho más a estas y estos millones en Movimiento que lo transitamos que a quienes lo (nos) desprecian al punto de pretender eliminarnos.
Por favor, sépanlo: aunque nos odien degeneradamente, aunque nos quieran desaparecer una y (treinta) mil veces, nuestras armas son invencibles.
Ojalá que por lo menos Andahazi, que es escritor, haya leído a otro escritor, Juan Gelman, cuando advirtió a quien quiera oírlo que
“los atacantes del amor
enmascarados por el mundo
asaltan en la calle
cuidado son terribles
aman como porfiados
quieren de pura voluntad
o la memoria les funciona
de modo tal que les importa nada
el odio el gran castigo
y besan contra todo
contra todos también confiando
que alguna vez alguien alguno
empuñe su ternura
empiece a fusilar”.
Publicado en el semanario El Eslabón del 17/08/24
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