Psicólogo de profesión, docente universitario y apasionado lector, Miguel Ángel Gómez publicó su primera novela, La Ugarte(CR Ediciones), un policial negro que nos sumerge en un mundo de atajos, desvíos, negaciones, y deseos irrefrenables.

Miguel Ángel Gómez es psicólogo de profesión y docente universitario. Tiene una larga experiencia practicando el psicoanálisis y publicó gran cantidad de artículos y ensayos sobre el tema. Pero el año pasado ingresó en un terreno inexplorado y escribió su primera novela policial, La Ugarte, que se va a presentar el miércoles 21 de agosto a las 18 en el Museo Estévez (Santa Fe 748). El libro fue publicado por el sello rosarino CR Ediciones. Lo acompañarán Pablo Zöpke y el autor de esta reseña. El encuentro incluirá una sección musical a cargo del tenor Lisandro Lagos y del pianista Álvaro Reitano.

El mundo ficcional de Gómez (asiduo lector de novelas policiales de los orígenes más diversos) nos hace participar de un universo de personajes oscuros, desconfiados, que se mueven en un mundo donde todos mienten y hacen trampa: apuestan fuerte y no aceptan la derrota, aunque saben que las cosas no siempre salen como estaban previstas. El Eslabón entrevistó al escritor en su despacho.

Se ven dos bibliotecas imponentes, con esculturas y fotografías, entre las que sobresale una de Sigmund Freud y su hija Sophía, una serie de reproducciones de esculturas talladas en mármol blanco del artista italiano Gian Lorenzo Bernini; Amor y Psiqué, La Piedad de Miguel Ángel, y una Venus de Milo sigilosa, que parece mirar el cuadro de Salvador Dalí Metamorfosis y narcisismo

En el escritorio, aparece una agenda del Malba y un souvenir con la inscripción “The World’s First Temple Göbekli Tepe” (“El primer templo del mundo, la colina del ombligo”), un antiguo santuario del sudeste de Turquía, considerado el lugar donde pudo emerger “la conciencia de lo sagrado” y su paso a la chispa de la civilización.

—¿Cómo empieza tu relación con los lenguajes y los discursos literarios, que plantean ficciones, sueños y formaciones del inconsciente?

 —Desde que era un niño que cursaba la primaria, mi madre me estimuló a leer y a estudiar, en esa época me regaló una serie de cinco volúmenes del Diccionario Enciclopédico Vox, allí empecé a gestar mi interés por el significado de las palabras. Hace algunos años empecé a participar de algunas experiencias y espacios literarios, especialmente motivado por la potencia creativa, estética y sublimatoria de la escritura.

—¿Esos recuerdos potentes de tu historia personal de qué manera han incidido en tu profesión y cómo potenciaron tu interés por la escritura?

—Tengo la convicción de que fui habitado por una polifonía de voces y letras que me motivaron a la curiosidad y a contar con una voluntad férrea por interpretar los alcances de la profundidad y perplejidad de la psiquis. Hubo dos paradigmas que me entusiasmaron, desde hace tiempo: el indiciario y también el de historias de vida.

—Primero te dedicaste a trabajar como analista, ¿pero a partir de qué momento la escritura empieza a formar parte de tu voluntad y oficio?

 —Desde la década del noventa junto con el nacimiento de mis hijos, en ese momento descubrí que la escritura era para mí un gozne, una bisagra que contribuyó a dar curso y cauce a mis pensamientos, persuadido de la idea de no poder pensar los dos campos como una completud o armonía, por el contrario, siempre suscribí a la idea de las heterotopías, las elipsis y desvíos, porque de esa estofa están hechos los discursos. Más bien, adhiero a pensar a los discursos como deformaciones y perplejidades, más que a la armonía y equilibrio. Lograr claridad, dar testimonio del trabajo y potenciar la capacidad crítica fueron los tres ejes más importantes que pude pensar para el oficio de escribir.

—¿Desde que empezaste a estudiar Psicología tuviste otros intereses además de la escritura?

—Sí, soy de intereses múltiples, me gusta la docencia, el trabajo en territorio, la investigación porque tuve dos pilares sólidos que me pintan de cuerpo entero: la curiosidad y la voluntad por conocer la técnica, todo lo que aprendí o ejercité lo apoyé en ese andamiaje. 

—¿Qué significa para vos escuchar, escribir, dar testimonios de tu práctica y pensamientos?

—Para mí escuchar es un acto de valor simbólico que reviste responsabilidad y voluntad, una instancia ética que suele estar devaluada y resistida, me refiero en estudiantes de carreras como Psicología. Esta práctica y experiencia del análisis es tan importante como evitar quedar atrapados por algunos dogmas y engaños bajo la hegemonía de discursos rígidos o verticalistas. Escribir, para mí, es un oficio para sublevarse y propiciar una emancipación, es un instrumento para interrogar las influencias dominantes tanto de nuestros afectos cercanos como de algunos sistemas de pensamientos dominantes que suelen emparentarse con lo ideológico y lo político.

—¿Por qué decidiste escribir una novela?

—Porque es una experiencia única que me permitió vencer mis resistencias, desplegar la imaginación e inventar una historia verosímil. Descubrí un ápice de libertad, donde los personajes se enfrentan a sus propias contradicciones y andan por la vida, buscando placeres y otras cosas, sin saber que a veces no todo sale como estaba previsto. En eso radica tanto la literatura como esta novela, gestar un hilo de suspensos y enigmas, sin contar siempre con la certeza de poder olvidar.

—¿Cuál es el género de tu novela, próxima a ser presentada en nuestra ciudad?

—Es una novela negra, (en inglés, “hard-boiled”) al decir de Raymond Chandler, donde la narración conduce al lector a navegar por aguas turbulentas, una trama que invita a descubrir atajos y por esos desvíos, los personajes ponen al descubierto préstamos, pérdidas y distintas ocasiones inoportunas del deseo. Me interesa que escribir resulte un insumo para suspender el valor de una verdad única y universal, tengo un especial interés por los mecanismos perplejos y de conmoción psíquica, por ejemplo: la negación, ocultamiento de pruebas y los silencios en este género.

—¿Qué es escribir hoy para vos?

—Es un acto de resistencia, para transformar las cosas impuestas e inscribirlas en una cartografía ficcional a nombre propio. Es una experiencia para evitar quedar atrapado en una encerrona burocrática, por eso pienso que escribir y analizarse son dos recursos simbólicos importantes. Admito que desde algunas instituciones y lugares no se acepten los disensos y las voces minoritarias, de allí siempre trato de alejarme. Para mí escribir es contar con una polifonía de voces que permitan la circulación de significaciones múltiples, donde el acento está puesto en precipitar una caída, instaurar una pregunta y propiciar un duelo para no quedar atrapado en una hipoteca que impida desear y soñar, por seguir oprimido por una fuerza dominante.

—¿Suscribís a la idea de pensar que la escritura despierta o estimula una responsabilidad?

—Sí, acuerdo, para mí es un acto académico y político, porque estamos inmersos en un sistema de intercambios, dones e hipotecas que no sólo comprometen la economía monetaria, también suelen afectar e incidir en la “economía libidinal”, por esa razón interrogar allí donde antes reinó la imposición, las órdenes y las prohibiciones son la base de una escritura ética.

Publicado en el semanario El Eslabón del 17/08/24

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