Vamos dejando de contar los años para empezar a registrar las décadas. Desde aquellos pibes que, con impulso vigoroso, se lanzaron a construir un medio con todas las letras, hasta estos hombres y mujeres que, además de seguir integrando a las nuevas generaciones continúan con una tarea impecable, ha transcurrido mucho tiempo.

Para sorpresa de tantos, esa potencia no ha decrecido. En el debe de nuestros antecesores periodísticos quedó latiendo la bronca ante lo efímero de soportes que envolvían contenidos trascendentes. Cuando se le pedía referencia a don Arturo Jauretche sobre algún artículo, respondía: “Debe estar en el número 4 o en el 5”. Si se lo elogiaba por memorioso, sacaba a relucir su humor filoso: “Es que nuestras publicaciones nunca pasan del 4 o del 5”. 

En este nuevo ciclo de periódicos, revistas, radios, webs de orientación nacional popular, lo estamos logrando. El Eslabón –¡en papel!– además de emplear el resto de las vías, perduró orgulloso en un mundo etéreo. Y lo hizo sin quebrar su lineamiento. Certeza informativa, hondura analítica. Un medio situado en Rosario, en el Sur, en el pueblo. Ambos factores –continuidad y orientación– configuran una satisfacción que opaca las dificultades muy variadas que ha sido necesario enfrentar. 

Este es el tramo de mayor complejidad. Es el momento en que los periodistas que escogimos el sentido nacional a la hora de laborar, sentimos que de poco sirvió la opción, que nuestra gente derivó por otros senderos, que el voto colectivo se dejó meter el perro justo cuando el mundo abría sus puertas para el lucimiento argentino. 

No es fácil afrontar la perspectiva de haberse esforzado en vano. Quizás sea así. Aunque en una de esas, no. 

Los que estamos en estas páginas, y los que ya no se encuentran aquí, podemos decir, sin macaneo alguno, que interesantes ideas que hoy circulan en el pueblo surgieron del medio que tiene entre manos, lector. También, que al igual que aquellos míticos Cuadernos, este espacio opera como puente entre generaciones, para que la bandera no se incline. Asimismo, que tantas verdades ocultas por otros rotativos, fueron develados aquí, y ya forman parte del conocimiento público.

Y sobre todo, que hemos podido compartir un lugar con quienes queremos, respetamos, sabemos hermanos.

Con la identidad a flor de piel, con el empedrado rante de una ciudad vibrante, con el cerebro latiendo junto al corazón, gritemos ¡Viva El Eslabón! Precisamente, porque está vivo.

Publicado en el semanario El Eslabón del 07/09/24

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