Mi hermana Flor me comentó que Juane, junto a algunos compañeros de la facu, iba a empezar a publicar un periódico, mensual. Eran años complejos en todo sentido. Yo ya laburaba en radio desde hacía unos años y celebré que ese loco bonachón que se acomodaba los lentes y te hablaba mirándote a los ojos se lanzara a semejante aventura. Desde los inicios fui un gran lector de esas páginas que chorreaban verdades de tinta que en otros medios era inimaginable tuvieran lugar. Me acuerdo de memoria de algunas tapas y tengo en la heladera de casa un imán con una de las que más ruido hizo: aquella en la que se veía una especie de marioneta de cartón con la cara de Ángel Baltuzzi, por aquel entonces (septiembre de 2000) ministro de Gobierno provincial. “No me van a correr con la vaina cuatro pendejos de Hijos”, rezaba el título, y la frase –un textual del propio Baltuzzi– en realidad concluía con el aún más provocativo “que no vieron una picana ni por internet”.

En alguna juntada de Hijos, agrupación que nos abrazaba a ambos, le comenté a Juane que quería escribir una nota sobre el clásico rosarino que se jugaba (y se sigue jugando) en una canchita de Corrientes al 4800 el día previo al derby oficial. “Metele para adelante, loco”, me respondió. Corta. Esa fue la primera de muchas y en algún momento le propuse hacer un suplemento que girara en torno a una pelota de fútbol pero para contar otras cosas. La respuesta fue otra vez la misma. Así nació La Bola, que hacíamos con Julito Rodríguez y el Kurt Lutman, y que mi hermana Flor diseñaba y diagramaba. Hoy sigo haciendo la sección deportes, que se sigue llamando La Bola aunque ya no es suplemento, con el Facu Paredes, con quien jugamos de memoria desde que se sumó a las filas de esta casa de papel que es El Eslabón.

No me fui nunca más de El Eslabón. Se me vienen a la mente los cierres eternos con Juane durmiendo siestitas arriba de una mesa, las fiestas inolvidables que hacíamos para juntar guita o celebrar algún aniversario, los asados y los fulbitos en el cámping del Sindicato de Prensa, las coberturas de audiencias en los tribunales federales donde después de mucha lucha pudimos juzgar y condenar a los genocidas, entre ellos a los asesinos del papá de Juane y del mío. 

Hoy me toca cumplir el rol de Director y el jueves, que es cuando cerramos la edición que sale a la calle los sábados, es el mejor día de mis semanas. Y cada vez que entro a la cooperativa/redacción espero ver a Juane, sentado en la compu, acomodándose los lentes y mirándome fijo a los ojos mientras me dice: “Hola loco”.

Publicado en el semanario El Eslabón del 07/09/24

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