De paso por Rosario, el guitarrista, compositor y cantor Juan Carlos Tata Cedrón se prendió en un mano a mano con El Eslabón. Su infancia en Mar del Plata, las lecturas de Mark Twain y Roberto Arlt, el exilio y la militancia.
Así como el periodista Rodolfo Walsh puso en palabras el fusilamiento de presos políticos en un basural de José León Suárez, ocurrido el 9 de junio de 1956 en el marco de la dictadura cívico-militar autodenominada Revolución Libertadora, dieciséis años después el poeta Juan Gelman transformó en versos el asesinato clandestino en Trelew de militantes que habían intentado fugarse del penal de Rawson. El libro de Walsh fue llevado al cine bajo la dirección de Jorge el Tigre Cedrón. Los textos de Gelman fueron musicalizados por Juan Carlos Tata Cedrón. Los hermanos Cedrón tuvieron que exiliarse ante el inminente golpe de Estado que azotó al país en 1976. El Tigre murió apuñalado en circunstancias muy poco claras en una comisaría parisina. El Tata volvió 30 años después a su patria y al cierre de esta edición se presentaba en el complejo cultural rosarino Refi Comunidad, en formato dúo con Daniel Frascoli. Antes de eso, se prestó a una extensa y amena charla con este semanario. Y dejó máximas tales como “tras el golpe de Estado del 55 comenzaron todas las desgracias del pueblo argentino”, “los periodistas ridiculizan al presidente Milei y se ríen, pero en este momento no hay nada de qué reírse” y “la música es el amor, es el cariño, es el dolor, es una filosofía de vida”.
Silbando huellas
Al ser consultado por las sensaciones que le genera tocar en Rosario, el Tata se deshace en elogios y recuerdos: “La verdad que lo buscaba hace tiempo porque fui bastante a Rosario pero hace rato que no venía. La primera debe haber sido cuando cerramos (el disco) Gotán en el año 66, 67. Teníamos el trío con Miguelito Praino en violín y César Stroscio en bandoneón. Hicimos una primera gira en Santa Fe, Resistencia y Corrientes, y pasamos por Rosario y tocamos ahí, fue muy lindo. Después volví mucho, cuando me fui a Francia en el 74 y volví en el 84, un amigo mío, el Cacho Acosta, me llevaba siempre, y también el Pichi (Héctor) De Benedictis. Y después dejé de ir. Pero me gusta mucho Rosario, hermosa ciudad, y los surubí que me comía ahí eran muy ricos (risas)”.
—¿Cómo te sentís con este formato dúo?
—Mirá, Frascoli tocó 10 años con nosotros en el cuarteto, el guitarrón, haciendo la parte del bajo. Es un músico muy dúctil, me sigue muy bien, me espera, cuando me equivoco me pone la nota bien, está muy atento. Le gusta tocar con nosotros, le gustan mis canciones, es un dúo de amigos. Lo llamamos Canciones criollas, como Nelly Omar que decía que cantaba canciones criollas, y tocamos tangos tradicionales como Yuyo verde, por ejemplo, La viajera perdida de Troilo. Y después temas míos, para variar (risas), que son canciones, como diría Jaime Torres, «mansas»: no matamos a nadie, no le pegamos a nadie, no protestamos, son canciones”.
—¿Cómo nace tu pasión por la música?
— A los 10 años nos fuimos a vivir a Mar del Plata con mi familia, con mis seis hermanos, mi viejo y la vieja, a una casita de piso de tierra. A la noche no había luz, entonces con una lámpara de no sé qué, mi viejo, que era un fenómeno, nos juntaba en la mesa después de comer y cantábamos un poco cada uno. Había unos vecinos también que eran medio yugoslavos y ahí cantábamos todos y a mi hermano Alberto, el mayor, se le ocurrió pedir que le compraran una guitarra. Pero tocó un poco y no le gustó, no siguió. Ahí yo agarré la viola y no la solté nunca más. Cantábamos cosas de Gardel, de Magaldi, Yupanqui, los hermanos Ábalos, Troilo, Pugliese, escuchábamos todo eso y esa fue mi formación. Cuando compongo, compongo con todo eso en mi memoria.
—¿Qué te llevó a musicalizar poemas?
—Cuando quise empezar a componer, a los 20 años, en los 60, yo vivía en Mar del Plata, en el campo, entonces no tenía el entorno de la poesía del tango, como Cátulo Castillo, Homero Manzi, entonces empecé a tomar poemas de (Raúl González) Tuñón, de (Julio) Huasi, de Gelman. Leía mucha poesía, poesía que no sé por qué pero mágicamente alguna me tocaba y me daban ganas de cantarla, y así salía la canción.
—La lectura, la literatura, ¿te la inculcaron tus viejos?
—Mi viejo era un tipo culto, era mecánico, ceramista, inventor, era divino. Le gustaba escuchar buena música también, valoraba la música argentina, la música que se llamaba de tierra adentro. Era la época de Perón y se escuchaba mucho folclore en las radios. Nosotros escuchábamos la radio municipal, que pasaban teatro también, entonces tenía un panorama muy amplio. Y después mi viejo leía, leía libros, revistas para hacer cosas, de todo. Mi hermano Alberto también fue un gran lector y ahí me prendí yo. Cosas de Mark Twain, que era buenísimo, y después pasamos a autores argentinos, Roberto Arlt sobre todo, el Martín Fierro, Piglia.
—¿Y la militancia de dónde te viene?
—Primero que yo viví el 45, cuando fue lo de Perón el 17 de octubre. Mi viejo era socialista pero no antiperonista. Mi vieja sí era antiperonista. Cuando vino el golpe de Estado del 55, que me parece a mí ahí comenzaron todas las desgracias del pueblo argentino, me metí de lleno. Antes era un ciudadano que participaba en las cosas que había que hacer para dar opinión, las manifestaciones, empecé a trabajar mucho en las universidades, hablaba mucho con los estudiantes, con un sentido social de izquierda si querés. Y luchaba para tratar de tener gobiernos civiles, con ministros de Educación civiles que educaran a mis hijos. Pero bueno, eso no se termina nunca y la prueba está en que acá tenemos que, de alguna manera, y pronto, lo más pronto posible, tenemos que meditar de una forma seria el país que queremos. Yo veo un poco de televisión para informarme, sobre todo de Francia porque tengo hijos allá, y acá también, y los periodistas lo ridiculizan al presidente Milei y se ríen, pero yo creo que no hay nada de qué reírse. Es grave, muy grave lo que está sucediendo, con la cultura, por supuesto, pero con todo, con el laburo, echando gente, le sacan los medicamentos a la gente que tiene cáncer, quieren cerrar hospitales, es un desastre lo que están haciendo, están vendiendo todo. Entonces eso no es para reírse. Y los diarios, Página 12 por ejemplo, los abrís y hay fotos de este tipo (Milei) por todos lados. Es como el dicho «hablen bien, hablen mal, pero hablen de mí». ¿No hay otras cosas que contar? Hablen más de una obra de teatro, de que se hizo una canción, de que hay pintores, que en los barrios están pasando cosas muy lindas, de solidaridad con la gente. Una de mis hijas va todos los sábados a un lugar jodido y les hacen de comer, hacen títeres. Y ahora inclusive con este asunto del justicialismo, que se pelean, que no se pelean, ¿están en pedo o qué? No es momento para andar peleándose y mostrando sus miserias. Y los políticos que van y votan las leyes que votaron, los radicales… ¡por favor!
—¿Qué significa la música para vos?
—La música es el sonido. Hay sonidos en la tierra, de pajaritos, del aire, de las hojas, de vendavales, de un perrito. Y después están los artesanos, los artistas que fabricaron instrumentos e hicieron música con esos sonidos. Los sonidos son importantes, y después están los instrumentos que le dan un color diferente y esa es la riqueza que tiene la música. Después hay que tratar de expresar lo que uno siente, puede ser con palabras, puede ser con notas, es algo que está en el aire.
La música es el amor, es el cariño, es el dolor, es una filosofía de vida.
Publicado en el semanario El Eslabón del 26/10/24
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