El periodista y escritor Juan Cruz Revello lanza Los Piojos en los 90. Del barrio a los estadios, libro que refleja una década muy productiva del rock nacional con base en la banda de El Palomar.
Los “mercados hambrientos que perforan la estación como largas culebras”, “los trenes de piedra”, “el pequeño Big Ben” y las “piedras rojizas” que retrata Andrés Ciro Martínez en la letra de Los Mocosos, incluida en el álbum debut de Los Piojos Chactuchac de 1992, debe ser una de las pinturas más realistas de la Buenos Aires que conocemos al llegar por primera vez quienes no nacimos en ella. Esa prosa fue la que inspiró en gran parte al juninense Juan Cruz Revello a presentar un proyecto ambicioso que buscaba bucear en las profundidades del rock argentino tomando como premisa la trascendencia de la década de los 90, con todas sus contradicciones, para quienes transitamos la juventud en aquellos años de menemismo explícito y un altísimo índice de injusticia social, y que encontramos en el rock un refugio invaluable. “Es una locura todo lo que pasó en esos 10 años y era una locura llevar adelante el trabajo que pensaba hacer, por eso derivó en este libro un poco más acotado y con Los Piojos, una banda que en su momento curtí mucho, como eje central”, asegura el también autor de La lengua universal. Fans de los Rolling Stones alrededor del mundo.
En la tierra del ruido
Juan Cruz Revello nació en Junín, en el noroeste de la provincia de Buenos Aires, pero desde 1997 vive y labura en Rosario. Tras pasar por varios medios radiales, gráficos y televisivos, actualmente es parte del staff del programa Escenario Mercenario, que conduce Juan Junco en Radiofónica de lunes a viernes de 16 a 18, colabora habitualmente en el diario La Capital y lleva adelante Data Música, un ciclo de entrevistas mano a mano en la plataforma digital Data Diario. Es autor de los libros de relatos La canción justa (2012) y ¿Quién no pensó en matarse alguna vez? (2016) y los ya mencionados La lengua universal (2019) y Los Piojos en los 90 que se encuentra en etapa de preventa.
“Hace algunos años le presenté un proyecto a la editorial Gourmet musical, con quienes ya había publicado La lengua, para hacer un libro sobre el rock en los 90 en Argentina porque para mí en los 90 hubo varias aristas musicales muy interesantes para analizar”, rememora Revellos, y detalla: “Primero porque los artistas que ya eran clásicos sacaron discos bisagras que fueron un antes y un después en su carrera. Charly saca Filosofía barata y zapatos de goma y La hija de la lágrima; Spinetta saca Pelusón of milk y el doble Los Socios del Desierto; Calamaro vuelve de España y saca Alta suciedad, Honestidad brutal y El salmón; Fito, El amor después del amor, los Redonditos llegan a los estadios… Es una locura todo lo que pasó en la escena músical local en los 90”. Como si todo eso fuera poco, Juan Cruz abunda: “También se da el hecho de que protagonistas de los 80 cuyas bandas habían dejado de existir, se desarrollan en los 90 con Las Pelotas y Divididos como dos grandes ejemplos. Bandas de rock fusión, hicieron en aquellos años también lo que se llamó Alternatino, en el 92 viene Mano negra a la Argentina y potencia bandas como Los Fabulosos Cadillacs –que sacan El león y Rey azúcar–, Los Auténticos Decadentes y Todos Tus Muertos, y después todos los subgéneros que los medios nunca le dieron pelota hasta el día de hoy que también se potenciaron un montón, como el heavy metal con Hermética y después Almafuerte, con Rata Blanca que incluso lleva el metal a las bailantas. El punk rock con 2 minutos, Flema y Superuva, y también aparece un fenómeno nuevo que es lo que la prensa etiquetó como el rock chabón, rock barrial o futbolizado, cuyos protagonistas mayoritarios eran La Renga y Los Piojos, aunque también Los caballeros de la quema y Bersuit, que a finales de los 90 también creció mucho sobre todo después de Libertinaje. Y también el hip hop, porque Illya Kuryaki y Actitud María Marta surgen en esos años”. Tras semejante enumeración de hechos que elevan a la década de los 90 a la categoría de nueva era del rock nacional, la respuesta de la editorial fue contundente. “Me dijeron: «Mirá, para abarcar todo eso que estás mencionando vas a necesitar más o menos cuatro o cinco tomos» (risas). Entonces propuse hacer un libro sobre Los Piojos, porque es una banda que yo curtí bastante en esa época y porque me parece que es la etapa de su carrera que me resulta más interesante para el análisis. Y además porque me parece que Andrés Ciro como cronista urbano no está valorado, que la aristocracia intelectual lo mira de costado. Yo nací en Junín y cuando viajaba a Buenos Aires veía los mocosos cuando llegaba a la terminal con el pequeño Big Ben y las piedras rojizas. Esa capacidad de retratar la urbanidad, que es una tradición que se había perdido y que la había iniciado si se quiere Javier Martínez con Manal, o Moris, incluso algunas letras de Pappo’s Blues, que estaba en los 80 con algo de Luca Prodan, Palo Pandolfo, Memphis la blusera, ese relato del trabajador, incluso 2 minutos con Valentín Alsina, que ya desde el nombre del disco es casi una obra conceptual dedicada al trabajo y que en los primeros discos de Los Piojos se va colando todo esto”.
El Diego y el Che
“Mi objetivo, y espero que esté logrado, era que también haya un análisis de la juventud de los 90 y rescatar esto de Andrés Ciro porque me parece que parte de la identidad de la banda tiene que ver con eso y la identificación del público para con la banda”, confiesa este juninense y rosarino por adopción en referencia a su flamante publicación que en los próximos días llegará a las librerías, y justifica: “El subtítulo «del barrio a los estadios» tiene que ver con una oración de una de las letras de Tercer arco, en la que hago hincapié y que de hecho yo quería que fuera el nombre del libro pero la editorial me dijo que era poco vendible, que es «lo mal que se vive, lo bien que se está» porque los 90 tienen mucho que ver con eso, porque las políticas neoliberales a la juventud, o a cierta parte de la juventud, nos dejó desamparados y buscando un refugio que creo lo encontramos en el rock”.
Al ser consultado sobre si esas contradicciones que se vivían en los 90, el dólar uno a uno que permitía que muchos viajaran al exterior o cambiaran el auto, la Ferrari del riojano presidente que se sacaba fotos con los Stones y la desigualdad que calaba más hondo que nunca en la Argentina que padecía esas políticas neoliberales influyeron de alguna manera en que el rock nacional explotara como explotó en esos años, no duda en responder: “Totalmente. De hecho todos los artistas que mencionamos tienen un vínculo muy fuerte con lo social, con contar lo que estaba pasando. Todos desde diferentes puntos de vista pero tratando de relatar lo que se vivía e incluso a describir otros íconos pop, puede sonar polémico a lo mejor, pero que nunca tuvieron tanto protagonismo en la música y en la cultura urbana como en esos años como Maradona y el Che Guevara, que de hecho son dos personajes a quienes Los Piojos le dedican canciones. Las banderas con sus caras en los recitales, los tatuajes, uno iba caminando y veía a alguien con una remera del Che o de Diego y ya sabía que ese era del palo. Ese reconocer a un par y saber que había refugios donde te encontrabas y te abrazabas, le dieron una gran potencia al rock en esos años”.
Publicado en el semanario El Eslabón del 23/11/24
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