Asumido que acá, entre quienes hacemos este periódico, prevalece una casi ancestral desconfianza que lleva a tomar distancia con la milicada de todo tipo, se asume también la responsabilidad de mirar la cosa con otros ojos, sin la anteojera maniqueísta que refracta desde otras lentes. Así como no todos son malos, tampoco son todos buenos, tal como se insiste desde el trípode planbanderista.

La política de seguridad que bajó el índice de homicidios pero no la intranquilidad de la rosarinidad promedio se basa en el buenómetro cargado por la inteligencia asociada de Bullrich-Pullaro-Javkin, que acá asusta más que la otra inteligencia, la artificial.

La dictadura de esta “gente buena” que santifica la represión punitivista y clasista, redobla la estridente estigmatización del delito negro y peronista y extiende el manto de silencio cómplice con los saqueadores seriales de guante blanquilibertario, tiene un brazo armado que arroja cuerpos al río, dispara por la espalda, remata en la frente del que yace en el piso, indefenso; que mata sin siquiera primera instancia, que arroja muertes sesenta por ciento menos que antes según los datos oficiales, que escupe muertes cien por ciento indoloras para la gente buena, que sí va hasta el hueso de las lágrimas y la condena social por el magnicidio del perro olvidado en un auto cerrado, pobre perro que resistió apenas unas horas el régimen de asfixiante de reclusión obligatoria que la monada media aguanta mucho más en comisarías y complejos penitenciarios tortuosos.

Buenocracia al fin, vale admitir que el régimen anti terrorismo narc & pop expone flexibilidades respecto de las medidas adoptadas ante otros fenómenos virales como por ejemplo el del Covid 19. Ahora la cuarentena es de aplicación gradualizada, de permisividad decreciente desde el centro hacia allende los bulevares, y en las más persistentes zonas rojas del mapa de riesgo se monitorea rigurosamente la circulación de infectados a través de las brigadas gatillosanitarias, que ya no tienen las manos atadas para actuar con todo el peso de la buenaley. Incluso hasta en esas zonas rojas, la cuarenbuena tolera permitidos de vez en cuando, como los de las “las noches buenatonales”,  en las que se amplían y refuerzan los dispositivos polipreventorres para que se pueda caminar un buen rato a calle traviesa, no como pasaba antes de esta era de chapulines que se la pasan meta palo a los malos y meta “síganme los buenos”, como si nada que temer pasara.

Publicado en el semanario El Eslabón del 21/12/24

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