Al final del año pasado se estrenó el primer álbum solista de Agustín Priotto, El transa atlántico. Con una sonoridad que explora la amplitud de sonoridades que se preguntan qué es –y qué puede ser– Rosario, las canciones retoman el viejo vicio de contar.
El transa atlántico es un disco que recorre las esquinas de Rosario. De personajes de la noche, del río y los arroyos, retoma una vieja tradición tanguera: aquella que relata a la ciudad –no sólo al barrio, no sólo al Paraná, no sólo al centro, sino a aquella melange contradictoria, de huecos, mugre y hermosura–. Valses, tangos, chamamés –entre otros– hacen el sonido que invoca al viejo vicio de contar, dejando de lado la obsesión (pos)moderna del sujeto ensimismado, del sentimiento puro descorporeizado. La voz que narra, aun cuando es en primera persona, siempre está retratando un paisaje cotidiano, y poblado de aquellos personajes: el Canario Pena, Nicanor Ludueña, el vago que defiende a los vagos.
El transa atlántico –que apareció en plataformas el 31 de diciembre de 2024– es, además, el primer disco solista de Agustín Priotto, guitarrista que pasó por la facultad de música –e integrante del equipo de fútbol de Humanidades y Artes–, así como por Trémulo, trío con el que grabó por primera vez un álbum (De refilón: tangos litoraleños), y La Llevada, cuarteto rosarino “influenciado por el tango, el candombe, y la música del litoral”, en cuyas grabaciones ya se encuentran algunos temas que componen el repertorio del álbum recién presentado. “Uno se va preparando, va teniendo experiencias de aprendizaje –como las que tuve en La llevada y Trémulo–, y ahí empieza a decir «esto yo lo hubiese hecho distinto». Y eso, sumado a que a mí me gusta componer mucho, quería sacar algo que fuera una propuesta estética propia, además de que tuviera mis canciones, y así decidí encarar este proyecto que es el El transa atlántico”, contó Priotto a El Eslabón, en un bar de esquina que recuerda algunos de los paisajes que recorren el disco.
“Es cierto que primero estuvieron las canciones. Ponele que la mitad del disco hice las letras primero, porque yo me había quebrado la mano. Fue un enero como este, caluroso. Como estaba quieto, no podía tocar la guitarra, dije «ahora es el momento para este proyecto». Entonces seleccioné unas canciones que ya estaban compuestas, como la del Canario Pena, y otras que hice queriendo hablar de algunas cosas. Así, me puse a escribir y a canturrear”, relata Agustín.
“Por ahí hay gente que no le presta tanta atención a las letras, a mí cuando la letra me está contando algo, una historia, la historia me importa mucho”, señala Priotto como una definición de búsqueda estético-narrativa. “No encontraba en Rosario muchos proyectos, canciones que relaten historias. Sí lo encontraba en Juan Iriarte, en Leonel Capitano. Me gustaba ese camino que ellos abrieron, el de referenciar un poco a Rosario. Que no sea tan interno el relato, que vos no sabés de qué está hablando, viste. Entonces arrancó una pregunta: ¿quién soy yo? ¿quiénes somos nosotros en Rosario? Y masticando conversaciones con amigos que trabajaron en el acuario, que estudiaron el río y bueno, de andar en la calle y ver salió el tema del transa. Fue el primero que salió, en tono de denuncia. Después empezó a pasar el tiempo y fui siguiendo con esta actitud, y cuando se presentó la posibilidad de editar mis canciones, la coherencia la dio hablar de la ciudad. Que no es nada nuevo, es algo que ya se lo vi al Cuchi, a Teresa Parodi, a Manuel Castilla, a Yupanqui”, cuenta Priotto sobre el álbum, y el mismo relato lo lleva a distintos parajes: “Casualmente ayer estaba leyendo unas cosas de Yupanqui, que él citaba a Goethe: «Descríbeme tu comarca y me hablarás del mundo», entonces no es nada nuevo, pero es una posibilidad de hurgar. Ahí se empezó a encaminar la idea, y me empecé a preguntar de qué quería hablar. Y quise hablar de los arroyos, por ejemplo. El Saladillo, el Ludueña, que son muy importantes en tanto dadores de vida, y tantas cosas, que nosotros le pagamos teniéndolos horribles. Eso es un reflejo de cómo somos como sociedad, entonces no era ya sólo el Paraná, sino también una cuestión geográfica más que delimita, que aparte pasa por unos barrios interesantísimos, barrios de lucha, y aproveché también para relatar al hombre en su paisaje”.
Entre esas cosas que aparecen como preocupación a contar, está la de la migración interna. “Mi papá es de San Francisco de Córdoba, estudió veterinaria en Corrientes y vino a laburar acá. Mi vieja es de otro pueblito de Córdoba, que se llama Pueblo italiano. Y vino a estudiar abogacía acá. O sea que son inmigrantes, y ese es un tema que toca el disco, la constitución de la identidad a través de la inmigración. Yo todas las historias que cuento lo hago desde ese lugar, no soy un rosarino que tiene generaciones anteriores que me puedan contar cómo era el Saladillo en el 1900, pero sí me puse a investigar, fui conociendo por amigos. Entonces el disco no es un «yo te voy a contar qué es Rosario», no, yo me estoy preguntando qué es Rosario”.
El color de la ciudad
“Cuando me sacaron el yeso y pude volver a tocar, ahí acomodé con la guitarra. Y una vez que acomodé dije «ahora tengo que sacarlas a la cancha». Entonces salí a tocar solo por algunos lugares, a conocer gente, empezaron a cantar los temas, escuchaba cómo los cantaban y algunas cositas que cambiaban me gustaban. Los temas, una vez que se paren, después se van acomodando, la gente los acomoda. Como dice Guzmán –guitarrista también, compañero suyo de La llevada–: «Los compositores se equivocan». Y cuando ya cada tema tenía su identidad, me encontré con Martín Tessa, yo quería que él me hiciera los arreglos. Tuvimos un par de juntadas y me dijo «mirá, a mí me encanta, te lo arreglaría, pero es medio pretencioso o mucho lío… imaginate que esto de los distintos géneros, imaginate pensar una agrupación para cada género, ¿por qué no hablás con Masmédula? Es un conjunto que ya hace diez años están tocando»”, y así apareció la agrupación con la que terminó grabando la mayoría de las canciones del álbum. “Ellos tienen su propia sonoridad, su sonoridad urbana, y le dieron ese color”, agrega Agustín.
El universo sonoro que construyen Priotto y Masmédula circula entre tangos, milongas, chamamé y valses, pero hay también allí una cita con la cumbia, una huella y un estilo. “Rosario tiene un territorio urbano. Ahí están el rock, el tango, la milonga… y va mutando, ahora está el trap también. Pero, ¿qué es lo que yo más o menos manejo? El tango, entonces el álbum tiene valses, tangos, milongas. En Milonga para la peste negra hay un interludio donde se hace medio cumbia, después hay un tema que se llama A tu salud, que es un tango pero está muy pensado a la trova rosarina, a la Fito. De alguna manera quise abarcar también esos géneros, y así se constituye la parte urbana. Pero Rosario también es otra cosa. Vos llegás al Paraná y tenés el litoral. Por eso el chamamé, la guarania. Después también tenés la Pampa. Vos acá salís, hacés diez kilómetros para cualquier lado y aparece Larralde. Por eso la huella, el estilo”, cuenta Priotto, y sobre este último género hace una salvedad: “Hay muchas formas de hacer un estilo. El pampeano, el de Entre Ríos, tienen una cierta forma de encararlo. Yo lo hice con décimas, dije «voy a hacer un estilo rosarino». Después, leyendo a Yupanqui, aprendí que para muchos el estilo es un momento muy particular, que no es un género para concierto, es un género para decir algo muy profundo del alma. Y eso uno se lo dice a poca gente. «Ya si hay diez», decía Yupanqui, «siete saben que están de sobra y se van a fumar un pucho más lejos, porque saben que esa persona que va a hacer un estilo va a decirle algo a dos o tres»”.
“Acá tenemos la posibilidad, es un descanso, vos llegás al río y ya ves el litoral, a veces sopla el viento y olés las plantas de la isla, y tiene eso Rosario. Vos en Buenos Aires, por ejemplo, estás en un laberinto, ellos le dan la espalda al río, sólo algunos ricos llegan. Pero acá tenemos eso de estar adentro, eso es el paisaje, o lo que uno intenta traducir del paisaje”, relata Priotto, con reverberancias de Yupanqui. Y por eso mismo señala la importancia, la búsqueda, de hacer géneros de acá, “de rescatarlos. Porque es un disco de la resistencia también”, que intenta construir una sonoridad “que es la mezcla de sonoridades que somos lo rosarino”.
Barco tomado
El disco salió el 31 de diciembre de 2024. “Tenía que entrar en el 2024 para que cierre el ciclo, y entró”, contó Priotto a este semanario. Pero ese no fue el único detalle con las fechas: la presentación del álbum fue el 26 del mismo mes, cinco días antes de que estuviera disponible para escuchar. “La presentación fue un martes, en el Centro Cultural Atlas. Me ayudaron mucho las chicas de la Barto –La Bartolina, colectivo cultural del que Priotto también forma parte–. Simulamos que el teatro era un crucero all inclusive, al principio aparecía un seguridad, que es un amigo actor, diciendo que habíamos tomado el barco, «compañeros, este barco está tomado, pero le vamos a explicar. Acá arriba están todos cómodos, tienen pileta, un gimnasio. Pero abajo hay trata de blancas, se están llevando drogas, se están llevando recursos». Entonces hicimos como una simulación de eso, y además dejamos un pequeño altarcito donde los invitados –que eran los rehenes– iban dejando una ofrenda. A mí me parecía importante dejar en claro que esa forma de organización social que estamos teniendo genera enfermedad, y estamos dejando de lado muchas cosas muy importantes, como por ejemplo la espiritualidad. Espiritualidad también como un sentido de comunidad entre las personas, para ayudarnos. Y la música es muy importante para eso también. Y el altar tenía que ver con eso. Para poner ahí nuestros deseos, para que no nos olvidemos que no todo es número, nombre, clasificaciones de cosas. Y ahí, al final, cantamos el tema que le hice a mi viejo. Él estaba en coma, y yo le hice un tema como una especie de medicamento, Despertá, José se llama. Después cuando se despertó, hice un audio con mucha gente amiga que grabó voces, instrumentos, los mensajes de whatsapp que le mandaba la familia, los amigos, y le dije «este es tu medicamento, escuchate esto cada 8 horas». Entonces me pareció lindo cerrar con eso, fue muy conmovedor. Esa noche dormí tres horas, y sentía que había dormido diez. Me dejó una energía, una vitalidad, es la confirmación de lo que uno quiere hacer, y que la música es un momento sagrado que uno lo hace para poder vivir”.
Publicado en el semanario El Eslabón del 25/01/25
¡Sumate y ampliá el arco informativo! Por 6000 pesos por mes recibí todos los días info destacada de Redacción Rosario por correo electrónico, y los sábados, en tu casa, el semanario El Eslabón. Para suscribirte, contactanos por Whatsapp.