En la Conferencia de Acción Conservadora se reunió la derecha mundial para rendir pleitesía a Donald Trump y señalar a los enemigos globales de ese espectro ideológico: los migrantes (“la amenaza mayor”), la justicia social, el estado, el feminismo, el ambientalismo y el movimiento LGTBIQ+.
El viernes 3 de enero, la caricaturista política y ganadora del Premio Pulitzer Ann Telnaes renunció a su puesto en The Washington Post después de que sus editores rechazaran una caricatura que representaba a multimillonarios realizando una genuflexión ante el por entonces presidente electo Donald Trump. El dibujo representaba a dueños de grandes empresas tecnológicas arrodillados a los pies de Trump ofreciendo bolsas de dinero. La caricatura contenía una dosis de verdad que a muchos les resulta insoportable. También se adelantaba a señalar algo que, poco después, efectivamente ocurriría en forma de rimbombante puesta en escena.
La Conferencia de Acción Conservadora (CPAC, por su sigla en inglés) es organizada por el Foro Conservador más antiguo de Estados Unidos, la Unión Conservadora Estadounidense, fundada en 1964. La primera edición del encuentro, que se realiza al menos una vez por año, tuvo lugar en 1974 y se abrió con el discurso del por entonces gobernador de California, Ronald Reagan, el padre del denominado neoliberalismo. La mamá es Margaret Thatcher.
“Fundada en 1964, la Fundación CPAC es la organización de base conservadora más antigua del país y busca preservar y proteger los valores de la vida, la libertad y la propiedad de todos los estadounidenses”, señala la organización en su página oficial. “Sede de la reunión de conservadores más influyente del mundo”, agrega el sitio.
Este año el encuentro tuvo lugar en el centro de convenciones National Harbor, en Maryland, cerca de Washington DC. Entre los casi 90 oradores invitados, tuvieron un rol protagónico el presidente de Estados Unidos, Donald Trump; el vicepresidente de ese país, James David Vance; el ex asesor de Trump y padre de la Nueva Derecha, Steve Bannon, y el hombre más rico del mundo (que además está a cargo del Departamento de Eficiencia Gubernamental, conocido como DOGE), Elon Musk.
“Musk donó más de 250 millones de dólares a la campaña del presidente electo Trump. Ahora le está dando forma a las políticas del Gobierno entrante. Y se cree que ha ganado, desde las elecciones, más de 200 mil millones de dólares. Musk codirigirá el llamado Departamento de Eficiencia Gubernamental, o DOGE”, señala el sitio estadounidense Democracy Now! (¡Democracia ahora!).
Trump es el primer presidente de la historia de su país que asumió tras ser declarado culpable de 34 delitos. “El exmandatario de 77 años fue juzgado por un pago que realizó a la actriz de cine para adultos Stormy Daniels antes de las elecciones presidenciales de 2016 para que esta no revelara los detalles de un supuesto encuentro sexual entre ambos. Trump se había declarado inocente de todo, pero el jurado consideró probadas todas las acusaciones de la Fiscalía”, informó el sitio de noticias de la cadena británica BBC, en una nota publicada el 30 de mayo de 2024 con el título “Los detalles del caso por el que Donald Trump fue declarado culpable de 34 delitos en un histórico juicio en Nueva York”.
Por su parte, Bannon, uno de los hacedores de Trump (que además se autopercibe como creador de la nueva derecha), es un ex convicto. “Steve Bannon fue liberado tras cumplir cuatro meses de prisión por desacato al Congreso”, tituló el diario argentino Infobae en su edición del 29 de octubre de 2024.
“Steve Bannon, aliado de Donald Trump desde hace mucho tiempo, fue liberado de prisión la madrugada del martes, después de cumplir una condena de cuatro meses por desafiar una citación en la investigación del Congreso sobre el ataque al Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero de 2021”, agrega el medio argentino.
Pero allí no termina el historial delictivo de Bannon. El 1 de febrero de 2025 se declaró culpable en el caso de desvío de fondos para la construcción del muro antiinmigración con México y fue condenado a tres años de libertad condicional.
“Presente en el tribunal donde se celebró la vista, Bannon, de 71 años, se declaró culpable de desviar donaciones privadas, al tiempo que la fiscalía del tribunal de Manhattan retiró otras acusaciones que pendían sobre él, en particular la de blanqueo de dinero”, informó el diario argentino La Nación el 11 de febrero de 2015.
La nota agrega que cuando el juez le preguntó si reconocía que en 2019 había participado en un “esquema” para “estafar a más de diez personas y obtener fondos mediante promesas falsas y fraudulentas”, Bannon respondió “sí”.
En la fiesta de los ricos nunca falta un bufón
Estuvo el mandatario argentino, Javier Milei, aunque en su caso, “el rol protagónico” lo tuvo dentro de otro género de la farsa CPAC: la ópera bufa (ópera de temática cómica que se originó en Italia en el siglo XVIII). La expresión italiana “buffa” remite a “bufón”.
También participaron Nigel Farange (Partido Reformista de Reino Unido); Robert Fico (primer ministro de Eslovaquia); Giorgia Meloni (primera ministra italiana); Liz Truss (ex primera ministra de Reino Unido); Jordan Bardella (Agrupación Nacional de Francia), Eduardo Bolsonaro (diputado brasileño e hijo del ex mandatario) y Eduardo Verástegui (actor y productor mexicano que no hubiera figurado en crónica alguna si no hubiera extendido su brazo derecho a la manera del saludo nazi, como Bannon).
Bardella decidió no dar su discurso en repudio al saludo nazi de Bannon. “Jordan Bardella, presidente del partido extrema derecha francés, Agrupación Nacional, anuló este viernes 21 de febrero el discurso que tenía programado en la convención de los ultraconservadores en Washington que celebra la llegada al poder de Donald Trump. El líder político señaló que tomó la decisión debido al gesto nazi que hizo una persona en la sala donde iba a pronunciarse”, informó France 24.
Acaso la discusión sobre los gestos de algunos dirigentes resulte redundante. El saludo en cuestión es una provocación más, claro, entre las tantas provocaciones que los ricos envalentonados lanzan al mundo todos los días. Y una muestra de poder e impunidad para explicitar lo aberrante, lo que hasta no hace mucho era mejor disimular. Pero para describir a los participantes de la CPAC basta con escuchar sus propuestas, las políticas que han aplicado o proponen aplicar, y la pertenencia a la élite de los millonarios.
Se trata de odiadores seriales que se encargan de estigmatizar y demonizar determinados grupos humanos “descartables” (que pueden ser desplazados, expulsados, encarcelados o masacrados).
Porque más allá de las diferencias ideológicas entre los distintos grupos que conforman el amplio universo en expansión de la denominada ultraderecha, todos sus proyectos y políticas coinciden en un punto: les sobra gente.
Según el más reciente informe de la organización Oxfam, “el 1 por ciento más rico acumula casi el doble de riqueza que el resto de la población mundial en los últimos dos años”.
“Durante la última década, los súper ricos han acaparado el 50 por ciento de la nueva riqueza generada, cifra que acaban de superar. La fortuna de los milmillonarios está creciendo a un ritmo de 2.700 millones de dólares al día, al mismo tiempo que al menos 1700 millones de trabajadoras y trabajadores viven en países en los que la inflación crece por encima de los salarios”, señala el estudio.
Por su parte, la revista Forbes señaló en 2024: “Ahora hay más multimillonarios que nunca: 2,781 en total, 141 más que el año pasado y 26 más que el récord establecido en 2021”.
“El 1 por ciento más rico ha acaparado casi dos terceras partes de la nueva riqueza generada desde 2020 a nivel global (valorada en 42 billones de dólares), casi el doble que el 99 por ciento restante de la humanidad. Durante la última década, el 1 por ciento más rico ha capturado alrededor del 50 por ciento de la nueva riqueza”, agrega el informe de Oxfam, que también incluye una propuesta que no fue considerada en la última Conferencia de Acción Política (CPAC, por sus siglas en inglés).
Es más: en busca de una buena síntesis de lo que se sucedió allí se podría afirmar que todas las palabras, gestos y códigos utilizados apuntaron a un mismo y único objetivo: evitar que propuestas como las de Oxfam (que los ricos paguen más) fueran alguna vez realidad, y cubrir con toneladas de insultos y estiércol a toda persona que defienda ese tipo de ideas.
“Con la aplicación de un impuesto a la riqueza de hasta el 5 por ciento a los multimillonarios y milmillonarios podrían recaudarse 1,7 billones de dólares anualmente, lo que permitiría que 2.000 millones de personas salieran de la pobreza”, es la “demoníaca” propuesta de Oxfam.
Si Oxfam (por sólo tomar un ejemplo de una de las decenas de miles de organizaciones que luchan por la justicia social en todo el mundo) “es un movimiento global formado por personas que trabajan juntas para combatir la desigualdad y, así, acabar con la pobreza y la injusticia”, la Conferencia CPAC es un movimiento global para defender y profundizar la desigualdad y la injusticia, destruir los derechos, atacar la diversidad, abominar de las políticas de género y la cultura del cuidado, y apoyar todo lo que atrase y dañe a los trabajadores y trabajadoras.
“Nuestra visión es la de un mundo justo y sostenible. Un mundo en el que nuestra economía gire en torno a las personas y el planeta. Un mundo en el que las mujeres y las niñas vivan libres de violencia y discriminación. Un mundo en el que hayamos podido frenar la crisis climática, y en el que los sistemas de gobierno sean inclusivos y permitan exigir cuentas a quienes ostentan el poder”, indica la página de Oxfam.
CPAC está allí para seguir cambiando el mundo a favor de los ricos y en detrimento de las mayorías, y del propio planeta. Toda la cháchara falaz y violenta que se despliega es un intento (más o menos torpe, cínico, perverso, según los casos) de justificar la injusticia social y los privilegios de quienes se creen superiores.
Los temas que se repitieron ad nauseam durante el encuentro tuvieron como uno de los ejes principales las migraciones. Se señaló a los migrantes como “la mayor amenaza”, y estuvo muy presente la llamada “Teoría del gran reemplazo”. Un argumento ad nauseam es una falacia en la que se argumenta a favor de un enunciado mediante su prolongada reiteración. Si lo que se repite son, además, cínicas mentiras, hay que recurrir a un antiemético.
“La teoría del gran reemplazo no es nada nuevo. Se fundamenta en los preceptos del supremacismo blanco, que considera que la etnia blanca y los valores cristianos son superiores a otras expresiones, que deben ser controladas o eliminadas. Estos se han puesto en práctica en el nazismo, el apartheid sudafricano o el segregacionismo sureño en Estados Unidos. La premisa conspiratoria del complot también había servido de base al alegato antisemita de los protocolos de los Sabios de Sion o al propio complot del 11S”, explica el sitio El Orden Mundial.
Es una teoría conspirativa que argumenta que existe un plan para sustituir a la población blanca a través de la inmigración. Su ideólogo es el escritor francés Renaud Camus, quien la dio a conocer en 2011 en un libro del mismo nombre.
También se señalaron como enemigos los movimientos feministas y LTGBIQ+. Al igual que con el tema migración, los oradores parecían querer competir para demostrar quién era más alarmista, más duro, más cruel y extremista. Varios mandatarios prometieron incluir en la Constitución la definición de matrimonio “sólo entre hombre y mujer”.
También fueron recurrentes las críticas y burlas al ex presidente Joe Biden (otro de los muchos demonios comunistas que recorrieron la convención) y se militó abiertamente una nueva candidatura de Trump para 2028. Que esté expresamente prohibido por la Constitución de Estados Unidos parece no importar.
“Nada es más indigno para un pueblo civilizado que dejarse gobernar, sin oponer resistencia, por una camarilla irresponsable de dirigentes guiados por instintos sombríos”. Así comienza el primer comunicado de la Rosa Blanca, un grupo clandestino de resistencia contra el nazismo integrado por jóvenes alemanes de la ciudad de Múnich, entre los que se encontraban los hermanos Hans y Sophie Scholl. Entre 1942 y 1943, el colectivo difundió seis panfletos en los que denunciaban el exterminio masivo de judíos, romaníes y otras comunidades, e instaban a la resistencia. Querían asegurarse de que, al finalizar la guerra, la población alemana no pudiera decir que no sabía nada de las atrocidades cometidas por los nazis. El grupo finalizó su cuarto panfleto con la frase: «No nos quedaremos callados»”, escribieron Amy Goodman y Denis Moynihan en una nota para Democracy Now!.
Publicado en el semanario El Eslabón del 01/03/25
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