Las señales de debilitamiento político de la gestión presidencial no dejan de sucederse y abonan vaticinios de una crisis de gobernabilidad muy profunda, que invita a quienes anhelan una vuelta de hoja a repensar muy seriamente perspectivas, acciones, compromisos, frentes y perfiles de militancia.

Que el “fuera Milei”, que se extiende como consigna catártica, se plasme antes de diciembre de 2027, suena cada vez menos descabellado a la luz de los continuos tropezones del Peluca y sus allegados. Hasta las supuestas “victorias políticas”, como la aprobación legislativa del decreto que habilitó la vuelta al Fondo Monetario Internacional (FMI), derivan en más olor a que se puede pudrir todo en cualquier momento. “Como en el 2001”, es el agregado que repica casi a modo de mantra, sobre todo entre quienes ya estaban en edad de merecer cuando se dio aquél sacudón de la institucionalidad democrática republicana.

El deterioro se avizora e impacta tanto que se llega a admitir y mencionar hasta por varios de los que diariamente ponen neuronas y jetas al servicio del enorme dispositivo comunicacional, ese que es funcional a los intereses de los pocos y poderosos beneficiarios principales de la actual versión del nada novedoso sistema occidental de explotación, saqueo y colonización. 

El extravagante y alocado anarco capitalismo y el barón argentino que lo encarna ya no son tan celebrados como geniales y novedosos en los grandes templos de las religiones financieras. También se escuchan menos los latiguillos que cundieron en ámbitos mucho menos glamorosos y solventes. Hasta el “hay que darle tiempo” parece acabarse y entonces vale retocar el “¿después?” del tango. Acá el después debería importar y mucho, Más allá de si llegue antes o en consonancia con el plazo legal de mandato presidencial vigente –como fue desde 2003 para acá–, el del pos “fuera Milei” será seguramente un panorama más desolador que el heredado de las gestiones de sus antecesores en el cargo durante el mismo período.

La tarea de reparar los daños materiales y simbólicos será muy ardua y requerirá grados de  templanza, honestidad, lucidez, y esfuerzo que quizás sólo puedan lograrse en base a crear un nuevo marco de convivencia social y política que haga más sólida la institucionalidad democrática. Esa institucionalidad que hoy por hoy luce casi desbordada por tanto desapego a los límites que establece su letra, pero a la vez ofrece herramientas de emergencia para aplicar ante casos de “mala praxis” agravada como el que se viene perfilando cada vez más claramente en estas pampas.

Lástima que todavía haya tanta dirigencia que parece seguir empeñada en privilegiar intereses y objetivos individuales y sectoriales; y en declamar la importancia de aferrarse a la institucionalidad democrática sólo cuando sirva a esos anhelos propios y cada vez más distanciados de las realidades de la ciudadanía a la que deben expresar y dar respuestas.

Para que el escenario pos Milei se pueda reparar lo más bien y pronto que se pueda, también asoma como factor clave que esa ciudadanía que pide respuestas entienda que su incidencia y su responsabilidad en el curso de los acontecimientos no son menores. Las elecciones que se vienen son una oportunidad y una herramienta de las más importantes, pero no la única ni la que garantiza resultados si lo que se pretende es construir comunidades en las que se pueda vivir mejor que en la jungla inhabitable a la que invita el rey León este que anda pululando.

Publicado en el semanario El Eslabón del 29/03/25

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