Especialistas de la Funif Rosario analizan las características de la crisis financiera internacional señalando que esta vez tiene como epicentro a los llamados “países centrales”, cuyas reacciones no pueden ser calificadas de ortodoxas para nada. Por otro lado, remarcan que esta crisis se da en un momento en el cual los llamados “países emergentes”, como el nuestro, se encuentran en condiciones totalmente diferentes a las de otras épocas frente a situaciones similares. Aquí el texto completo del análisis.

La crisis financiera que hoy en día preocupa a la dirigencia política y empresarial mundial presenta ciertas características particulares necesarias de ser analizadas. Por un lado, a diferencia de anteriores crisis, la actual tiene como epicentro a los llamados “países centrales”. Tanto las reacciones de los mismos como las medidas que han tomado o planean tomar para afrontar este brete del sistema financiero, no pueden ser calificadas de ortodoxas para nada. Por otro lado, es necesario remarcar que esta crisis se da en un momento en el cual los llamados “países emergentes”, como el nuestro, se encuentran en condiciones totalmente diferentes a las de otras épocas frente a situaciones similares.

El estallido financiero

Como todos sabemos, las primeras señales de alerta respecto a este ahogo financiero comenzaron a darse en marzo del año pasado, cuando los precios de las viviendas en EEUU empezaron a registrar caídas interanuales en sus precios. Desde ese entonces, comenzó a hablarse de lo que con el tiempo se denominó “la crisis de las hipotecas sub-prime” o “hipotecas basura”. La cuestión que se plantea entonces es cómo se llegó a esta situación.

Sucintamente, puede decirse que a comienzos de ésta década la tasa de interés en EEUU, tendieron a la a baja, tocando mínimos históricos entre 2002 y 2003. De la mano de esto creció el mercado de inmuebles, los créditos hipotecarios abundantes y baratos, incluso destinados a personas que no estaban en condiciones de tomarlos, alimentando de esta manera la valorarización continua del precio de los inmuebles, lo cual producía un “efecto riqueza” positivo sobre los tomadores de créditos. Los bancos que concedieron esos créditos hipotecarios vendieron esas hipotecas de mala calidad a diversas entidades financieras en paquetes con hipotecas de características diversas, las cuales fueron adquiridas por distintos fondos de inversión, cuyas cuota – partes fueron desperdigadas por el mundo, siendo vendidas a inversores que seguramente desconocían esta realidad.

Este proceso continuó desarrollándose sin sobresaltos hasta que se “pinchó la burbuja”. El desplome sucedió en el marco de un mercado recalentando, donde comenzó a reflejarse tanto el riesgo inflacionario como las perspectivas negativas sobre el futuro de las economías de EEUU y Europa. Quedó al descubierto entonces la cruda realidad: gran parte de los tomadores de créditos no estaban en condiciones de pagar las cuotas de los mismos -aún menos con el aumento de las tasas de interés- y por tanto, los activos que poseían algunos bancos y entidades financieras no eran tales, generándose dudas acerca de cuáles entidades estaban realmente en serios problemas. Se extendió entonces la desconfianza internacional acerca de la solvencia financiera de las principales economías de Occidente.

En cuanto a las reacciones de las potencias occidentales ante la crisis, que tal como se mencionara al inicio del artículo fueron poco ortodoxas, debe señalarse que estuvieron fuertemente marcadas por los fantasmas y las enseñanzas de lo que fue el peor “crack” económico que vivió el mundo contemporáneo, la llamada “crisis del ‘30” –que se inició a fines de 1929 y se hizo sentir de manera intensa hasta 1934-. Durante la misma, los gobiernos y los bancos centrales, siguiendo los lineamientos de la teoría liberal ortodoxa, imperante en la época, dejaron que el sistema se desplomara, sin realizar salvataje alguno, lo que desató una crisis mundial sin parangón, que dejaría como saldo grandes ejércitos de desocupados, quiebras generalizadas de empresas y un caos económico internacional que muchos aún recuerdan con temor.

Ante la actual crisis las respuestas estatales han sido sumamente diferentes. Hace un año atrás, en setiembre de 2007, el Sistema de Reserva Federal de los EEUU (FED, por sus siglas en inglés) con el fin de hacer más laxa la política monetaria norteamericana decidió, por primera vez en cuatro años, bajar la tasa de interés del 5,25% al 4,75%, para llegar en sucesivos recortes al 2% en el que se encuentra hoy en día. En medio de este proceso, uno de los bancos más antiguos de EEUU, Bear Stearn, fue comprado y salvado del colapso por el JP Morgan Chase (marzo de 2008) y las autoridades financieras de EEUU salvaron a dos de las instituciones financieras más importantes del país, Fannie Mae y Freddie Mac e intervinieron en julio a uno de los principales bancos hipotecarios del país, Indy-Mac. Este mes, Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión de EEUU, se declaró en bancarrota y Fannie Mae y Freddie Mac debieron ser finalmentestatizadas, así como también pasó a manos del Estado la aseguradora AIG. Por otra parte, el Lloyds Bank se hizo cargo del Halifax Bank of Scotland, el Bank of America compró a Merril Lynch y los bancos centrales de los principales países del mundo (Europa, Canadá, Inglaterra, EEUU, Suiza y Japón) llevaron adelante una serie de medidas con el propósito de disminuir las alertas de crisis en los mercados, anunciando una inyección de 180 mil millones de dólares, el pasado mes septiembre.

Finalmente, en el marco de las sucesivas quiebras y estatizaciones de los principales actores del sistema financiero e hipotecario de EEUU, esta semana el Citigroup acordó absorber Wachovia, la cuarta entidad bancaria del país -compra valuada en 42.000 millones de dólares en pérdidas dentro de un pool de préstamos por un valor de 312.000 millones de dólares-, mientras que el Mitsubishi UFJ compró el 21% del Morgan Stanley, tomando así el control del mismo. En tanto, el salvataje financiero que se debatió hasta hace algunas horas en el seno del Capitolio norteamericano fue rechazado. El plan elaborado por el ejecutivo de la administración Bush (h) proponía una ayuda de 700 mil millones de dólares y la negativa al mismo causó el desplome de todas las bolsas del mundo y la drástica caída de los precios de los comodities.

Argentina y la región ante la crisis

Nuestro país, al igual que el resto de los estados de este mundo globalizado, no es ajeno a la inestabilidad financiera internacional y a la volatilidad en los precios de los comodities. Sin embargo, tanto nuestro país como los vecinos regionales han tenido capacidad de respuesta frente a la crisis, hecho que se diferencia claramente del impacto negativo sufrido por la región durante la crisis del 30.

La amortiguación de los efectos negativos de la crisis financiera global sobre la economía argentina se debe a varias razones, tales como el avance en el manejo de los resortes y políticas económicas, el fuerte crecimiento económico de los últimos seis años, apoyado sobre bases sólidas, apostando a la producción en detrimento de la especulación financiera. En Argentina particularmente, la disminución de los impactos ha tenido mucho que ver con los altos superávits comerciales y la buena salud de la que gozan las finanzas públicas desde hace ya algunos años, así como también con la creciente acumulación de reservas en el Banco Central, la posesión de un sistema bancario con fuerte liquidez y las promoción de políticas en materia de desendeudamiendo, incremento del empleo y reducción de la informalidad laboral y de los niveles de pobreza e indigencia.

Sin embargo, debemos tener en cuenta que la situación de nuestro país frente a la presente coyuntura internacional podrá seguir siendo estable en tanto continúen dándose ciertas tendencias que son beneficiosas para la realidad económica Argentina en relación a su proyección internacional. Por ello es importante considerar que mientras la actual crisis no afecte sobremanera a las locomotoras del crecimiento mundial -China e India, principalmente-, éstas sigan demandando nuestros productos y los precios de los comodities se ajusten, pero no drásticamente -principalmente para los granos y oleaginosas que exportamos– y que Brasil, nuestro principal aliado estratégico y uno de nuestros mercados de exportación más importante, pueda sortear sin problemas las turbulencias, Argentina podrá seguir creciendo y mejorando en todas sus variables, quizás de manera más moderada a lo que lo venia haciendo y con mayores dificultades para financiarse, pero de manera firme.

Sin ánimo de hacer futurología, las consecuencias de lo sucedido hasta el momento muestran que el mundo se encamina hacia una mayor multipolaridad, por la pérdida de peso relativo de EEUU en el ámbito financiero y económico mundial, ya que este y sus pares europeos han sido los principales afectados por la crítica situación mundial. Esta multipolaridad podría ir tomando forma en la medida en que otros actores internacionales, como China, Rusia o Brasil aprovechen esta coyuntura para ir ganando los espacios que sufran la ausencia de la “soberanía económica norteamericana”. Es de esperar también que se vaya dando paso a un sistema financiero más concentrado, el resurgimiento de ciertos proteccionismos y mayores regulaciones – sobre todo en los países más afectados – y una economía mundial que crecerá más lentamente y buscará encauzarse hacia un nuevo, o al menos reformado, orden económico internacional.
Lic. Walter Rabbia (IPEF)
Noemí Rabbia (CEPI)
FUNIF Rosario
 

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