El sociólogo que integra el espacio Carta Abierta pone bajo su análisis el conflicto agrario con el gobierno nacional –que sigue latente–, las divisiones en el campo popular y el surgimiento de una nueva derecha.

Horacio González es sociólogo, ensayista, actual director de la Biblioteca Nacional Argentina y autor, entre otros trabajos, del libro “Perón, reflejos de una vida”. Fundador y referente de Carta Abierta, que reúne a miles de intelectuales a lo largo del país, estuvo en Rosario para el primer Encuentro Nacional de ese espacio. En esta entrevista hace un balance de la Argentina que sobrevivió a un conflicto que –a lo largo de 4 meses de 2008– enfrentó al gobierno con entidades ruralistas.

—¿Qué balance puede hacerse del llamado conflicto agrario?
—Bueno, primero fue la emergencia de fuerzas sociales que no eran muy conocidas antes de que estallaran como un fuerte movimiento social. Sorprendió a todos, lo cual podría hasta no ser grave, pero sorprendió al gobierno, y ahí el gobierno mantuvo una posición que incluía las decisiones que había tomado en un primer momento sin conocer las dimensiones del movimiento que se le enfrentaba. Por un lado eso habla del gobierno como un gobierno con ciertas convicciones, y con una fórmula de conflicto que tenía muchas exigencias. Por otro lado se puede decir que frente a él había un formidable movimiento social, que finalmente terminó condicionándolo muchísimo. El gobierno actualmente obra en términos del resultado de ese condicionamiento, todo lo que ocurrió en el Parlamento, las acciones del gobierno sobre Aerolíneas, sobre las jubilaciones, son un intento de recuperar la posibilidad gubernamental misma. El gobierno fue muy afectado, yo no digo que hubiera propósito golpista, porque eso obedece a otra índole de problemas, de cuestiones, de procedimientos, pero había voluntaria o involuntariamente -sobre todo esto último, pero no lo hacía menos grave- un fuerte énfasis desestabilizador, eso era inevitable. Debido a eso surgieron nuevos movimientos, como Carta Abierta, nuevas reflexiones políticas. Los partidarios del movimiento del campo ironizaban sobre el efecto desestabilizador que tenía ese movimiento, con lo cual se creaba otra discusión. Se discutía si el movimiento era golpista o no, cuando los golpes anteriores se hacían simplemente y no había día anterior de discusión. La Argentina se enriqueció mucho desde el punto de vista de la discusión política, y eso es muy bueno. El Parlamento adquirió nueva vida. Y se abren nuevas vidas militantes, que deben serlo en un espacio democrático muy enriquecido. Por otro lado quedó muy debilitado el gobierno. Entre esas dos verdades, se abre una posibilidad de nuevas discusiones en la Argentina, de la cual debe surgir un fortalecimiento de las fuerzas populares. Y por otro lado un gobierno que tiene una producción contradictoria, heterogénea, discutible en muchos sentidos, muy aprobable en muchos otros sentidos, un gobierno que podríamos definir como partido por una contradicción interna que también le da vida, va a tener que pensar mucho mejor sus movimientos, que no deben ser sólo electorales. Por el momento se mueve un poco a tientas, tratando de recobrar fuerzas con vistas a la elección del año próximo. Yo lo quisiera ver más explicativo, más maduro en los razonamientos sobre lo que hace, más reconocedor del hecho de que sufrió una derrota muy evidente, y al mismo tiempo más ligado al descubrimiento de nuevas fórmulas políticas que reconstituyan la vida popular a su alrededor, que no la tiene. Se puede decir que hay una difusa simpatía porque mucha gente está mejor, porque mucha gente vio que en el campo había dirigentes sociales simpáticos pero traslucían la fuerza de una nueva derecha, entonces eso debilitó mucho al gobierno, pero generó una situación de mayor nitidez de los grupos sociales que están en confrontación.

—Se habló del surgimiento de una nueva derecha, ¿cómo caracteriza usted a esa nueva derecha?
Es un concepto que supone una fuerte carga crítica hacia estos sectores. Pero al mismo tiempo traza un horizonte preocupante, son las clásicas derechas argentinas vinculadas a la gran propiedad rural pero ahora con un gran movimiento popular. El que no ve lo que pasó en el Monumento a los Españoles, con miles de personas gritando "si este no es el pueblo, el pueblo dónde está", pero se lo gritaban a Miguens, es decir, a un estanciero. Eso yo no lo recuerdo en la historia política del Siglo veinte. Esa es una situación nueva en donde mucho tienen que ver los medios. Pero no porque manipulen, sino porque es una situación nueva no sólo desde el punto de vista del poder agrario -vinculado a las finanzas internacionales de los productos de exportación primarios- sino porque hay un sujeto urbano teñido del miedo de los habitantes de la gran ciudad que vive la vida que formulan los símbolos televisivos. Esa es una situación nueva, donde los medios juegan un papel no necesariamente golpista. Pero la isla de edición, que es un artificio estético importante, también son decisiones que la sociedad no conoce, ni siquiera los operadores de una isla de edición conocen. Lo aceptamos normalmente como recortes necesarios para que la realidad sea traducida hacia un desciframiento que hace el espectador. Pero esto hoy es algo político que esta realidad contribuyó a hacer materia de discusión. Y eso también es interesante, porque hace a la democracia de una sociedad que sepa que todos sus significados en imágenes -y verbales- obedecen a proposiciones que lo recortan, lo constituyen, los empalman, lo montan. La televisión sirve entonces como un arma de composición de nuevos contenidos, que forman parte también de las discusiones políticas de la televisión, que es un órgano primigeniamente político, pero que trata además con la vida cotidiana, de una manera masiva. Esto puede parecer alejado, pero está en el centro de una discusión que el conflicto agrario ayudó a develar. Y de ahí que se produzcan nuevas vidas militantes. Nadie tiene obligación de ser un militante de nada, pero los ciudadanos tienen la obligación de pensar el entorno histórico en el que viven.

—¿Cómo puede pensarse la continuidad de organizaciones como FAA, CTA, y otras después de este conflicto?
—Yo lo veo difícil, porque han sufrido divisiones lamentables. Esto cortó a todos: a la izquierda, al peronismo, al gobierno, a nosotros mismos, a nuestras familias, al CTA, a la CGT, Fue como un sismo que recorrió todo el cuerpo social e histórico de la Argentina. En ese sentido, ninguno de nosotros había visto en la época contemporánea una convulsión de esta magnitud. Y una convulsión de esta magnitud origina nuevas perspectivas de comprensión, tiene que originar una nueva Universidad, una nueva forma de generar historiadores. Si hay un conflicto como éste, que es una herida profunda en el cuerpo nacional, y no se lo piensa adecuadamente para sacar una experiencia de transformación de él, con todo lo que significa de rebatir al sector popular que apoyó al campo, y hay que rebatir a otro sector popular que es una parte importante del pueblo que tiene otras características, porque es el sector del pueblo más pudiente, es el que tuvo más desconfianza a la vida popular de los estratos más bajos de la población. Eso hay que pensarlo, porque no aquellos que defienden meramente intereses muy primitivos y muy reconocibles, sino una parte del pueblo que vio que del lado del gobierno no había transparencia. ¿Qué significa ese concepto? ¿Hay transparencia en la televisión y no hay transparencia en los sindicatos que fueron a la Plaza de Mayo? Son discusiones de la historia argentina que se remontan a 1945, y que aparecen bajo nuevos ropajes. Me parece que hay que discutirlo sin dogmatismos, sin sectarismos, pero con energía, y también con capacidad de denunciar las operaciones de desestabilización hacia un gobierno democrático. Fuente: Bloque de Prensa Regional
 

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