Una moto insurgente, una fogata.
Una moto insurgente, una fogata.

Este miércoles a las 20, en el teatro Príncipe de Asturias del Centro Cultural del Parque España (Sarmiento y el río) se estrena un documental sobre el Rosariazo con imágenes inéditas, dirigido por Charly López. El realizador comenta detalles de la producción.

“Una idea, una causalidad. Lo que sea. Un trabajo práctico que derivó en una producción que lleva más de cuatro años. Un documental que cambió la vida de un camarógrafo de la ciudad, reconocido por la calidad de su trabajo y por su siempre larga cabellera. Su pasión por el cine, su dedicación por conseguir tomas novedosas y su insaciable curiosidad. Así es Carlos Alberto López, un nombre que muy pocos registran. Para todos es Charly”, dice la presentación de un reportaje firmado por Luciana Sosa que se publicó en el diario El Ciudadano y que compartimos a continuación.

Este miércoles se estrena la primera parte del documental sobre el Rosariazo, aquella manifestación de 1969 que reunió a estudiantes, trabajadores y militantes: la primera expresión popular callejera desde la caída del peronismo, que irrumpió contra la dictadura de Juan Carlos Onganía.

Desde hace tiempo se escucha de boca de Charly sobre sus descubrimientos y entrevistas para la película llamada Los Rosariazos. Finalmente, el miércoles, a las 20, en el anfiteatro Príncipe de Asturias del Parque de España (Sarmiento y el río) se verá un tramo del largo trabajo que se exhibirá completo en setiembre. Noventa minutos que reflejarán sólo un fragmento de aquellos dos sucesos históricos que cumplen cuarenta años.

—¿Cómo surgió la idea de realizar este documental?

 

—Como todas las ideas surgen de casualidad o de un producto de un trabajo conjunto con chicos de una escuela de periodismo. Con ellos estudiamos los hechos políticos de 1969. Le hicimos una entrevista a Carlos Saldi, que fue el referente de la imagen del Rosariazo, con sus fotos, de su compromiso con la realidad. Investigando descubrimos que no había imágenes, así que seguimos buscando y contactamos a unos coleccionistas de Buenos Aires que tenían sus propios archivos y empezamos con el trabajo de campo, compramos el material y juntamos dinero, tuvimos ayuda del CAR (Centro Audiovisual Rosario), que nos dio una mano y luego, durante 4 años, la remamos como pudimos. Este año, que se cumplen 40 de esta manifestación, estrenamos la primera parte de este proyecto que cubre los dos Rosariazos, el de mayo y el de setiembre. Para setiembre estrenaremos la película completa.
 

—¿Notás algún contraste con la realidad cuatro décadas más tarde?

—Si. Este es un documental que va contando los dos hechos, con historias paralelas, pero todas muestran su compromiso político y social de los años 60. Más allá de un documental, o un registro cinematográfico, acá se plantea que en esa época discutían de política, leían, tenían su postura, había un debate político interesante. Hoy todo se cuestiona pero nadie profundiza la realidad. Inclusive en los medios se cubren los temas superficialmente. Por eso no quise hacerlo a las corridas, tuvimos muchas entrevistas, esto no se hacía en un año o dos. Tenemos más de 40 testimonios de una hora cada uno, es una historia que si bien es un documental de 90 minutos se puede alargar mucho más.
 

—¿El trabajo también roza lo emotivo?
 

—Si, es cierto, pero sin llegar a lo me-loso. Es una sucesión de cosas, porque después de todo esto vino la dictadura del 76 y nadie se imaginaba en ese momento que iba a desaparecer gente. Sin embargo, al ser menos tremendo, el Rosariazo no sólo fue militancia, también fue mucha bronca junta.
 

—¿Te imaginás la historia de la ciudad sin el Rosariazo?

—No, porque nada es casual, sobre todo en una cuestión política muy precisa. Lo más rico de esa década fue la discusión política que había, aparte, el nivel intelectual con el que se discutían las cosas. No sólo mostré un hecho en la ciudad, sino que también reflexiono cómo estamos hoy. Se reivindicaba a la política desde la universidad, la clase obrera y nadie discutía si alguien estaba robando o no, se discutían ideas, proyectos de cambiar el país, proyectos de vida. Claro, había una dictadura militar, tal vez eso conducía a este tipo de debates, pero había un conocimiento previo. Antes les preguntabas que películas veías o qué libros leías y había unos nombres re grossos. Ahora, con la televisión están todos estupidizados. Es mucho más fácil echar-les la culpa a los políticos porque se roban todo.
 

—¿A qué se debe?

—Lamentablemente ese es el discurso que baja la prensa, los formadores de opinión. Por ejemplo, si sos un formador de opinión no podés basar tu programa de radio en los llamados de la gente. Porque no es lo que realmente la gente piensa, al llamar ellos no analizan nada, hoy están enojados, pero mañana no. Hay que formar a la gente, no sólo repetir lo que dice. Nadie analiza nada, hay muchas operaciones políticas, se quedan todos en el efecto de la queja. Además, se dijo que el primer Rosariazo fue espontáneo, pero fue así por la muerte de dos jóvenes que militaban. La juventud y la organización obrera estaban preparadas, algo estaba por suceder y algo estaba pasando. En setiembre fue algo más organizado, la gente salió a la calle, y terminó inspirando a lo que tiempo después se conoció como el Cordobazo.

—¿Cómo obtuviste fondos para la película?

—Saqué un crédito bancario para comprar parte de ese material, después tuve que sacar otros cuatro o cinco más para pagar los primeros (risas). Por suerte, desde el CAR nos ayudaron mucho con los trámites burocráticos para los cortes de calles, algo de dinero que necesitábamos y estructura técnica que necesitábamos.
 

—Después de tanto tiempo, tanto dinero gastado, ¿en algún momento quisiste dejar todo?

—No, al contrario, me dan más ganas de seguir, por eso tardé tanto en terminarlo. La historia es apasionante y con cada uno que hablo tengo un nuevo contacto y sé de más gente que tiene o una foto o una filmación, o un testimonio que puede enriquecer este trabajo. Filmo desde 1984 y sé que para tener un documental digno, con un buen trabajo de campo, necesitás entre dos y tres años. Todo un año a las entrevistas y los con-tactos, a comprobar fechas con las entrevistas y los libros, y de ahí van surgiendo ideas, va madurando todo y cuando te das cuenta llegaste a los tres o cuatros años. Lo mismo con una entrevista, la gente misma te marca los tiempos porque en el caso de algunos que no quiera hablar hay que darle tiempo para poder convencerlo.
 

—Paralelamente se estrenó la ficción de Gustavo Postiglione, Días de mayo. ¿Qué opinás al respecto?


—Me gustó mucho, cuando comenzó con su investigación le di varias grabaciones y hoy veo que respetó al máximo la ambientación de aquella época. Es como si realmente hubiera grabado esa historia de amor y militancia en aquellos años. Es una mirada distinta, y muy buena.
 

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