El grupo Clarín y otros medios que ya venían haciendo las veces de partidos de la oposición al gobierno nacional desataron desde el pasado jueves una contraofensiva que tiene por objeto resistir desde la venganza y el terror la iniciativa de la administración de Cristina Fernández de Kirchner de enviar al Congreso el proyecto de ley de medios audiovisuales que reemplazará, de ser aprobado, al nefasto decreto de la última dictadura militar, modificado por todos los gobiernos que le siguieron.

La propia Ernestina Herrera de Noble salió el viernes pasado a ponerle la firma a esa estrategia, y todo el arco político opositor se colocó detrás de ese estandarte imperial y marcha como las centurias romanas, a paso firme y golpeando las lanzas contra el piso. “¿Hay que matar a Cristina?”, tituló el periodista Omar Bello en su blog de Perfil.com, claro que después de aclarar en su volanta: “¿Qué hacer cuando el líder enloquece?”.

No se vienen tiempos fáciles para los trabajadores de prensa y para el segmento de la sociedad que desea contar con más voces y más pluralidad en el sistema de medios de comunicación masiva. El envío del proyecto de ley de medios se produjo el Día de la Radiofonía y, también, 24 horas antes de que se cumpla el 64º aniversario del diario Clarín. En la edición del viernes 28 de agosto, Clarín tituló: “Presentan la ley para controlar a los medios”. En la volanta también se destiló algo de ponzoña retórica: “El Gobierno quiere avanzar sobre la prensa independiente”. El gran diario ilustró la portada con una foto intimidante para los corazones sensibles de la clase media: un primer plano de un militante con el torso desnudo y tatuado, rodeado de compañeros que tocan el bombo, con la Casa Rosada de fondo, y banderas de las diversas organizaciones sociales que marcharon a la Plaza de Mayo para apoyar la decisión presidencial. Sólo faltó que tuvieran los pies en la fuente. Y remató la edición Ernestina, que no se anduvo con chiquitas para disponer un título que no se condice con los numerosos “aprietes” editoriales del monopolio al gobierno kirchnerista para que éste le otorgue un rol más relevante al Parlamento: “Ningún apriete torcerá nuestro compromiso con la sociedad”, sostuvo en letras de molde la viuda.

Este domingo, el día en que los diarios de todo el país tienen mayor tirada y venta, Clarín abre su edición con un título catástrofe que, en apariencia, nada tiene que ver con la sangre que mana de la herida infligida por el gobierno el jueves pasado: “Funcionarios K, con más de 50 causas por corrupción”. La bajada revela, tiernamente: “Los principales sospechados son Néstor y Cristina Kirchner. También De Vido, Cameron, Albistur, Jaime y Uberti. Las causas son por supuesto enriquecimiento ilícito, pago de sobreprecios e irregularidades en el manejo de fondos públicos”. Las notas subalternas son, también, muy objetivas: “Quiénes son los jueces federales que pueden complicar al Gobierno”; “Los Kirchner usan taxis aéreos que cuestan hasta US$ 40.000”, y “¿Kirchner pretende desplazar a Scioli?”. Si éstas son las tapas antes de que las comisiones de la Cámara de Diputados comiencen el análisis de la iniciativa que pretende oxigenar el denso tufo que destilan los medios en la actualidad, habrá que imaginar cómo serán más adelante.

Pero además, por si hiciera falta reforzar la posición del monopolio, se puede leer, tomando un antiácido antes, la nota de opinión de Julio Blanck, quien en su sección fija “¿Azúcar o sacarina?” titula “Donde dice «libertad de expresión» léase «control y coerción»”. Periodistas independientes hay de sobra en el matutino que gerencia Héctor Magneto. Y, para los espíritus más elevados, Felipe De la Balze ofrece su artículo “Llegar al gobierno no es apropiarse del Estado”.

El jueves, según tituló La Nación, la presidenta lanzó un “duro ataque a la prensa” al enviar el proyecto de ley de medios. Crítica de la Argentina se puso a jugar con el lenguaje y, en un ingenioso homenaje al educador y filósofo canadiense Marshal McLuhan, tituló “El miedo es el mensaje”, para interpretar, en la bajada, que “la intención no declarada del gobierno es reducir el poder de los grupos que hoy concentran el negocio, facilitando la creación de nuevos holdings afines, con la complicidad de las telefónicas”.

El Cronista Colorado tituló: “El Congreso y las provincias ya rechazan la ley de radiodifusión K”, y Ámbito Financiero, acaso para no tirar por la borda sus viejas tirrias con Clarín, prefirió incluir el tema entre el resto de los títulos, bajándole la cotización en pizarra: “Pelea con los medios pasa ahora al Congreso”, redactó alguien luego de conversarlo con Orlando Vignatti.

Crónica, abajo y a la derecha de una tapa que en color sangre abrió su edición con un sonoro “Matan a paraguayo para robarle una indemnización”, se acordó de la ley de medios con criterio casi académico: “Cristina envió la nueva ley de radiodifusión al Congreso”.

Como Perfil no sale durante la semana hábil, recién tituló el sábado: “Ley de medios: el gobierno presiona para que se trate la semana próxima”. Pero ya viene participando de la ofensiva contra el gobierno desde su bloguera semanal. El 27 de agosto, un día antes de que se enviara la iniciativa de cambio en los medios al Parlamento un ignoto periodista, Omar Bello, que administra un blog denominado “La vida es Bello”, escribió un artículo que lo califica: “¿Hay que matar a Cristina?”. El libelo, que se apoya en una volanta del mismo estilo –“¿Qué hacer cuando el líder enloquece?”– comienza así: “Desde que el mundo es mundo, todas las sociedades se preguntan: ¿Qué hacer cuando el líder enloquece? Reyes a los que les saltaban los tapones, Papas que se hundían en las sombras de la locura, presidentes dispuestos a cambiar el status quo. Pragmáticos como pocos, los americanos optaron por eliminarlos en atentados sospechosos de conspiraciones varias. Abraham Lincoln, John Kennedy. Claro que con el tiempo se fueron civilizando. Nixon tuvo que renunciar por el caso Watergate y, a partir de ahí, se dedicaron a sostener con paciencia a aquellos presidentes merecedores de chaleco de fuerza (George Bush es el mejor ejemplo)”.

Para no angustiar más al lector, Redacción Rosario hace un salto con garrocha hasta el final del ¿artículo periodístico?:

“O sea, tenemos tres opciones:
A) Hacemos lo mismo de siempre. Es decir, nos matamos entre nosotros y salvamos a los líderes.
B) Copiamos la vieja fórmula americana y matamos a Cristina.
C) Nos convertimos en una sociedad civilizada, evitamos entrar en el juego del gobierno, y dejamos que terminen su mandato con paciencia.
Si no vamos por la última, jamás tendremos futuro”.

Bello cree que optando personalmente por la última opción salva las papas de su demencia. Un porcentaje muy alto de sus lectores lo desmiente. Y algunos hasta se ofrecen para ejecutar la opción B. ¿Qué diría Blanck?: “Donde dice «Hay que matar a Cristina» léase «Somos periodistas re libres pero los K nos quieren censurar»”. ¿Complicado, no? Bueno, recién empieza.

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