El Encuentro de Colectividades cerró su edición 25 con una multitud de visitantes. Los organizadores estimaron que pasaron en los 9 días de la fiesta, más de 600 mil personas. Pero el cerco y vallado erigido en el predio, con seis puertas de entradas, causó alguna polémica y asustó a más de uno de los visitantes ¿Es una señal de lo que se viene? ¿Se terminó con esta edición la fiesta popular y abierta para todos? 

Desde el Etur negaron las versiones que decían que se había estudiado cobrar un ingreso en esta misma edición. Sin embargo, no lo descartaron totalmente para el próximo año, aunque en principio se haría para "algunos espectáculos especiales".

Hace 25 años, Rosario, casi sin darse cuenta, se daba a sí misma la posibilidad de recuperar al menos una fiesta popular. Y con los vaivenes propios del paso del cuarto de siglo transcurrido, el Encuentro de Colectividades que concluyó la noche del domingo, en el parque de la Bandera, sigue imbatible: en 9 días, según los organizadores, convocó a más de medio millón de personas que disfrutaron de los tesoros culturales más preciados por los pueblos: sus comidas, sus danzas y su música.

Pero además, como particularidad, este año, los visitantes se encontraron con un vallado y puertas de ingreso como en los eventos pagos, aunque la entrada fue libre y gratuita como siempre. O al menos como hasta hora. Desde el Ente Turístico municipal (Etur), negaron que se haya barajado la posibilidad de cobrar un ingreso –y recalcaron que el cerco “sólo se montó para mejorar la seguridad” del predio– pero no lo descartaron a futuro.

Los rosarinos más nostálgicos recuerdan como fiestas populares perdidas a los carnavales de los años 60. Otros, tienen que ir más atrás en el tiempo para rememorar manifestaciones de este tipo. Y así, casi no quedan dudas: el Encuentro de Colectividades se ha convertido en la actualidad en la fiesta popular por excelencia de Rosario. Quizás porque además de sus atractivos, no hay otra.

Y como toda expresión que se precie de popular, tiene sus complicaciones, sus descontroles y también su grupo fijos de detractores. A su pesar, la fiesta mantiene en alto su convocatoria e incluso gana adeptos de visitantes de distintos puntos del país, según dicen desde el Etur.

Pero el cerco erigido en el predio, causó alguna polémica y asustó a más de uno de los visitantes ¿Es una señal de lo que se viene? ¿Se terminó con esta edición la fiesta popular y abierta para todos?

Los funcionarios niegan las versiones que hablaban de que se había estudiado cobrar un ingreso en esta edición como sólo “chismes de mesas de café”.

Sin embargo, no lo descartan totalmente. “Hay cuestiones en cuanto a los artistas de renombre, que por ahí tienen un costo alto, y entonces alguien se planteó la posibilidad a futuro de cobrar en algunos espectáculos, pero esa decisión la tendría que tomar el Concejo”, dijeron los voceros, aunque admitieron que es “una posibilidad”.

Sabores, aromas y músicas

Es sábado a la noche, entre las 22 y las 0, la hora pico de afluencia de público. Una masa da caminantes se desplaza por las calles internas del predio. En cada uno de los stands hay borbotones de personas haciendo cola para comprar algún plato típico. Las mesas están completas.

Los precios de platos y bebidas no son precisamente populares aunque si más baratos que en cualquier restaurante. Por eso, mientras muchos privilegiados disfrutan de los sabores de porciones, casi siempre pequeñas, de paella, chucrut o de shawarma –que valen entre los 15 y 25 pesos–, el resto sólo pasea y se apiña alrededor del escenario central en donde se suceden grupos de bailes y la actuación de artistas.

Al mismo tiempo, en los 37 stands de cada centro de inmigrantes –en total son 48 las colectividades– se desarrollan espectáculos propios.

El abanico es tan amplio que vuelan por el aire al unísono, los acordes de una gaita gallega y el marcado ritmo de un baile moscovita, y se mezclan en pocos metros los aromas de las empanadas y asado al horno de barro y los de de las rabas.

Las distintas colectividades de medio oriente están a reventar porque nadie se quiere perder a las odaliscas.

Del otro lado del mostrador están los integrantes de cada centro de inmigrantes que cocinan, atienden al público, y a la vez organizar los espectáculos. Y muchos de ellos son jóvenes.

“Para mí es una experiencia increíble por-que la gente te pregunta primero, si sos de la colectividad o si te emplearon para el evento. Y entonces empiezan las preguntas por cada comida, qué tiene, cómo se hace, como se pronuncia el nombre”, cuenta entre risas una joven de la comunidad libanesa.

“A la vez, vos hablás de una cultura que en realidad no viviste en carne propia, pero que la sentís como propia por lo que te han transmitido tus abuelos”, sintetiza la muchacha.

En tanto, más allá del nuevo cerco que rodea el predio, los vendedores de panchos y choripanes no aflojan; es que a pesar de no estar aún considerados como platos típicos, sí son más baratos y pueden salvar cuando el bolsillo no alcanza para tanta cultura culinaria.

También por los alrededores, los vendedores africanos de bijouteri, hicieron su propio stand con un cartel de "Club Unión Africa Argentina", un póster del Mundial 2012 de Sudáfrica, una foto de Nelson Mandela y un televisor con videoclips de músicos del continente negro. La fiesta de las Colectividades tiene asegurada al menos que no se agotará la variedad de los centros de inmigrantes.

(Fuente: El Ciudadano)

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