El presidente de Bolivia, Evo Morales, participó este sábado de la ceremonia en la que se recordó el golpe de Estado de 1980. Aquella asonada instaló la “narco-dictadura” de Luis García Meza, que asesinó, ese mismo día, al dirigente socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz, entre otras víctimas y desaparecidos.
El mandatario contrastó con el pasado la actual democracia y destacó la “conciencia social de las organizaciones campesinas originarias, los sindicatos y también de las Fuerzas Armadas”. Pero además, recordó las intentonas golpistas que dijo sufrió su propio gobierno entre agosto y octubre de 2008.
“Antes, las Fuerzas Armadas eran utilizadas por intereses políticos mezquinos y hasta por imperialismos para llevar a cabo golpes de Estado que sangraron al pueblo que salía a defender la democracia”, señaló el mandatario, según la Agencia Boliviana de Información (ABI).
El 17 de julio de 1980 tuvo lugar un golpe de Estado en Bolivia con apoyo de paramilitares y de militares argentinos, que derrocó a la presidenta constitucional interina Lidia Gueiler Tejada, evitando así que el ganador de las elecciones Hernán Siles Zuazo asuma la Presidencia.
Morales sostuvo que en la actualidad los militares contribuyen al desarrollo social de la nación cumpliendo diversas tareas, como trasladarse a los lugares más recónditos de la Patria para hacer efectivo el pago del bono Juancito Pinto a la niñez.
Sobre lo sucedido hace 30 años recordó que “los sindicatos, los movimientos sociales e intelectuales de izquierda dejaron a un lado sus propios intereses para luchar en defensa de la democracia” y resaltó la resistencia del pueblo boliviano ante los abusos cometidos por las dictaduras militares.
Pero además, no dejó pasar por alto que, en la actualidad, también la democracia es amenazada por movimientos golpistas, como el sucedido entre agosto y octubre de 2008, “cuando grupos cívicos y oligarcas pretendieron derrocar al gobierno”.
“El año 2008 se definió el destino de Bolivia porque el pueblo y sus organizaciones sociales se movilizaron contra todo apresto que pretenda interrumpir el proceso de transformaciones estructurales que llevamos adelante desde 2006”, dijo Morales.
Y advirtió que si bien los partidos de derecha no tienen propuestas, se han dado a la tarea de infiltrarse en algunos movimientos sociales para enfrentarlos con el gobierno. También acusó que esa nueva estrategia de la derecha “está manipulada por Estados Unidos a través de sus agencias de cooperación y de Organismos no Gubernamentales”.
Sobre la situación actual del país, el presidente boliviano destacó que el pueblo debe comprender que “no se puede solucionar en cinco años problemas que se arrastran hace centenas de años, por lo que es necesario fortalecer la unidad y las medidas para superar la pobreza y la crisis sociales”.
Una historia negra
El 17 de julio de 1980 tuvo lugar un golpe de Estado en Bolivia encabezado por Luis García Meza con apoyo de paramilitares reclutados por el criminales ultraderechistas y con apoyo de militares argentinos.
Ese mismo día, fue asesinado el dirigente socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz, partícipe de una reunión en la Central Obrera Boliviana (COB) para enfrentar la asonada militar.
La media mañana de aquel día Bolivia se conmovió de angustia frente a otro golpe de Estado. Los militares, bajo un repudio generalizado se habían lanzado a su segunda toma del poder en 11 meses, con apoyo de la dictadura militar argentina. En La Paz, las radios anunciaban que la asonada se había iniciado en Trinidad y cobraba apoyo en el interior.
Inmediatamente, Marcelo Quiroga Santa Cruz respondió desde su casa a la convocatoria del Comité de Defensa de la Democracia (Conade), "la última cita política de su vida", recordó el diario Cambio.
La reunión se realizaría en la céntrica sede de la COB, en pleno paseo de El Prado. Fueron citados los principales líderes políticos y sindicales, así como activistas de las libertades ciudadanas.
Sin embargo, entre decenas de dirigentes, sólo dos de las siete principales personalidades de aquella coyuntura se presentaron: Quiroga, en su condición de primer secretario del Partido Socialista-1 (PS-1), y el líder obrero Juan Lechín. En las horas siguientes ambos correrían una suerte muy dispar.
Según un informe de la Asamblea de Derechos Humanos y otras publicaciones una banda de paramilitares, que actuaba bajo las órdenes del "narcodictador" Luis García Meza, su ministro Luis Arce Gómez, contaba con la colaboración de asesores argentinos que llegaron al país para el golpe de Estado.
Alrededor de las 11 de la mañana de ese 17 de julio, en la COB se leía ante la prensa el documento de resistencia pacífica al golpe. De pronto ráfagas de ametralladoras destrozaron los vidrios.
Poco después, en medio de gritos y disparos, los miembros de la Conade fueron conminados a salir en fila y con las manos sobre la cabeza.
De manera cortés, uno de los paramilitares separó del grupo al anciano Lechín del grupo. Otros ordenaban la salida de quienes se aproximaban a la puerta, hasta que ubicaron a Quiroga Santa Cruz.
Uno de los asaltantes quiso forzarlo a dejar la fila, "increpándolo y agarrándolo del hombro", a lo que líder socialista intentó rechazar su separación. El paramilitar le disparó un proyectil que le ingresó por debajo de la tetilla izquierda.
Mientras el político se derrumbaba el victimario lanzó una ráfaga de ametralladora, que causaron nuevas heridas a Quiroga y mataron al dirigente sindical Carlos Flores.
El líder socialista fue trasladado malherido hacia el Estado Mayor. En el camino sus captores iniciaron vejámenes e incipientes torturas.
Diversas versiones aseguran que Quiroga falleció aproximadamente a las 17. Hasta hoy se desconoce el paradero de sus restos, pese al acutal pedido del Ministerio Público para que las Fuerzas Armadas bolivianas hagan públicos sus archivos secretos, a lo que, hasta ahora, se han negado.
Presencia argentina
El ex líder comunista y ex dirigente sindical boliviano, Simón Reyes, de 81 años, narró este sábado las torturas que sufrió a manos de asesores argentinos durante el golpe militar de derecha de 1980 en Bolivia.
Por aquellos tiempos, en Argentina, gobernaba el general Jorge Rafael Videla. Reyes, quien era dirigente de la unitaria Central Obrera Boliviana (COB), fue detenido en La Paz por grupos paramilitares el día de la asonada, y luego trasladado al Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas, donde fue torturado por militares argentinos, cuyas identidades nunca conoció, según dijo.
Luego acotó: "Esto está probado de que oficiales argentinos estuvieron en el golpe (boliviano). A mí que me masacraron esa noche, (el que me golpeó) era un oficial argentino, me dieron duro (…) Era el que me preguntaba”. A varias semanas del golpe del 17 de julio, Reyes fue exiliado a Europa, junto a decenas de dirigentes sindicales, políticos de izquierda y activistas de derechos humanos.