El 2011 se perfila agitado y definitivo. Por un lado las impresentables huestes de nuestra oposición, de derecha y de izquierda, tramando desde todos los rincones visibles e invisibles su golpe desestabilizador y por el otro lado las diferentes agrupaciones sociales que defienden y promueven el modelo nacional y popular acompañando las políticas de estado con que la Presidenta de la Nación continúa respondiendo a cada embestida violenta y agraviante.
En ese contexto, creo que como sociedad nos debemos una profunda reflexión respecto a algunas cuestiones.
¿Se puede construir así? ¿Puede una sociedad crecer en medio de tanto movimiento pendular? ¿Qué país queremos en verdad los argentinos? ¿Podemos un día aplaudir el triunfo de la justicia social y al otro hacer un piquete porque se corta la luz y pedir a viva voz que salga la presidenta a responder y solucionar casi en persona cada uno de los avatares cotidianos de una sociedad que crece sin pausa?
¿Podemos no tener conciencia de a quiénes le hacemos el juego? ¿Podemos no haber madurado lo suficiente como para tomarnos todos los colectivos, repetir los discursos deliberadamente instalados, obnubilarnos de odio, volvernos xenófobos salvajes, olvidar por completo nuestro pasado reciente, el personal y el colectivo?
En aquellos días de corte de luz, la quema de gomas y el corte de calles y avenidas porteñas brotaron como hongos. Parecía que había un delivery de gomas para quemar.
Sospechosamente sobraron las voluntades para movilizarse al grito, proferido con odio irracional, de "¿dónde está la Presidenta que no se hace cargo de ésto?", mientras las cámaras y los micrófonos de las corporaciones mediáticas se relamían registrándolo desde todos los ángulos y repitiéndolo las 24 horas del día.
La pretensión fue clara: instalar un clima de caos o de estado preanárquico, como escuché decir a algún dirigente retardatario por allí.
Insisto, los argentinos nos debemos aún una profunda reflexión para tener una respuesta clara a la hora de tomar decisiones y asumir comportamientos, y ese es nuestro gran desafío para el año que comienza.
Todo está en carne viva en este hoy que muestra como, pese a los palos en la rueda, la Presidenta sigue "midiendo", como ahora se dice, mejor que nadie en las encuestas.
Por eso es que los personajes siniestros, adictos a las más abyectas prácticas políticas, se mueven desesperadamente en las sombras. Pero tan arteramente idénticos a sí mismos que la marca en el orillo queda a la vista de muchos ciudadanos comunes que ya comprendieron, que ya no se tragan cualquier cosa.
Tienen firma y sello los procedimientos usados. Siempre en diciembre, siempre utilizando a las mayorías todavía necesitadas. Siempre apoyados en temas que aún deben resolverse, sin duda, y que son una realidad preocupante.
Pero esa urgente realidad sólo encontrará solución si logramos afianzar este modelo que es el único que aspira y puede dar respuesta a eso. Afianzar las políticas de profundización del desarrollo y la justicia social que ellos están boicoteando descaradamente.
Nos queda mucho por discutir, mucho por lograr, mucha ley de medios en marcha, definitivamente, para que se escuchen las voces que deben escucharse, las voces que lleguen con el mensaje correcto a la mayoría de los ciudadanos y no con el mensaje adulterado que responde a los intereses del poder concentrado.
¿Estamos dispuestos a dar esa batalla? Será cruenta, sin duda, pero la hora es nuestra, la hora es hoy, y no debemos resignar nuestros ideales, ni nuestras esperanzas, ni nuestras certezas en este momento histórico.
No es tiempo de ambigüedades. Es tiempo de definiciones. Las ambigüedades, como bien dice Eduardo Galeano, se parecen demasiado a la mentira. Manos a la obra, el desafío es de todos y el 2011 no espera. Ya está aquí.