Tom con Jorge Asís, con fondo estilo Polémica en el bar.
Tom con Jorge Asís, con fondo estilo Polémica en el bar.

“Lo peligroso es la distribución de armas de fuego, que le sirve al gobierno para tapar algunas cosas y para promover otras”. Tomás Abraham, en el programa Dicen Que Dicen, Canal 3, que conduce a Alberto Lotuf, quien no repreguntó.

Hubo un tiempo que fue hermoso para Tomás Abraham, el hijo del dueño de una fábrica de medias y zoquetes. El agraciado heredero, gracias a la movilidad ascendente que produjo el primer peronismo, vio cómo su progenitor amasaba una considerable fortuna, al tiempo que le ofrecía un futuro universitario. Y en esta fabril épica no hubo dios alguno que le pidiera al Abraham zoquetero matar a su primogénito como prueba de inquebrantable fe.

Tomás se zambulló entonces, con cierta convicción, en la carrera de Filosofía, y con los años se recibió de filósofo. Atrás, muy atrás, quedaron los modernos telares donde se producían las medias Tom y Ciudadela, que muchos recuerdan porque durante años los jingles publicitarios que promocionaban las bondades de esos productos saturaron las tandas de las emisoras de radio de amplitud modulada de todo el país:

Los chicos juegan y juegan y juegan
van de paseo, van a la escuela,
con los zoquetes y con las medias.
Ciu-da-de-la.

Medias Tom,
medias medias Tom, Tom, Tom…
Use siempre medias Tom.

Esas cantinelas taladraron sin piedad las billeteras de padres que no iban a dejar a sus hijos sin tan preciados objetos de consumo. Y la falquitrera de Abraham padre engordaba al paso de ejércitos de zoquetes que desfilaban alineados hacia los cajones y escaparates de las mercerías de barrio.

Ya filósofo, Tomás viajó a Francia, donde conoció a Michel Foucault, asistió azorado a aquel Mayo galo, rozó con las yemas de sus dedos la superficie rigurosa de las teorías lanzadas hacia los cuatro puntos cardinales del psicoanálisis por el mismísimo Jacques Lacan, y en algún momento se debe haber aburrido, porque un buen día pegó la vuelta. Sin tomar nota, claro, de los primeros síntomas de lo que en la volátil bisagra entre milenios, en boca de Michel Houellebecq y tantos otros, terminó siendo la confesión más brutal que una sociedad de masas hiciera desde el ingreso del homo sapiens a este escenario planetario: “Yo, Europa, declaro que durante el primer milenio de la era cristiana, perdí el alma, y hete aquí las consecuencias”. Hubiera sido demasiado para Tomás, tan extasiado por la rugosidad porosa de las columnas jónicas, de los divanes parisinos, de tanto helenismo europeizado. Esa verdad nunca hubiera hecho raíz en Abraham, tan embarazado del extendido mito de una Europa que dio a origen a la Cultura occidental.

Pero los tiempos hermosos fueron a parar al fondo del bondi, y se desparramaron –ebrios, enajenados– en el asiento de cinco de la historia chiquitita de Tommy.

Y este jueves 7 de abril, 26 minutos después de la medianoche, micrófono en mano, entrevistado a distancia por un arrebolado Alberto Lotuf en el programa Dicen Que Dicen (DQD) que se emite por canal 3 de Rosario, el pensador porteño ensayó una respuesta ante el planteo de la potencial peligrosidad de una polarización entre kirchnerismo y oposición: “Lo peligroso hoy es la distribución de armas de fuego, que sirve para tapar algunas cosas y para promover otras cosas. El kirchnerismo es esto que estamos viendo, la distribución de poder entre mafias, a elites y oligarquías sin ideología, porque transan con cualquiera”.

La gravedad de la sentencia de Tommy salta a la vista del más incauto de los espectadores. Pero la infame complicidad del entrevistador, que no amagó siquiera a formular una endeble repregunta, que no pidió una mínima precisión acerca de de tan feroz acusación, forma parte de la más execrable forma de simular periodismo.

La inquina de Tomás con el kirchnerismo no es nueva. El 20 de junio de 2007, el filósofo de marras, en un post que tituló “Tengo convicciones, voto a Filmus”, escribió: “Este gobierno no me gusta, es mentiroso y buchón. Pero mejor pelearlo a (Daniel) Filmus cuatro años por mentiroso que tener en contra a (Mauricio) Macri para defender a travestis y vendedores ambulantes. No tengo ganas de defender a travestis, así de sencillo”.

Triste réquiem para un tipejo que habrá soñado alguna vez con poder comercializar la franquicia de la marca “Foucault” en Palermo Hollywood. Penosa forma de tener cámara, en un ignoto programa de TV de aldea, conducido por un locutor devenido “periodista”, mucho más hábil para la venta de publicidad que para ejercer desde el compromiso con la verdad.

Sin embargo, no deja de resultar inquietante pensar en las señoras y señores que estaban viendo ese soez envío televisivo, los jóvenes que pudieron haber detenido un vertiginoso zapping justo en ese momento. Estos tipos siguen haciendo daño. Y no se trata de censurarlos. Se trata de no guardar silencio ante esas descomunales patrañas. Armas de fuego distribuidas por un gobierno a mafias y oligarquías, en nombre del progresismo.

¿Alguien puede detenerse a mensurar el carácter desorbitado de esas expresiones? Como en este medio se supone que no van a abundar las voces que interpelen a Lotuf y a Abraham, asumimos ese desafío, modestamente, con la única arma que poseemos, y que no nos fue dada por gobierno alguno: el asco.

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