El 29 de junio de 1986, el seleccionado argentino de fútbol se consagraba campeón del mundo por segunda vez en su historia, tras vencer a su par de Alemania, por 3 a 2, en la final disputada en el mítico estadio Azteca de la capital mexicana.

Bajo un sol radiante que quemaba el césped del legendario estadio de la capital mexicana, la selección argentina conquistaba su segundo título mundial, por primera vez en democracia, y el pueblo entero de un país que respira fútbol por todos sus poros, tocaba el cielo con las manos.

Camino a la gloria

El elenco que era conducido tácticamente por Carlos Salvador Bilardo, sucesor del Flaco César Luis Menotti, clasificó primero en el Grupo A de la primera fase, con cinco unidades. En el debut, Argentina venció a Corea del Sur por 3 a 1, con dos tantos del ex Newell’s Jorge Valdano y el restante de Oscar Ruggeri, y después empató 1 a 1 con Italia, tras arrancar en desventaja, con un curioso gol de Maradona, que de a poco se iba erigiendo como la estrella del certamen. En su tercera presentación, con gritos de Valdano y Jorge Burruchaga, el seleccionado celeste y blanco cerró su participación en la rueda inicial superando a Bulgaria.

El rival de octavos de final fue el duro seleccionado de Uruguay, reeditando el viejo clásico del Río de La Plata, y tras un parejo y difícil encuentro, el tanto de Pedro Pasculli, que había ingresado como relevo, le dio el triunfo y el pasaporte a la siguiente ronda donde había que enfrentar, ni más ni menos, que a Inglaterra.

Ante los ingleses, partido que muchos quisieron catalogar como la revancha de la Guerra de Malvinas, Diego Armando Maradona, que de chiquito había declarado que su sueño era jugar un mundial –y ganarlo– con la camiseta argentina, se recibió de Grande y se calzó definitivamente la corona de Rey del fútbol mundial.

El primer gol de Diego fue polémico y abrió un debate que se sigue dando hasta el día de hoy, ya que debió haber sido invalidado por el juez ya que Maradona golpeó el balón con su brazo, tras ir a disputar la posesión del mismo con el arquero Peter Shilton. El Pelusa, con la picardía criolla que lo caracteriza, al término del juego, aseguró que había sido la “Mano de Dios”, la que impulsó la pelota al fondo de la red, y no su puño. Antes de esa confesión, para redimirse y esconder la trampa de la apertura del marcador, se despachó con la mejor jugada individual en la historia de los mundiales, y acarició la pelota al fondo de la valla tras dejar en el camino a medio equipo inglés.

El gol, que sirvió para superar a los ingleses por dos a uno, fue sin dudas el más exquisito de los que se tenga memoria, y el relato del uruguayo Víctor Hugo Morales, con las pulsaciones a mil y la convicción de que había que estar a la altura de lo que estaba ocurriendo, se grabó en los oídos del mundo entero como la narración más brillante de todas.

Vamos, vamos Argentina

Ya en semifinales, pese a la desconfianza que había sobre el elenco del Narigón Bilardo en la previa del campeonato, Maradona se puso se puso el equipo al hombro, marcó los dos goles del triunfo sobre Bélgica, y consiguió que Argentina clasificara a una final del mundo, tras ocho años de aquel polémico triunfo ante Holanda, en 1978 y en plena dictadura militar.

Enfrente estaría la poderosa y fría Alemania, pero la confianza interna del grupo argentino, las ganas de taparle la boca a los críticos, serían más fuertes que la armada germana. Ese domingo 29 de junio, con un sol infernal que dibujaba sombras en forma de cruz bajo los jugadores de ambos equipos, y ante una verdadera multitud, Argentina volvería a tocar el cielo con las manos.

Tras estar dos goles arriba en el tanteador, producto de las conquistas de José Luis Brown y Jorge Valdano, hubo que sufrir demasiado luego de que la garra de los alemanes los llevara a igualar el encuentro a poco del final, con goles de Karl-Heinz Rummenigge y Rudi Völler.

Cuando el partido parecía desembocar en un empate que estiraría la agonía con tiempos suplementarios y la posibilidad de que la Copa se definiera por tiros desde el punto penal, apareció la eterna e histórica corrida de Jorge Luis Burruchaga, y el toque preciso del delantero argentino ante la salida del arquero alemán para sentenciar el resultado y desatar el grito sagrado de “Argentina Campeón del Mundo”, que hasta estos días resuena en el corazón de los habitantes de uno de los países más futboleros del planeta. Sino el más.

Argentina formó aquella mítica tarde con: Nery Pumpido; José Luis Cuciuffo, José Luis Brown, Oscar Ruggeri, Julio Olarticoechea; Ricardo Giusti, Sergio Batista, Héctor Enrique; Diego Maradona; Jorge Burruchaga y Jorge Valdano.

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