El ex arquero canalla Edgardo Andrada acudió al llamado a indagatoria que dispuso el juez Carlos Villafuerte Ruzzo, tras los reiterados pedidos de la Fiscalía y la querella, y se presentó este miércoles en el Juzgado Federal de San Nicolás.
Antelo, alias que utilizaba el Gato cuando dejaba los guantes para calzarse el traje de agente civil de inteligencia en la dictadura, se negó a declarar en la causa que investiga el secuestro de Osvaldo Cambiaso y Eduardo Pereyra Rossi, hecho ocurrido en Rosario en 1983 y por el cual es "imputado" –junto al ex comisario Luis Patti y el ex presidente de facto Reynaldo Bignone, entre otros–, como partícipe del operativo en el que fueron asesinados los militantes montoneros.
Alrededor de las 11 de la mañana del miércoles 9 de noviembre, seis años después de que el fiscal Juan Patricio Murray solicitara, junto a la parte querellante y presentando pruebas contundentes, que se lo citara a prestar declaratoria aunque más no sea como testigo, el hombre que más veces defendió la valla de Rosario Central debió comparecer ante la Justicia por su presunta participación en el operativo de secuestro y posterior asesinato de dos militantes montoneros.
De saco azul sobre una camisa impecablemente blanca, y sin emitir sonido alguno, Edgardo Andrada arribo al Juzgado Federal Nº 2 de la localidad bonaerense para acudir a la citación que tardíamente resolvió hacer efectiva el cuestionado magistrado Villafuerte Ruzzo. Pero no dijo ni miau.
Se de alguien que no ha declarado
El ex guardameta, que cobró fama mundial por padecer en carne propia el famoso y discutido gol número mil de Pelé, eligió el silencio y no reconoció, pero tampoco negó, su participación en el operativo de secuestro de los militantes peronistas Osvaldo Cambiaso y Eduardo Pereyra Rossi, quienes fueron chupados del bar Magnum, ubicado en Córdoba y Ovidio Lagos, el 14 de mayo de 1983 y cuyos cadáveres –acribillados y con evidentes signos de tortura–, fueron hallados posteriormente en un camino rural de la localidad bonaerense de Lima al tiempo que desde el Ministerio del Interior de la Nación y la Policía de la Provincia de Buenos Aires se informaba que habían sido "abatidos en un enfrentamiento" con efectivos del Comando Radioeléctrico de la Unidad Regional de Tigre.
Según el fiscal nicoleño, existen pruebas "más que contundentes" que indican que el Gato no solo fue uno de los civiles que integraron la patota de Agustín Feced durante el último golpe de Estado, sino que fue "partícipe" del hecho que se le imputa y que fuera perpetrado por un grupo de tareas que comandaba el ex comisario Luis Abelardo Patti.
Pruebas irrefutables
Entre los elementos probatorios que mencionó el oficial de justicia nicoleño, a los que calificó de "contundentes e irrefutables", aparecen los dichos del ex represor arrepentido Eduardo Tucu Costanzo, quien ya dio detalles precisos del operativo y fue quien de alguna manera destapó públicamente la participación de Andrada en el mismo; y un documento que la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo presentó en 1997 ante el juez federal de San Martín, Alberto Suárez Araujo, en el marco de la causa Campo de Mayo, en el que se confirmaba que el ex golero auriazul fue “agente secreto C-3 del Destacamento de Inteligencia de Rosario y por ende del Servicio de Inteligencia del Ejército”.
El fiscal federal, además, confirmó que desde su despacho se realizó “este mismo miércoles, un nuevo pedido de detención y que se revoque la eximición de prisión” que le asegura al ex futbolista permanecer en libertad, y señaló a Redacción Rosario que “antes de los próximos diez días”, Villafuerte Ruzzo “deberá tomar una resolución respecto de la situación procesal de Andrada” y además de “decidir si acepta o no el pedido de la Fiscalía”, disponer el sobreseimiento del ex agente de inteligencia –"si es que considera que está totalmente exento de participación en el hecho"– o “una situación intermedia, mediante el dictado de la falta de mérito, que posibilitaría la continuidad de la investigación”.
Por último, el oficial de justicia, acotó que solicitó "la citación a indagatoria" del coronel retirado Víctor Rodriguez, y que la misma "fue aceptada por el juez y programada para el próximo viernes 18 de noviembre". El Chuli, como se conoce a quien también fuera sindicado por el arrepentido Constanzo como uno de los integrantes del grupo comando que secuestró y luego asesinó a los militantes peronistas, es el actual presidente de la Asociación Cultural Sanmartiniana Cuna de la Bandera, un grupo de aventureros que todos los años realiza el mítico cruce de Los Andes y en el que suele aparecer, como uno de los habituales participantes, el mismísimo intendente rosarino Miguel Lifschitz.
El silencio de los culpables
La salida de Andrada de las oficinas del Juzgado federal nicoleño no se pareció en nada a lo que eran sus saltarinas apariciones, luego de emerger del túnel con la vista en alto, en el verde césped del Gigante de Arroyito para disputar el partido de turno con el "uno" en la espalda y vestido completamente de negro. Esta vez no hubo aplausos ni se coreó su apodo, lo que escuchó el Gato al asomarse a la calle Florentino Ameghino de la ciudad que debe su fama a la supuesta aparición de la Vírgen María –curiosamente en el mismo año en que se perpetraba el secuestro de Cambiaso y Rossi– fue una verdadera catarata de preguntas que le efectuó, grabador en mano y mirándolo fijamente a los ojos, el periodista José Maggi.
"¿Por qué decidió trabajar como agente de inteligencia al servicio de la dictadura siendo considerado, como lo era en aquel entonces, un ídolo para muchos argentinos?"; "¿Está arrepentido de algo?"; "¿Siente culpa por los delitos que cometió?"; "¿Por qué tenía tantas armas en su casa?"; y "Si es inocente ¿por qué no lo demuestra en lugar de quedarse callado?"; fueron solo algunos de los incontables interrogantes y cuestionamientos que el enviado de Rosario/12 fue soltando a lo largo de los casi cien metros en los que caminó a la par del ex agente de inteligencia –y de la misteriosa mujer que lo acompañó durante su estadía en San Nicolás– sin lograr siquiera inmutar al destintario de los mismos.
Andrada , como seguramente habrá hecho al momento de ir a buscar al fondo de la red aquella pelota que le permitió inscribir su nombre en la historia del fútbol mundial, por no haber podido (o querido) detener aquel penal del brasileño Pelé, caminó en silencio y con la mirada baja. Aunque esta vez los flashes de las cámaras le apuntasen exclusivamente a él, y aunque la posibilidad de tener que pagar sus actos con una estadía en prisión lo sobrevolara amenazadoramente.
Fotos: Santiago Garat