Marce Scalona

El escritor y tallerista rosarino presentará en diciembre la reedición de su primera novela El Camino del Otoño, con la editorial Homo Sapiens. Mientras el antihéroe del relato procura defender a la literatura como lo irreductible ante el asedio de las concepciones burguesas que la colocan en góndolas, el autor la postula como lugar de resistencia donde siempre se están urdiendo combates. A propósito de la reedición del libro, el autor habló de la coincidencia con la reciente recuperación de la Biblioteca Vigil, una batalla de la que Scalona también es parte: simetrías en los planos de lo real entre la ficción y las luchas ganadas.

“Lamentamos profundamente la destrucción del planeta” le confiesa el presidente de los Estados Unidos a Tesalio Feijóo, el viejo lingüista y bibliotecario de Adrogué, al designarlo para escoger tan solo 300 obras de la literatura universal de todos los tiempos para ser llevadas a un refugio, una remake non sancta del Arca de Noé. El tesoro será resguardado para después del fin, para los elegidos que fundarán la nueva raza humana.

Este es más o menos el conflicto de superficie de El Camino del Otoño, un relato clásico que fue escrito a comienzos de los ’90 en el fragor del neoliberalismo globalizado, y que consiste en el viaje épico del antihéroe, un septuagenario, hacia el fin del mundo en medio de una conflagración planetaria definitiva e irreversible, en donde ya no queda tiempo para el terror, para la experiencia del sentimiento trágico de lo que se acaba en un estallido, sino para correr detrás de lo único que nos salva, el amor, y el sentido del humor, por sobre todas las cosas.

El Camino del Otoño publicado en 1995 por Editorial Corregidor, es la primera novela de Marcelo Scalona, abogado, escritor y tallerista literario de la ciudad. Elogiada en su momento por la crítica literaria de toda la región, la reedición doce años después bajo el sello rosarino Homo Sapiens, da muestra cabal de la buena recepción que tuvo la novela entre sus lectores. Ya no quedan ejemplares de aquella vieja edición, salvo algunos pocos que deambulan en el mercado web. Por ello y antes de que el planeta vuele por los aires, es preciso tener “al libro en el que están todos los libros”, según consignó la escritora Angélica Gorodisher, quien prologó y corrigió este libro.

Además, la novela en cuestión se convirtió tras su primer publicación en un proyecto cinematográfico que aún permanece latente. “En los ’90 se planteó la posibilidad de llevarlo al cine junto al guionista Lito Spinosa, pero preferí resguardarlo. También Luis Machín lo leyó hace algunos años, le gustó mucho y se mostró interesado en adaptarlo a una miniserie”, cuenta Scalona sobre la posibilidad de concretarlo ya que “hoy es más factible, dado el cambio en las políticas oficiales de favorecer proyectos cinematográficos que tengan que ver con nuestra cultura”.

Por su parte el actor rosarino acompañará a Scalona en la presentación de la reedición de El Camino del Otoño, el domingo 2 de diciembre, a las 19.30 en el legendario bar rosarino, El Cairo (Santa Fe y Sarmiento).

“Así es como termina el mundo/ no con un estallido, si no con un sollozo”, repite el viejo Feijóo parafraseando a T. S. Eliot, en una de las tantas citas cuidadosamente puestas en absoluta armonía con el recurso de la hipertextualidad a la Gran Biblioteca de Babel (el viejo lleva de un país a otro en su camisa de interlock el manuscrito del Rey Lear), así como los ardides y salidas humorísticas de un argentino erudito pero sagaz (el autor y al mismo tiempo el protagonista) en situaciones absurdas, y verdaderamente dramáticas.

“Varias personas coincidieron en que el libro se parece mucho a la literatura de (Osvaldo) Soriano, esa especie de aventura del argentino, del perdedor, del antihéroe, un melancólico, un bohemio, que siempre va a contra mano”. El relato está lleno de guiños, uno de ellos y a modo de homenaje es la aparición del mismísimo Soriano en acción, colaborador y amigo del viejo Tesalio. Además, Cuarteles de Invierno quedará inmortalizado en la angustiosa selección del protagonista.

A propósito de la contienda global y la catástrofe, mientras la pregunta recurrente, el gag, es “quién bombardea a quién”, la Argentina sigue allí en el fin del mundo, a pesar del fin de mundo. Dentro o fuera de la guerra, para el viejo bibliotecario “Argentina siempre fue un polvorín”, gobernada en la ficción por el presidente Vértiz. “El nombre no es causal –explica Scalona- Vértiz fue el primer virrey decente, según la Corona Española, que logró administrar bien la colonia, ¿Y qué fue Carlos Menem sino un muy buen virrey?, dice el autor aludiendo a la caracterización del ex presidente argentino “que la misma noche en que ganó las elecciones en 1989, fue al programa televisivo Tiempo Nuevo con un traje de tweed y las patillas recortadas anunciando la privatización de todo”.

Marcelo comparte la opinión de que se trata de un relato antiutópico que con el pasar de los años se convirtió en un reality show. “¿Y no es acaso lo que vemos en los diarios todos los días?” Se pregunta Scalona y postula: “No digo que sea real lo que sucede en la novela, pero a través de los medios masivos de comunicación uno está todo el tiempo viendo imágenes catastróficas: el accidente nuclear en Fukushima, la voladura de las torres gemelas, el tsunami en Japón, ves las masacres en la franja de Gaza, y ¡caramba! esos son todos escenarios apocalípticos. La catástrofe es una cosa previsible, lamentablemente, y lo estamos viendo on line con total naturalidad.”

Luego, añade: “Con el tiempo a mi me pareció más interesante encontrar en el conflicto interno de la novela la concentración de la riqueza. Eso lo advirtió muy bien Roberto Retamoso en una crítica luego de la primera edición, en el diario La Capital. La alegoría que subyace es el modo en que los poderosos siempre aprovechan cualquier emergencia para seguir acumulando riquezas. ¿Cuántas veces se aceleran conflictos o se generan destrucciones para aumentar esa concentración?, ¿De qué otro modo se explica lo de Gaza, Premio Nobel de la Paz alentando a Israel…?”

A diferencia de sus novelas posteriores, más complejas o joyceanas como Enrarecido (Editorial Fundación Ross, 2008) y El portador (Editorial Homo Sapiens, 2010) la obra prima de Scalona, según definiciones propias, responde al modelo del relato clásico. “Cuando uno empieza a escribir la novela inaugural más vale agarrarse de un estereotipo, siempre teniendo en claro lo que dijo Alfred Hitchcock: no hay problema en empezar con un estereotipo, el tema es no seguir con el estereotipo, y peor, no terminar con el estereotipo, que seria el folletín barato.”

Volviendo al tema que está presente en toda la trama, el autor infiere que “la literatura de ficción, en ese postulado que yo siempre repito de (Juan José) Saer, es el modo más complejo de interrogar a la realidad. En ese sentido la literatura ha sido siempre un vehículo magnifico de conciencia y de expansión de la conciencia, de creación de nuevos interrogantes y hasta una sofisticación de valores”.

Ante la pregunta de considerar a la literatura como un lugar de poder o de refugio, Scalona responde: “Yo creo que como las dos cosas, pero más que como refugio como una guarida de la conciencia pero para volver a empezar, eso lo hace siempre un lugar de resistencia. Un lugar donde nos vamos a esconder, pero para seguir urdiendo el combate”.

La epopeya de Tesalio y la recuperación de la Vigil

Los bordes de lo real se diluyen cuando aparece la simetría en dos de sus planos, la ficción y lo que está sucediendo ahí afuera. Si el viejo Tesalio Feijóo se erige como el guardián o el garante de una parte de la cultura, Marcelo junto a viejos y jóvenes emprenden la otra epopeya, la de recuperar un bastión de la cultura popular rosarina: La Biblioteca Popular Constancio C. Vigil, saqueada y destruida por la patota Feced durante la última dictadura cívico militar, y que hoy, después de 30 años de ser ignorada por los sucesivos gobiernos democráticos, volvió a recuperar todos sus bienes.

De modo que Tesalio Feijóo debe responder a una orden dispuesta desde la CIA (“hardvarianos con revólver”) de acuerdo “a la idea que tiene la burguesía o los poderosos acerca de la literatura: como algo complaciente, como un adorno. Pero tampoco son boludos –excusa Scalona- los tipos forman parte de Occidente y no ignoran el valor que tiene porque ellos apelan todo el tiempo a los símbolos de la cultura que están en la literatura de modo que le sea funcional, y claro, también van censurar. Tienen el refinamiento del imperio, pero por otro lado tienen a la policía. Todo ese sistema de vigilancia, de poder y de control, da cuenta de que también necesitan tener a los libros custodiados”, reflexionó Scalona.

“Un hombre común como nosotros, ve cinismo y crueldad en el modo en que actúan aquellos que están en determinadas esferas de poder. Pongo como ejemplo cercano lo que sucedió en la Cámara de senadores de la provincia, la semana pasada. Que le hagan un homenaje a Orlando Vignatti y después otro al Padre Ignacio, almuercen y no quieran tratar el proyecto de la Vigil. Los tipos nos decían con total naturalidad, bueno lo tratamos la semana que viene y nosotros veníamos del entierro de Raúl Frutos” refiriendose uno de los dirigentes históricos de la biblioteca, y continúa: “Para ellos la Vigil es un número, un expediente más, pero ahí adentro hay miles de personas. Por eso cuando el viejo Tesalio dice que los libros son personas, o mejor, mundos lleno de personas, es porque entre todos esos papeles estamos nosotros”.

Tesalio Feijóo era un personaje de una novela que Marcelo empezó a escribir antes de El Camino del Otoño y que nunca terminó. “Ese personaje está inspirado en Casimiro, un viejo polaco que venía a nuestra casa a comienzos de los ’70 a jugar al ajedrez y que por esos años puso de pie un asilo con 500 ancianos internados, armó un quilombo bárbaro, una revolución por la dignidad de esos viejos maltratados. Me inspiró el vigor de un hombre grande que también aprendí de la gente de la Vigil, de un tipo como Duri, o como Frutos y Checha que fueron secuestrados, torturados. Hoy Duri tiene 78 años y es incansable, va casa por casa haciendo socios y por eso la Vigil vuelve. Este libro tiene que ver con estos viejos que han sido luchadores toda la vida y todavía conservan esa energía, ese espíritu. También hay en el viejo algo que es muy de Borges, la erudición, pero el vigor no es de Borges sino de Casimiro y también un poco de mi viejo, a propósito de que éste era su libro favorito”.

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2 Lectores

  1. Analía

    29/11/2012 en 2:37

    Una nota de una riqueza intelectual extraordinaria. Felicitaciones.

    Responder

  2. Celina

    01/12/2012 en 11:45

    Excelente nota, me gustó mucho!

    Responder

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