Las cenizas de Esperanza Labrador descansan desde el pasado 20 de marzo en la Plaza 25 de Mayo, allí donde esta madre y esposa de desaparecidos marchó incansablemente para reclamar por la vida de sus seres queridos, arrancados por el terrorismo de Estado que azotó al país durante los oscuros años de la dictadura.
Los restos mortales de esta eterna luchadora fueron trasladados desde España, país en el que pasó los últimos años de su vida, por su hija María Manuela; y esparcidos durante el homenaje que se le realizó en la habitual marcha de los jueves, que en dicha oportunidad contó con una nutrida y cálida concurrencia.
«Como hija no puedo más que agradecer y agradecer tantas atenciones que han tenido con mi madre, por eso traigo un poco de sus cenizas porque sé que ella quería mucho a la Argentina y porque este es el lugar que le corresponde», alcanzó a decir Manoli antes de dejarse ganar por la emoción.
«Esperanza está de nuevo entre nosotros, en su Plaza, y esta vez vino para quedarse», señaló la Madre Chiche Massa, quien además destacó «la picardía de su mirada pero también la valentía de sus palabras», y recordó cómo se enfrentó Esperanza al por entonces general Leopoldo Fortunato Galtieri, a quién luego de que este le confesara que la muerte de su esposo fue “un error”, pero que la de su hijo Miguel Ángel Labrador no lo era ya que se trataba de un «Montonero», le retrucó: “Si los Montoneros son todos como mi hijo, pues ¡que vivan los Montoneros!”.
Tomás Labrador, nieto de la homenajeada e integrante de Hijos Rosario, eligió agradecer «en particular a Esperanza y en general a las Madres, por el camino que nos marcaron y las enseñanzas que nos dejaron, que siempre fueron buscar justicia y luchar por la memoria de nuestros compañeros», y agregó: «Hoy estamos pudiendo encarcelar al menos a una parte de esos represores gracias a ese legado de las Madres de no buscar venganza, si no alcanzar la verdad».
Antes, Juan Cheroni, uno de los tantos militantes que tomaron la palabra, prefirió parafrasear a Víctor Heredia y después de aclarar que lo hacía porque «dificilmente encontraría palabras que pudieran definir mejor la vida de Esperanza», recitó la letra de Nada sé de la muerte, que finaliza con aquel bello párrafo que reza: «Quiero sólo lo nuestro, lo que es justo y debido, para eso peleo, para eso he nacido».
Esperanza Labrador, falleció el 13 de noviembre de 2011 en Madrid (España), a los 89 años de edad. Su familia fue diezmada por el terrorismo de Estado: Su hijo Miguel Ángel desaparecido, su otro hijo Palmiro (padre de Tomás) asesinado, al igual que su marido Víctor.