El reconocido intelectual argentino, Ernesto Laclau, murió el domingo 13 de marzo a los 78 años en Sevilla, España, donde se había comprometido a dar una conferencia junto con su compañera, la politóloga Chantal Mouffe. Considerado postmarxista, resignificó a través del análisis del discurso el concepto vapuleado de populismo. Desde 1969 vivía en Inglaterra donde dictaba clases en la universidad de Essex, pero se las arreglaba para participar de distintos espacios de pensamiento latinoamericanos, como Carta Abierta, la revista Debates y Combates y el canal Encuentro. Formó incluso parte de seminarios de posgrado en la Universidad Nacional de Rosario, donde había sido nombrado doctor honoris causa. Ahora descansará en su patria.
Sus libros eran material de lectura obligado para quienes caminaban los pasillos de la facultad de Filosofía o Ciencia Política. Pero también para cualquier curioso de lo político. Su obra influenció a muchos otros pensadores, entre ellos al propio Jorge Alemán, quien desde la agregaduría cultural de la embajada argentina en España lo había invitado ese domingo a brindar una charla.
Ambos se conocían desde hace mucho y Alemán sabía del costado histriónico de Laclau, ese que combinaba con la rigurosidad y lucidez de sus trabajos. Sabía que, de tanto en tanto, le gustaba entonar un tanguito; y también le dolía, como a muchos de nosotros, cierta prensa argentina que lo atacaba por haberse pronunciado favorablemente por proyectos nacionales como los de Hugo Chávez y los de Néstor y Cristina Kirchner, sin entender que eso no lo convertía ni en chavista ni en kirchnerista. Él mismo se reconocía “a la izquierda de Cristina”, pero “cómodo en su espacio”. También advertía que para que su gobierno sea calificado como verdaderamente “populista”, aún le faltaba bastante.
Así, mal que les pese a algunos editores, Laclau no era el referente del kirchnerismo, fue un referente para el kirchnerismo. Jamás ocupó un cargo y apenas si se entrevistó con la Presidenta un par de veces. Hay quienes parecen olvidar, o siquiera saber, que la trayectoria académica de Laclau es anterior incluso a la llegada de Néstor a la intendencia de Río Gallegos.
Tras el golpe de 1955, formó parte del grupo Contorno junto a Eliseo Verón, quien falleció también el martes 15 de abril pasado; y hasta sus críticas al leninismo, militó en Socialismo de Vanguardia, una escisión del Partido Socialista Argentino. Trabajó junto al sociólogo Gino Germani y fundó con José Luis Romero la cátedra de Historia Social y General de la carrera de Historia de la UBA. Fue director en los ‘60 de la revista Lucha Obrera, vinculada a la Izquierda Nacional, donde conoció a Jorge Abelardo Ramos; y estudió más tarde con el historiador marxista Eric Hobsbawm en Oxford. Se fue de la Argentina en 1969 pensando que sería sólo por tres años pero el golpe del 76 frustró su regreso pero no su pensamiento.
No mencionar esto es subestimar una opinión como la suya, reconocida por intelectuales de la talla de Slavov Zizkek y Toni Negri, por mencionar sólo algunos. Es despreciar la argumentación como herramienta de transformación política. Es menospreciar su legado. El legado de un verdadero pensador argentino. Maestro de maestros.
Esa aberración hermosa
Cuando muchos emparentaban el término populismo al de demagogia –la degradación aristotélica de democracia– , y lo utilizaban como adjetivo peyorativo, Laclau logró reinventarlo con gracia y rigor.
Ya en 1978, en Política e ideología en la teoría marxista: capitalismo, fascismo, populismo, Laclau señalaba cuatro enfoques básicos en la interpretación del populismo junto con sus inconvenientes; entre ellos aquel que lo tilda como un “fenómeno aberrante” –muy en boga actualmente–, consecuencia de la asincronía del cambio de una sociedad tradicional a otra moderna.
En los 80 escribió con Mouffe Hegemonía y estrategia socialista, una crítica al determinismo económico marxista que le sirvió para replantear, con Jacques Lacan y sus “significantes vacíos y flotantes”, el concepto de hegemonía gramsciano y así presentar –otras obras de por medio– en 2005, La razón populista.
A su entender, el populismo no es otra cosa que una dimensión necesaria de la política, entendida como la lucha por la hegemonía. Es el momento de la ruptura donde pueden articularse demandas no atendidas de una forma no institucional.
Así, el populismo es la presentación de interpelaciones populares-democráticas como conjunto sintético-antagónico respecto de la ideología dominante. Es una alternativa al status quo. Es la política misma, representable únicamente a través de la producción de significantes vacíos.