Por Luciano Couso. A un mes del crimen de David Moreira, un adolescente de 18 años linchado por vecinos de barrio Azcuénaga cuando robaba junto a otro joven a una chica que llevaba su hija en brazos, aún no hay imputados ni detenidos en la causa. Por el presunto asalto callejero, en cambio, hubo un condenado de facto, Moreira, y se entregó en Tribunales su presunto cómplice. No se trata de un caso de morosidad judicial el de la investigación del joven albañil asesinado a patadas y golpes cuando estaba inerme en el suelo: al igual que quienes deciden vivir al margen de la ley, los vecinos que participaron del crimen y luego lo justificaron en las redes sociales, esquivan ahora la convocatoria de la Justicia en procura de la habitualmente denostada impunidad.
Más de una decena de vecinos fueron convocados a declarar por el fiscal del caso, Florentino Malaponte. La búsqueda no fue fácil, la Justicia debió rastrear los números que llamaron al 911 para luego identificar a los usuarios y llamaros a prestar testimonio.
Según fuentes judiciales, uno de los vecinos negó que el número de teléfono por el cual lo habían convocado fuera suyo. “Es de la mujer de un empleado mío”, se excusó. Cuando le hicieron escuchar la grabación de la llamada tuvo que aceptar que había sido él.
Otros de los que acudieron al llamado judicial entraron en una nebulosa de olvido. “El que no vio no quiere contar lo que vio”, graficó una fuente judicial consultada.
“Es una investigación en la que la prueba testimonial no es importante, porque es muy difícil identificar a los testigos o participantes y conseguir que declaren”, abundó el informante.
Sin embargo, el fiscal Malaponte llamó a declarar a lo largo de este mes a más de una decena de presuntos testigos del crimen del joven albañil David Moreira, un presunto motochorro que no tenía antecedentes penales.
“Además de hacerse las testimoniales estamos enfocando con pruebas de otro tipo”, dijo un investigador del caso. En esa línea, sostuvo que fue enviado a la Policía Federal el video aportado por una persona anónima en la que se ve a algunas de las personas que patean al adolescente cuando ya estaba inconsciente en medio de la calle.
Si bien aún no hubo una respuesta oficial de la fuerza de seguridad federal, en la unidad fiscal de homicidios dolosos no son optimistas: “Telefónicamente nos dijeron que no se puede hacer mucho para mejorar la calidad del video”, que fue tomado desde lejos mediante un teléfono móvil.
Sin embargo, los pesquisas del caso son “optimistas” y aseguraron que “va a haber novedades pronto”. “Se están tomando varias medidas de prueba que no se pueden hacer públicas porque fracasarían”, dijeron a este semanario.
A diferencia de los testigos, los imputados de un delito son los únicos eximidos de la obligación de decir la verdad durante una declaración. Es decir, no se les puede achacar falso testimonio a un acusado, puesto que nadie está obligado a declarar en su contra. Las garantías procesales establecidas por la Constitución, como se evidencia en este caso, no son sólo “para los delincuentes” como se suele escuchar en los mensajes de los oyentes a las radios. Que lo digan si no los vecinos linchadores que cometieron un homicidio calificado para espantar el ominoso fantasma de un arrebatador callejero.
Un día de furia
El sábado 22 de marzo David Moreira participó junto a otro joven, luego identificado por su nombre de pila como Isaías, de 22 años, en un asalto callejero a una chica que había hecho las compras y llevaba a su pequeña hija de dos años en brazos.
El arrebato realizado desde una moto se produjo en Marcos Paz y Liniers, en el barrio Azcuénaga de Rosario. El botín que se querían llevar los presuntos “rateros” era un bolso con pañales.
De acuerdo a la investigación, al escapar en la moto los jóvenes chocaron contra un vehículo y Moreira, que iba en el lugar del acompañante, fue interceptado por vecinos del lugar u ocasionales transeúntes.
A partir de ahí se desató una feroz cacería del “motochorro”. Según los testimonios que los presuntos participantes en el linchamiento fueron haciendo público en las redes sociales, el joven albañil fue pateado y golpeado durante varios minutos en el piso.
De acuerdo a esas fuentes, algunos invitaban a los que pasaban por el lugar a patear el cuerpo inerme del adolescente. Algunos tomaron fotos y otros grabaron videos de la barbarie justificada por el “miedo a la inseguridad”. Tal vez hasta un motociclista haya pasado por encima del cuerpo del albañil, que sufrió varios traumatismos y pérdida de masa encefálica como consecuencia del linchamiento.
Tres días después falleció en el Hospital de Emergencias y su madre contó que al padre le costó reconocerlo porque tenía la cabeza inflamada “como un globo”.
Publicada en eslabón Nº 140