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Un día cualquiera, deslizar la barra de scroll por los principales portales de noticias de la región pueden llevar al ¿usuario? ¿lector? ¿internauta? ¿cliente? ¿potencial cliente? a enterarse de cosas como estas: Cristina fue apoyada en la ONU contra los buitres y les dice a los de la oposición que se pongan las pilas y sean menos cipayos y por si fuera poco obtiene el apoyo de Papa Pancho que, por su parte y además, esta semana casará a una madre soltera; está prohibido –lo dijo el titular del Registro Civil– bautizar Messi a los bebés santafesinos; los Redonditos se van a reunir en 2015; falsos inspectores de tránsito pararon un camión y le robaron parte de la carga; vaciaron tres departamentos del centro y robaron dos autos a punta de pistola; tras 72 años dos mujeres se casaron en EEUU; advierten por problemas al usar piercings en la boca (sic); Apple presentó su reloj inteligente (sic) y dos iphones; la mitad de la población carcelaria no fue a la escuela; el muerto de hoy es el Pato Carret; Shakira le dedicó un emotivo mensaje de despedida (sic) a Cerati; Luli Salazar quiere contar cómo es Redrado (y además muestra su nuevo culo); no es cierto que los Redonditos se vayan a reunir en 2015, se quemó una zapatería; maestros piden aumento de sueldo; algo de Ñuls, algo de Central; Apple redobla la apuesta (sic): el nuevo disco de U2 gratis en Itunes.

Esas noticias se retroalimentan y conviven con las que salen en otros medios de comunicación masivos, donde no falta una noticia “casual” sobre Arjona y sus pedidos para el camarín en su inminente actuación en la ciudad; el municipio anuncia que irá contra los cuidacoches que extorsionan a los automovilistas y les confiscará los elementos de acarreo y enjabonamiento que utilizan para el lavado ilegal de vehículos en la vía pública; informes hot sobre sexo y gym en la tercera edad; algo incomprensiblemente burdo sobre el dólar; los representantes del pueblo ya no viajan más a Barcelona sino a Estados Unidos de Norteamérica; alguna opereta relacionada con algún amigo de alguien; algo de Tinelli, flamante comunity manager de la AFA; algo de Máxima, Mirta, Casero y ese tipo de jet set; vienen Los Rolling; Apple saca otro teléfono (¿otra vez?).

La agenda se pone picante con controversias que están a la orden del día: grupos antagónicos de intelectuales discrepan airadamente sobre el color de la fachada del Museo Castagnino, incluso realizan acciones y le ponen el cuerpo a sus convicciones con abrazos y besos simbólicos; la Princesita Karina genera polémica por lo que va a cobrar para cantar en Córdoba; los Redondos generan polémica por algo que nunca sucedió; Víctor Hugo genera polémica porque dicen que dijo –por las dudas mejor no escucharlo– que en las villas miseria porteñas se vive bien porque, entre otras cosas, están cerca del cine Gaumont (no puede ser cierto…); el agua va a aumentar, tal vez muchísimo, tal vez no tanto, vamos a ver; el municipio anunció un decreto por el cual no clausurará a los bares culturales que presenten por adelantado una planilla con los espectáculos que piensa programar siempre y cuando no corran las sillas de lugar y sean aceptados por todo el vecindario.

Con tamaño despliegue informativo podría pensarse que el usuario-lector-ciudadano-consumidor medio de estos tiempos puede tener un amplio abanico de las cosas que ¿pasan? en el lugar-país-mundo en el que vive. Todavía hay una convención por la cual se recibe lo que emiten los medios como un reflejo de la realidad, un resumen de su acontecer. ¿Lo es?

¿Pero cómo es que conviven tan plácidamente una noticia sobre los fondos buitres con el culo recién hecho de Viki Hipolitaki? ¿Da lo mismo? ¿Hay algún interés en que así sea? ¿De quién? ¿Cómo se está conformando la agenda informativa? ¿Es el formato o el contenido?

Contar es ganar

Información pública siempre hubo. Alguna vez fue materia de sacerdotes que podían entender –o al menos convencer de ello al resto– lo que pasaba con las estaciones. Se recuerda en ese sentido la data que un día bajó Moisés al parecer dictada por una entonces flamante deidad abstracta. Con el tiempo, en la vida moderna, la información se convirtió en una materia que se aborda y desarrolla desde el periodismo, que por alguna razón siempre se cuelga la medalla de garantizar su calidad. Y por estos tiempos, la administración de la información es obra de una entelequia que podría denominarse dispositivo mediático-publicitario.

Por estos días hay nuevos datos para agregar al análisis de la relación histórica entre la sociedad y la información pública. Más allá de continuar con viejas discusiones sobre quién decide qué es noticia o no, la lectura de este tiempo debe insertarse en la reconfiguración de la comunicación social, global e interpersonal, ya no de masas sino desplegadas en redes de círculos y simultaneidades que tiene como eje –vaya novedad– una especie de dominación a través del consumo.

Porque más allá de cómo cambió el negocio de la comunicación en los últimos años, parece más determinante cómo ha cambiado la forma de hacer negocios: concentración (de capitales y fórmulas), uniformidad, monopolio, unipolaridad y discurso único parecen conformar la pauta de este mundo global –o debiera decirse globalizado– que se disputan cual caníbales los googles o bill gates de turno (que al final siempre terminan tributando al mismo statu quo).

Esto va imponiendo una racionalidad. Y cuando invertir menos para ganar más comienza a ser la pauta que domina los esquemas de producción de bienes –sean noticias, zapatillas o guitarras– llega un momento en que la información pública –tal como las guitarras– va perdiendo la calidad que podría garantizarla en tanto derecho civil.

Contar es contar

La cuenta es el mensaje: hay que facturar todo el tiempo. Antes ese tiempo se limitaba a un noticiero de media hora por día: bastaba con un buen servicio meteorológico y un par de noticias y columnistas. Mayor producción de noticias demandó más inversión (o gasto, según el gerente de turno). Con una clientela cautiva a través del abono, la tevé por cable pudo dar el salto de emitir noticias durante varias horas, llegando a generar canales específicos y temáticos, y ampliando el negocio a través de la multiplicación de nichos de consumidores.

Entonces, si 24 horas no era suficiente para facturar por día, internet trajo la posibilidad de eternizar el tiempo en una barra de scroll donde conviven bajo la misma fecha cosas que no importa cuándo han pasado. Una lógica que pretende convencer a esa sociedad que apenas unos años atrás generaba treinta páginas y media hora de noticias diarias ahora tiene muchísimos temas interesantes sobre los que enterarse cuando quiera haciendo clic acá.

Vértigo permanente, rating minuto a minuto, como si cada segundo debiera ser exprimido en todo su valor. Un continuado de noticias despojadas de la variable del tiempo. No es un detalle menor, teniendo en cuenta que una noticia es –entre otras cosas– producto de una intersección entre la información y el tiempo.

Fusión, el modelo de negocios lo impone. Los oligopolios son los brazos de una única forma de hacer, esa es la agenda. Cuando se juntan en Wall Street un medio de comunicación y una empresa de entretenimiento nace el infotainment: un supuesto híbrido entre información y esparcimiento que viene en el mismo paquete; un dispositivo que convierte en noticia cada gemido de Hanna Montana.

Un día el periodista llegó a la redacción y se encontró con las nuevas órdenes de los gerentes: ya no era la credibilidad el capital a resguardar sino la venta. Y profesionales que hasta entonces trabajaban bajo la premisa de contar o reflejar lo más atinadamente posible la realidad –o algo parecido– tuvieron que empezar a venderla. A tal fin, debía ser atractiva, entretenida. A la manera de Lanata, por citar al nuevo apoderado del mainstream periodístico vernáculo.

Dispositivo. Formas. El formato es el contenido, la cuenta es el mensaje. Por ahí anda el periodismo, otrora depositario de la custodia de la información pública. Cara a cara con el infotainment. La batalla final está por comenzar.

Habría que ver si cuando termine tienen a alguien a quien convencer. Porque es muy probable que la realidad ya no sea aquello que pasa por los medios.

Nota publicada en la última edición del periódico El Eslabón.

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