Entonces, luego de unos días de licencia, los tres personajes principales vuelven a la oficina de producción de esta columna situada en el piso 37 de un edificio de oficinas en el centro de Dakar. El ánimo no es el mejor, al menos para el doctor Luis Güis Kelly, experto en cotidianología protoparalelepípeda, y para Filoso Fofó, payaso y analista político de este circo; quienes esperaban íntimamente que el pueblo no deseara mayoritariamente volver al pasado neoliberal del que creían haberse liberado. Distinto es para El Desubicado, héroe y hazmerreír de esta columna que, fiel a su impune costumbre de no entender nada, no entiende nada.

Amén de esas diferencias, los tres saben que más allá de los avatares que puedan decantarse de la variable electoral en toda democracia posmoderna la vida sigue y, por ende, hay que ir a laburar. Sin embargo, al llegar no se encuentran con su jefe y autor de esta columna, el señor Abramovi, sino con una pequeña esquela adherida con un imán de la pizzería «Los Hijos de Puta están más Felices que Nunca» en la puerta de la heladera.

«Muchachos», arranca la nota que El Desubicado comienza a leer en voz alta para sus compañeros, «no sé si les había dicho antes, pero el contrato con El Eslabón para la columna El Desubicado 2015 era por cuarenta capítulos. Y guste o no, los contratos hay que cumplirlos al igual que aquellos pactos preexistentes que la Constitución Nacional cita como basamento a la hora de ponerse de acuerdo para ver cómo solucionamos cualquier quilombo prescindiendo de llegar a las manos lo cual siempre, en la medida de lo posible, suele ser preferible. O sea, les decía, teniendo en cuenta que 2015 está por terminar tal como indica el calendario occidental cristiano y que el capítulo anterior fue el 39, esta será la última entrega del corriente año. ¿Me siguen?».

–Sí. Lo seguimos, ¿no muchachos? –se autointerrumpe El Desubicado.

–Es una pregunta retórica, no hay que contestar… –responde Fofó con cierta ansiedad.

«Sé que en cualquier otra situación –continúa leyendo El Desubicado la misiva– todos sonreirían agraciados por poder toparse con un inesperado mas no menos bienvenido período vacacional. Pero también sé que las vacaciones son bienvenidas cuando hay un trabajo al cual volver; de lo contrario, ese tiempo ocioso se transforma en desempleo y entonces la cosa deja de ser tan atractiva, por así decirlo…».

–No entiendo, ¿qué quiso decir? –se autointerrumpe nuevamente El Desubicado.

–Que así como cuando hay laburo nadie quiere laburar, cuando no hay laburo nadie quiere estar al pedo –explica Güis Kelly lo más docentemente posible.

–Seguí leyendo, boludo –reclama ya más fastidioso Fofó.

El Desubicado continúa con la lectura de la carta del señor Abramovi. «Este año fue muy difícil. Como recordarán, tuve que lidiar con una crisis hemorroidal que física y literalmente me sacó de quicio. Es muy difícil, muchachos, poder seguir con la vida cotidiana cuando el culo marca dolorosamente un forzoso cambio de pauta que tampoco aparece claro en el horizonte».

–Perdón, pero no entiendo lo que quiere decir el jefe. ¿Es una metáfora? –vuelve a autointerrumpirse El Desubicado.

–Nunca tuviste hemorroides, ¿no? –vuelve a explicar Güis Kelly, un tanto conmovido por las confesiones de su jefe.

–Seguí leyendo –vuelve a pedir Filoso tratando de no exasperarse.

–Está bien, pero no entiendo qué tiene que ver que le doliera el culo al jefe con nuestro trabajo –manifiesta El Desubicado antes de seguir leyendo. «Es posible, en realidad estoy convencido de que cometí muchos errores en los últimos tiempos. Sería injusto adjudicárselos al estado de mi ojete, aunque haya tenido que ver; creo que hubo cierta impericia de mi parte y también algún desencanto por el rumbo que tomaban aquellas cosas que ya se veía venir que no dependerían de mí en su totalidad. No sé si debería decírselo a ustedes, tal vez ya se hayan dado cuenta, pero lo cierto es que no soy perfecto; por el contrario, soy falible y puedo equivocarme. De lo contrario, antes que autor de esta columna sería algo mucho más copado como, por ejemplo, Michael Jordan, Caetano Veloso o alguien por el estilo».

«Además, sepanlón, no es fácil hacer humor en un mundo cuya realidad corre constantemente la cancha sobre aquello que hace reír. ¿Cómo competir con un tuiter de Binner, una declaración de Lamberto o un proyecto de Boasso? Salvo Gordo Lanata, casi todo en el mundo real termina siendo más gracioso que cualquier chiste que se me ocurra».

–Jajajaja –se ríe El Desubicado.

–¿Y ahora de qué te reís? –pregunta Fofó fastidiado.

–¿Lamberto es ese señor que siempre le pone nombres nuevos a la policía? Policía de Aproximación Visual, Policía de Exterminación Comunitaria, Policía de Acarreo y Transporte de Pizzas y Vitualla… Es muy gracioso… jojojo –confiesa El Desubicado.

–Ufa, dame la carta que sigo leyendo yo –se enoja Fofó y le arrebata el manuscrito al Desubicado.

–¿Qué?, ¿no te parece gracioso ese señor? –insiste El Desubicado.

Fofó no le contesta. Y sigue leyendo: «Pero más allá de los errores cometidos por mí, quiero aclararles una cosa: el hecho de que la columna El Desubicado 2015 termine con Mauricio como presidente es una cuestión estrictamente atribuible a cosas que increíblemente todavía pasan en el mundo real y para las cuales a veces la ficción no encuentra respuestas apropiadas. Los pueblos tienen que hacer sus experiencias en forma concreta y por ahí sus tiempos van más allá de nuestras existencias».

«Sé que hay muchos que están amargados por ese resultado electoral pero no quiero que se sientan mal por eso. Especialmente vos Fofó, que urdiste un muy buen plan para evitar que Mauricio fuera presidente. Debo confesar que me sorprendiste y te felicito porque lo hiciste con inteligencia y buena leche. Es una lástima que no haya dado el resultado esperado, especialmente porque me había hecho ilusiones en salir de gira con nuestra fallida banda tributo a Queen. Por otra parte, ya me había encariñado con el sapo Dani al punto de creer que iba a ser un gran presidente que nos iba a salvar de la tormenta de buitres que merodea desde hace tiempo los cielos de Dakar. En fin, qué va a ser…».

«En cuanto a vos, Luis, creo que vas a tener que reabrir tu consultorio de cotidianología protoparalalelepípeda. Vienen tiempos que van a requerir lo mejor de cada uno y muchos necesitarán de tu saber, y no sólo El Desubicado. A propósito, y no quisiera que cargaran contra El Desubicado por haber votado a Mauricio».

–Eso es para vos. Gracias, a vos te debemos esto –se autointerrumpe con bronca Fofó, mirando feo al Desubicado.

–Pará –lo corta Güis Kelly –. El jefe dijo que no nos la agarremos con el pibe. Seguí leyendo.

Fofó sigue: «Sería como colgar de los huevos al defensor que metió un gol en contra cuando todavía queda por jugar el segundo tiempo. Por ahí no es lo mejor que tenemos, pero es parte de este equipo. Además, sepan entender que él votó a Mauricio simplemente porque alguien tenía que hacerlo. Todavía queda mucho por aprender, traten de ver la foto lo más entera posible».

–La verdad es que no lo entiendo –sigue El Desubicado.

–Y… suena medio como el maestro Yoda. Tal vez se haya drogado bastante al escribir esto –justifica Güis Kelly.

–Hmmmm… a lo mejor necesitaba vacaciones –lucubra Fofó.

–¿Sigue la carta? –pregunta El Desubicado.

–Eh… –Fofó da vuelta el papel. Queda otro párrafo. Lo lee: «Bueno, muchachos, es hora de decir chau. Claro que chau puede querer decir hasta luego. Para eso hay que preservar la posibilidad del luego, así que traten de no mandarse muchas cagadas en este lapso en el que voy a dejar decantar nuevas ideas mientras desensillo hasta que aclare. Espero que podamos volver a encontrarnos y vivir nuevas aventuras juntos. Y si así no fuera, que algo mejor suceda. Los quiero mucho. El señor Abramovi, autor de esta columna».

–¿Y? –pregunta El Desubicado.

–¿Y qué? –pregunta Fofó.

–¿Terminó?

–¿Qué cosa?

–La carta del jefe, ¿terminó?

–Sí. ¿Qué esperabas? ¿Instrucciones para la búsqueda de un tesoro? –lo chicanea Fofó bastante apesadumbrado.

Los tres personajes se miran en silencio. Nadie se anima a hablar. Pero El Desubicado no soporta el silencio.

–¿Y qué hacemos? –pregunta.

–Mañana vemos –contesta paternalmente Güis Kelly como siguiendo el mandato del señor Abramovi –. Cuando empiece el segundo tiempo vamos a tener que jugar.

–Ajá… entiendo… ¿es una metáfora?

–Sí.

Fuente: El Eslabón.

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