El viernes 3 de octubre cumplí la misión periodística más importante que realicé en mi vida: El Eslabón me envió a cubrir la presencia de Yegua y Groncha en la Sede de Gobierno de la Universidad Nacional de Rosario. Demás está decir que lo de más importante tiene que ver tanto con el medio como con el asunto de la nota.

No caeré en la redundancia de explicar por qué tiene que ver con el medio. En consecuencia, iré rectamente al asunto del que debí ocuparme. Como muchos lectores ya saben, Yegua y Groncha es un personaje del mundo virtual, más precisamente de la red Facebook. Allí apareció hace un tiempo, acaso ya más de un año. Desde un primer momento, a través de su muro, se presentó como una mujer joven, investida de una imagen sumamente erótica, con rasgos que la definían como perteneciente a los sectores populares del Gran Buenos Aires. Por otra parte, esa mujer provocativa y sensual, se manifestaba abiertamente kirchnerista, a través de un discurso humorístico y satírico, donde lo político era menos una palabra acartonada que un decir chispeante, de barrio y esencialmente groncho. Primera conclusión para quien se acercaba a su muro: esa imagen que no eludía los estereotipos de la cultura popular, y por momentos kitsch, no podía ser tomada en serio. O en todo caso, si se trataba de buscarle seriedad -que podía haberla, y mucha- no se iba a encontrar en el plano de lo manifiesto de sus imágenes, sino a nivel de los sentidos implícitos o connotados de su discurso humorístico (como ocurre, por otra parte, con todos los discursos satíricos y de humor político).

Yegua Y Groncha combinaba, así, en la red, erotismo, política y humor en una fórmula singular extraordinaria. Sus intervenciones generalmente eran coyunturales, para participar de las grandes cuestiones de la agenda política: por poner algunos ejemplos recientes, hay una donde luce una remera que dice Argentina o Buitres, u otra que reproduce la célebre frase el peronismo será revolucionario o no será, tachando el adjetivo revolucionario y poniendo en su lugar desakatado. Todo esto tamizado con imágenes que remiten a costumbres gastronómicas -el chori, el tetra-, íconos culturales como Gardel, ambientes domésticos propios de barrios humildes del Gran Buenos Aires, y la constante del erotismo, audaz, provocativa, transgresora, sin perder de vista los valores femeninos del personaje, en las antípodas de las mujeres-objetos que pululan en las revistas chimenteras y amarillistas.

Debo confesar que soy seguidor de Yegua Y Groncha desde hace varios meses, y que suelo postear en su muro, generalmente para aplaudir sus iniciativas. Una de ellas, lo recuerdo muy bien, consistió en fotografiarse mostrando sus axilas con vellos, lo que generó una encendida polémica entre quienes criticaban esa actitud por desagradable y antiestética, y quienes la defendían. Yo milité entre los segundos, afirmando que en su caso la exhibición de esos vellos la hacía más deseable para los ojos de los muchachos peronistas. Creo innecesario aclarar el sentido irónico y paródico que suponían esos posteos. Lo cierto es que Yegua Y Groncha es un personaje que nos permite jugar en la red, para encontrarnos de un modo lúdico con lo mejor de las tradiciones y la cultura del pueblo peronista, y posibilitar a través de ese juego que despleguemos nuestras opiniones, nuestras miradas y nuestro pensamiento crítico acerca del presente, del pasado y del futuro de Argentina y del mundo. Me parece que no es poco.

Pero bueno. Una cosa es el personaje virtual, y otra cosa el personaje real. Por eso, cuando marché rumbo a la Sede de Gobierno de la Universidad, me sentía un poquito ansioso. En primer lugar, quería saber si ella sería la misma en la realidad: suele pasar, y eso lo saben todos aquellos que alguna vez han concertado una cita a través de las redes sociales, que la persona con la que se encuentran no coincide con la imagen fotográfica, discursiva o imaginaria que se había construido en la pantalla. Por otra parte, entrarían a jugar otras variables: podría escuchar su voz, y ahí descubriría si me gustaría o no lo que diría, incluso si me gustaría o no el timbre y el tono de esa voz. En fin, demasiados interrogantes y muchas incertidumbres, que, felizmente, se disiparon ni bien comenzó la actividad en la universidad.

La actividad estuvo organizada por Antrópolis Rosario, un emprendimiento dedicado al estudio y promoción de las culturas populares, y la Secretaría de Integración y Desarrollo Socio-Comunitario de la universidad. Ello significó que nuestra alta casa de estudios, como suele decirse, fue capaz de abrirse a una manifestación habitualmente ignorada por los estudios académicos. De ese modo, al comienzo del acto se ubicaron en el estrado, cual disertantes, tres de los integrantes del colectivo que produce el personaje de Yegua Y Groncha, y la actriz que la encarna, poniéndole el cuerpo a sus representaciones en Facebook.

Fue así que hablaron de lo que significaba el proyecto, del sentido que tenía para ellos, explicando que no eran militantes de ninguna organización política, y que tampoco se trataba de un trabajo rentado. Cobramos sólo por nuestros laburos profesionales, aclararon, para aventar cualquier sospecha al respecto. Ya en ese momento de la actividad la que más se destacó fue ella, a la que seguiremos llamando Yegua Y Groncha, porque la consustanciación entre actriz y personaje es total, lo cual me resultó maravilloso: sentí, en ese momento, que lo que hasta entonces había sido un personaje virtual, se convertía en una persona real, por obra y magia del arte de ese colectivo y por la entrega con que esa mujer le daba vida a su personaje.

De manera que Yegua Y Groncha ahora tenía volumen, voz y movimiento; era una mujer de verdad. Demás está decir que su voz me pareció maravillosa, su risa encantadora, su sonrisa cautivante, su inteligencia profundísima, su humor sutil, su ironía penetrante, y su onda súper groncha. Después de esa presentación del colectivo, Yegua Y Groncha realizó una obra, consistente en ubicar a cuatro personas del público detrás de una soga de tender ropa extendida entre dos pesadas columnas -de la que pendían prendas características del personaje- proveyéndolas de elementos tales como una tabla de lavar o una paleta de matar moscas, agregándose ella al cuadro con una caja de vino en sus manos, para hacer participar al público proponiendo que los espectadores dijeran lo que veían. Las respuestas, como no podía ser de otra manera, fueron variadas y diversas, pero todas coincidieron en interpretar una simbología fuertemente política, puesto que las prendas que colgaban de la soga eran una remera que contenía la leyenda Argentina o Buitres, un sleep con el rostro de Evo Morales o unas medias de algodón con la inscripción Clarín miente.

Después de la obra, se proyectaron una serie de fotografías representativas del proyecto, mostrando distintos momentos de su historia, que se cerraba con la foto de una mujer morocha, ya mayor, en una casa de barrio que tenía dibujadas en la pared las figuras de Néstor y Cristina. La mujer aparecía con sus enormes pechos desbordando el soutien, de manera deliberada, exhibiendo alegremente su volumen y sus pezones. Es mi mamá, dijo muerta de risa, Yegua Y Groncha.

Ése fue el tono de todo el encuentro. Jocoso, divertido, desacartonado, pero para nada insustancial. El humor, como en el muro de Facebook, evidentemente era el medio elegido para transmitir ideas, preocupaciones y cuestionamientos fundamentales, que a todos nos importan de manera absoluta. Los compañeros de Yegua Y Groncha habían hablado del amor, de valorar las políticas de inclusión del kirchnerismo como lo que había permitido superar el individualismo propio de los años noventa. O del sentido que tiene para ellos su acción como colectivo, a la que definieron de una manera tan sencilla como contundente: molestar a la oposición. Ni atacar ni criticar, verbos extraños al lenguaje de Yegua Y Groncha; tan sólo molestar, porque saben que con eso pueden lograr mucho más que con un discurso político convencional, que en su caso sería impostado y por lo mismo inoperante.

Y finalmente, ya que debo concluir, me quedo en mi retina con la imagen de ella. Morocha, peronista, bardera, erótica, sensual, capaz de desatarle los ratones a muchos compañeros pero en las antípodas de lo trola, no es otra cosa que el prototipo de esa compañera que todo muchacho peronista sueña con tener. O mejor dicho, de esa cumpa.

Yegua y Groncha con Roberto Retamoso.
Yegua y Groncha con el autor de la nota, Roberto Retamoso.

Artículo publicado en la edición de este sábado del semanario El Eslabón.

 

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2 Lectores

  1. felipon

    13/10/2014 en 12:56

    Yegua Groncha… gana dia a dia admiradores… ella es atinada, real, sexipolitikona, increible, rapida, inteligente…como no admirar un personaje asi. Besos Groncha y abrazo a Cesar Latido…F.

    Responder

  2. Guillermo

    14/10/2014 en 13:17

    LE pagaron por esto?

    Responder

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