Al resaltar el valor de lo comunitario y colectivo, mayoritario y democrático, se habla del servicio de la educación y de la salud pública, entre otros servicios. A ello, don José Gervasio Artigas le agrega un concepto clave de su filosofía: “La pública felicidad”.
“Hay frases de Artigas que no han recibido el merecido destaque por parte de historiadores y que sin embargo dicen cosas muy significativas para entender su pensamiento”, dice Leonardo Rodríguez Maglio, autor del libro “La filosofía popular y regeneradora del magnánimo José Artigas”.
En la contratapa de su obra, el licenciado en Filosofía, graduado en la Universidad de Uruguay, rescata una frase del charrúa de una carta enviada al Cabildo de Santa Fe, del 30 de noviembre de 1818: “Despliéguense las ideas que harán feliz a la América del Sud”.
Rodríguez Maglio resalta el “el rol que le asignaba Artigas a las ideas en la obtención de la felicidad. Si los hombres se orientan por las ideas correctas, serán felices. Si se guían por ideas equivocadas, terminarán siendo infelices. Esto puede parecer muy simplista y esquemático, pero no lo es, para nada. Y valía tanto en aquella época, como en nuestro tiempo. Tanto para los pueblos, como para las personas”.
“Yo jamás dejaría de poner el sello de mi aprobación a cualquier obra que en su objeto llevase insculpido el título de «pública felicidad»”, dice el 13 de agosto de 1815, en una carta al Cabildo de Montevideo.
Combatiendo al individualismo
En la actualidad, aún se intenta contrarrestar ese “salvarse uno y los demás que se arreglen”, y en el combate al legado pesado que dejaron los 90 al impulsar al individualismo como herramienta para vivir mejor. Por eso, a algunos asombra la filosofía del prócer oriental.
“El concepto de pública felicidad expresó y sintetizó el sentimiento comunitario que para Artigas tenía la vida humana”, remarca el licenciado en filosofía, desde su ciudad de Piriápolis. “Para él, los humanos somos seres que convivimos en sociedad, y por lo tanto, en nuestra felicidad impacta lo que les pase a los demás en nuestro entorno afectivo y en el mundo, por eso no podemos ser plenamente felices si nos mantenemos aislados, indiferentes e inactivos respecto a lo que sucede a nuestro alrededor. Por el contrario, debemos obrar para instaurar la felicidad común, porque la felicidad de aquellos con quienes compartimos el mundo también es la nuestra”.
Revolución ética
Ese mirar solidario y colectivo “lo llevó a entender a la revolución no sólo como un hecho político y económico, sino fundamentalmente como un hecho moral que permitía regenerar masivamente las mejores virtudes a partir de la verdadera libertad”, explica Rodríguez Maglio.
Ese filosofar para buscar la felicidad del pueblo no parece acorde con el concepto que sobre don José quiso imponer la historia oficial argentina. «Artigas es un bandido, un tártaro terrorista. Jefe de bandoleros, salteador, contrabandista, endurecido en la rapiña, incivil, extraño a todo sentimiento de patriotismo, famoso vándalo, ignorante, rudo, monstruo, sediento de pillaje, sucio y sangriento ídolo con chiripá. Ese salvaje animal que enchalecaba hombres con cuero fresco lleva por séquito inseparable el degüello y la devastación», según indica Domingo Faustino Sangriento en sus “Obras Completas, tomo 17”.
“Pero Artigas –dice el investigador– le da un alto valor al filosofar, al pensar por nosotros mismos para poder discernir, elegir y elaborar las ideas que desde nuestra conciencia nos guiarán correctamente hacia la vida feliz”.
Además de ese pensar para independizarse de conceptos ajenos, “el objetivo filosófico final de Artigas es la felicidad de los pueblos y las personas, la pública felicidad”, agrega. Destino al que desea deparar a “la América del Sud, toda ella”. Sobre la base de indagar en las cartas y documentos del prócer regional, además de los registros del Archivo Artigas, el trabajo despeja esa “duda sembrada profusamente por sus enemigos, acerca de que eran sus secretarios quienes le escribían sus grandes ideas, y luego él sólo las firmaba. Por medio de varios métodos, se demuestra con rigor que las ideas contenidas en esos documentos eran suyas, y no de sus secretarios», sostiene Rodríguez Maglio.
Sobre su libro, el autor advierte: “Aporta una mirada diferente porque está escrito desde la filosofía, con sus propios métodos». Así, remarca que “no es una mirada histórica ni literaria”. Y agrega: «Me llevó siete años de investigación. No es una improvisación, y logró sus objetivos: aporta conocimientos nuevos sobre el pensamiento de Artigas».
Idiosincracia porteña
Ese análisis profundo del pensamiento artiguista, también permite conocer el accionar de don José. Dice Rodríguez Maglio: “La lucha contra Buenos Aires era para él muchísimo más que una simple lucha económica de puertos, como se lo ha querido presentar hasta ahora”.
En ese sentido, explica que “en realidad fue una lucha entre sentidos de vida diferentes: uno, el porteño, que sustituía el mando español pero continuaba en esencia su ética oligárquica centralista y vertical, egoísta y dominante, y otro el de Artigas, auténticamente revolucionario y popular, que pugnaba por realizar la verdadera liberación para una generosa e igualitaria pública felicidad como sentido de vida comunitario”.
“Por ello –añade– advertía sobre los que usan a la revolución para hacer carrera política en beneficio propio.
En carta al Cabildo de Corrientes (carta del 4 de agosto de 1816) le decía: “Los cargos que de la Patria a sus hijos son de honor y empreño para la felicidad pública”. Y remarcaba que el anterior sistema “honraba” a los intereses privados.
En otro de sus capítulos, denominado “El mejor fin”, Rodríguez Maglio deja en claro que “no se trataba sólo de ser un logro individual, ligado exclusivamente al placer o la satisfacción subjetiva de unos, sino también de un logro colectivo, vinculado a un estado objetivo de la sociedad. Por eso proponía a la Patria como el ideal a realizar, a favor de la humanidad, y hablaba de la felicidad común, la pública felicidad como resultado final a alcanzar”.
Ese pensamiento de Artigas, parido en medio de su oficio de combatir y cabalgar, lo llevaron a expresarlo “muchas veces en forma de máximas”, por los apurones que requieren esos agitados momentos. Así, se han guardado citas –sostiene el licenciado en filosofía– que “forman parte de nuestro patrimonio cultural intangible, y no sólo están vigentes, sino que se nos hacen imprescindibles para construir en verdad un mundo libre, justo, y feliz».