Utin El Eslabon Los Copetudos 18-12-2014 (2)

“El Brasil, al igual que la Argentina, aprovechó la Guerra de la Triple Alianza para instrumentar una serie de políticas de inspiración nacional y unitaria, que apuntaban a destruir las autonomías de las provincias”, explica Romualdo Rocha de Negreiros, desde Porto Alegre, Rio Grande do Sul (Brazil).

“Fue notorio en ambos países, la gradual sustitución de las milicias provinciales (Guardias Nacionales) por un Ejército Nacional, luego seguida por la abolición de las milicias provinciales”, indica el historiador autodidacta, especialista en la historia de Río Grande y de regiones históricas del Plata.

Esa historia regional, que apenas se trabaja en escuelas, nos serviría más para vincularnos con estos hermanos vecinos, con quienes tenemos más identidad en común, que con esa visión europerizante que nos mandaron desde el porteñismo centralista. Procesos de lucha de la región con características similares fueron aislados para evitar que se sumaran las fuerzas populares, las que no explotaban el puerto, la importación, y que tenían una concepción política de desarrollo y liberación.

“El unitarismo en Brasil y Argentina siguió profundizándose, a la par que lo hacía también en Europa y en Estados Unidos (guerras de unificación de Italia y Alemania, y guerra de Secesión norteamericana), avanzando hacia las formas más autoritarias del unitarismo, como fueron las concepciones nazi-fascistas en la década de 1930”, explica Negreiros a el eslabon, desde Porto Alegre.

Esa importación de ideologías, que Argentina realizaba desde sus palacios de Recoleta, también se vivía de alguna forma en Brasil. “En la década de 1930 llega al poder Getúlio Vargas, quien propone el «Estado Novo», un proyecto nítidamente anclado en los parámetros de referencia dominantes en la Europa de aquella época. Se proponía desde el poder la construcción de una «identidad nacional» para una Patria unitaria, monolítica, indivisible y cohesionada, lo que se tradujo, casi de inmediato, en un sistema excluyente, al igual de lo que ocurrió en Europa”.

“Los ideales americanistas de la Patria Grande, en el país vecino caían –según Negreriros– ante la oleada excluyente de la diversidad de expresiones culturales, y excluyente también de la diversidad de expresiones políticas e ideológicas. De esta matriz ideológica nazi-fascista surge la teoría de las «fronteras ideológicas», en la cual se fundaron el maccarthismo yanqui y sus manifestaciones latinoamericanas en forma de dictaduras militares apoyadas por la CIA y el Pentágono”.

Cultura dominante

Ese unitarismo, centralización y destrucción de regionalismos, para una mayor dominación fue implementada en Argentina, como también en la tierra brasileña. “En esa década de 1930 se planteaba desde el gobierno que toda la cultura del Brasil debía ser idéntica a la cultura dominante de su capital, que aún era la vieja sede imperial Rio de Janeiro. Por lo tanto, todo el aparato del Estado se puso al servicio de la difusión de la cultura carioca como marca de identidad brasileña. Fue la época de los grandes íconos del Brasil que obtenían resonante suceso en los Estados Unidos, como fue el caso paradigmático de la cantante y bailarina Carmen Miranda, con sus famosos tocados frutales”, remarca el investigador.

Pero no se podía callar a la tierra y su gente. Como en nuestro interior, surgió una resistencia humilde pero profunda, hasta que inició su levantamiento.
“Como reacción inmediata a estas políticas culturales unitarias y excluyentes de la diversidad real del país, en Rio Grande do Sul comienzan a surgir las asociaciones tradicionalistas, en buena medida apoyadas desde el gobierno estadual”.

Cuando en 1494, en un tratado entre España y Portugal se dividen sus ambiciones, Río Grande queda del lado español. Fue la región de las misiones jesuíticas y la gaúcho, tan similar al pampeano. Esa huella queda aún hoy en su población rural, sus músicas, relatos y tradiciones, como el tomar mate y andar de a caballo

Con la expansión luso brasileña, en procura de ganados y tierras para sus hacendados, ocuparon territorios cercanos al actual Uruguay e intentaron tomar el litoral argentino. Allí los frenó el guaraní Andrés Guacurary, con sus montoneras federal de originarios.

El territorio riograndense, avasallado por la prepotencia de la corona portuguesa –y luego la brasileña–, no incluyó a esa cultura e identidad tan distinta a la del pueblo brasileño del norte. La cultura llamada «oficial y nacional» dejó afuera a ese sentimiento. Esa política centralista es en parte la que impulsa y provoca también esos deseos de separación del Estado Brasileño.

Pero la lucha, hoy, es por el reconocimiento de esa identidad, al igual que la gesta de los Pueblos Libres, que no pretende salir de Argentina y Uruguay y formar otra nación más, sino recrear una política regional, de cooperativismo y solidaridad entre pueblos tan semejantes.
Artigas había pensado que la Patria Grande unía a toda la región contra el poder centralista de los porteños y británicos. Esa lucha e idea se sepultó durante años y los libros de historia oficial construyeron límites entre los pueblos y armaron un relato que diseñó próceres semidioses y guerras que muchas veces fueron traiciones a la población masiva, entrega de bienes y tierras, y una sumisión total al capital británico.

Identidad viva

Pero la cultura liberal y mitrista no pudo acabar con esa identidad, a pesar de sus mentiras y falsificaciones inventadas para justificar al proyecto político que excluía y trazaba la herencia de dependencia y coloniaje.

Ese pensamiento artiguista quedó en el subsuelo de la patria negada, en la cultura e identidad que no puede aplastarse con políticas represivas y saqueadoras.

De a poco, creciendo desde el pie, organizaciones sociales, políticas, gremiales y estudiantiles vuelven a levantar esa bandera de unidad regional, como ocurrió en el encuentro en Colonia de Sacramento, y por la vigencia de la política artiguista, como en esa agrupación Gaúcha de RS Livre, que lucha por esa cultura regional en el sur brasileño. La historia sigue y se renueva en esa zona; parte de Uruguay, Misiones, Entre Ríos, Córdoba, Corientes y Santa Fe.

Ahora, con otros tiempos y protagonistas, con otros sectores dominantes y elites del poder, desde 2008 comenzó la experiencia de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). El proyecto intenta consolidar un organismo internacional que busca edificar una “identidad y ciudadanía suramericanas, al igual que desarrollar un espacio regional integrado”.

En 2015, la hora de los Pueblos Libres espera que el debate y el compromiso renueven ese sentir regional, el de la Patria Grande.

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