Club El Luchador, ubicado en barrio La República, asidua sede de recitales.
Club El Luchador, ubicado en barrio La República, asidua sede de recitales.

La clausura de varios locales provocó que la movida musical rosarina se alejara del centro de Rosario. Voceros de la escena under de la ciudad ensayan reflexiones sobre el fenómeno. Opinan: Paco Petrocelli, Lalo Moreno, Morena Pardo y Gabriel Cejas.

La frase de Platón Nada de cuanto sucede es malo para el hombre bueno, de la cual proviene el popular refrán anónimo No hay mal que por bien no venga, podría servir para ilustrar a la reconfiguración geográfica del circuito de recitales que tuvo lugar en la ciudad en los últimos tiempos, a partir de las trabas y clausuras en manos del gobierno municipal a los espacios céntricos que nucleaban a la escena musical under rosarina. Al igual que en la década del noventa, clubes de barrio y centros culturales autogestionados ubicados en la periferia se erigieron como alternativas a la imposibilidad de tocar.

Desde comienzos de 2014, grupos de inspectores municipales con decibelímetros salen a recorrer locales del centro de Rosario donde suele haber música en vivo, bajo la premisa de hacer valer ordenanzas vetustas. Como resultado, hasta la fecha fueron multados y/o clausurados, entre otros tantos: Mcnamara (Tucumán 1016), El Diablito (Maipú 622), Bon Scott (Richieri 131), Bienvenida Casandra (Sarmiento 1490), Distrito 7 (Ovidio Lagos 790) y El gran Atlas (Mitre 643). El acoso sistemático a los productores culturales dio lugar a dos agrupaciones en defensa de la libre producción artística. Por el lado de artistas y consumidores El Colectivo Avispero y por el de gestores de espacios culturales privados, Ecur.

Para Paco Petrocelli, guitarrista de Trova Maldita y Club Social y Destructivo, la tendencia de realizar recitales en los barrios comenzó a principios de los noventa. El club fundacional fue el Theyler, ubicado en paraguay 4500, en el corazón del barrio La Guardia, que dio lugar al festival Theyler rock, que tuvo más de 15 ediciones autogestionadas y en la que participaron varios exponentes de la época como: Al karajo , Komplejo Vitaminico, Rasta Banda ,Scraps, Rosario Smowing, Purple house, Gurú, Porca Palabra y Pure hemp. Paco remarcó que “las entradas eran de muy bajo costo y la convocatoria era espectacular. Un domingo por la tarde noche podía haber unas 300 personas en perfecta armonía”. Pero un cambio de la comisión directiva y otras reformas institucionales del club llevaron a los organizadores de shows en el Theyler a mudarse al club Ñandú, ubicado a cinco cuadras de su análogo.

“Debido a las nuevas clausuras de la municipalidad decidimos volver con toda la fuerza en 2014” , enfatizó Paco, que en diciembre formó parte de la organización del prototipo de festivales en el Ñandú. Allí tocó la banda pionera del reggae rosarino, Rasta Banda, y La Guardia Calavera, compuesta por ex integrantes de Scraps; y se convirtió en el antecedente de We are the barrio Fest, que se llevó a cabo en 2014 y al que asistieron 350 personas que disfrutaron de dos escenarios alternativos y muestras de fotografía y pintura.

Para Lalo Moreno, coordinador del Centro Cultural La Hormiga Negra y cantante de la legendaria banda de hardcore punk Asko y Pena, las razones que llevan a alguien a organizar un show en la periferia son fáciles de visualizar, “En el centro de la ciudad, los locales de música en vivo cobran caro, desde una entrada, hasta una cerveza y además se quedan con el dinero de la entrada, que en algunos casos se las hacen vender a los músicos”. “Los políticos no le dan verdadera importancia a la cultura en sus diversas vertientes y los empresarios de los boliches sólo piensan en la guita que les va a quedar. Por eso y mucho más vamos a seguir haciendo las cosas por nuestra cuenta”, remarcó Lalo, quien realiza recitales hace años en su casa, ubicada en Villa Gobernador Gálvez, conocida como el centro cultural La Hormiga negra, en tributo al gaucho bravo y marginal de una de las primeras novelas nacionales.

Morena Pardo, prensa de Júbilo discos y parte de la organización del ciclo Nuestros Domingos son Fantásticos, que llevó a la popular banda platense El Mató a un policía motorizado, Las Liebres, de Corrientes y los locales Amazing Ruckus Trip, Jellyhead y Ponzonia al club Unidad y Tesón, ubicado en Entre Ríos al 3800, dijo que “muchos de los locales culturales, generalmente independientes y autogestionados, con buenos arreglos para las bandas y verdadero interés por la difusión de la cultura, hoy están en jaque por la incomprensible persecución municipal.”

Como vocera de Júbilo discos, remarcó: “intentamos generar una propuesta que tenga que ver con varios corrimientos. Por un lado, la idea del ciclo de Nuestros Domingos son Fantásticos, es desterritorializar el epicentro de la movida y trasladar la mirada hacia los barrios. Y al mismo tiempo, el objetivo es crear un nuevo circuito por fuera de los bares y espacios culturales de siempre y que encuentre a los clubes deportivos y sociales como sede. Pero lograr todo esto también implica una apuesta y un esfuerzo colectivo enorme, al que no todos están dispuestos, ni tienen por qué estarlo. Debería ser más sencillo para una banda o sello gestar una fecha sin estar contando entradas vendidas para ver si al menos pueden cubrir los gastos de sonido. Y para esto es necesario que la voluntad de muchos sectores, con intereses –casi por definición– distintos, vaya en el mismo sentido”.

Gabriel Cejas, fundador del Colectivo Avispero, reflexionó que los más afectados suelen ser aquellos que practican géneros musicales marginales como el punk, el hardcore y la música pesada, pero la persecución por parte de los organismos estatales de control también afecta a las fiestas populares y el teatro experimental. “Empezaron a desaparecer espacios en torno al microcentro porque aquellos que se encuentran por fuera no son visibilizados, en San Martín al 6000 dudo que esté la GUM dando vueltas”, cuestionó Gabriel, y agregó: “Todo es parte de un búsqueda oficial por una estética de la cultura. Desde el Colectivo Avispero, trabajamos bajo la consigna de que el arte salga a las calles, para los organismos de control hoy es lo mismo un poeta que recita en la calle a alguien que está realizando un acto de vandalismo”.

Medellín a las piñas
La segunda ciudad más poblada de Colombia es estudiada a nivel mundial por su modelo de urbanismo social, que propone la inclusión mediante la distribución de recursos en zonas periféricas. Logrando así un circuito cultural heterogéneo que movilice a sus ciudadanos a habitarla en su totalidad. Rosario, con dirigentes en el polo opuesto de idiosincrasia política, están logrando un efecto parecido, al obligar a los consumidores de música a desplazarse cada vez más para encontrarse con las propuestas musicales que lo seduzcan.

Yo quiero ver un tren
Se especula que con la llegada del tren que conectará Capital con Rosario en aproximadamente tres horas y con pasajes a precios razonables, expandirá aún más el radio de acción de las bandas y facilitará el intercambio con exponentes de Buenos Aires.

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