Estuve viendo el debate entre los candidatos a intendente. Mucho hilo para cortar. En primer lugar, lo que se destacó de manera casi grosera, fue el predominio de los medios sobre los políticos. O dicho un poco más técnicamente, el predominio del lenguaje de los medios sobre el discurso de los políticos.
La razón es tan simple como evidente: los medios imponen el formato, de una manera tan burda como brutal. Dos minutos para exponer, un minuto para responder. Así, cronométricamente un timbre señala cuando faltan 20 segundos, y una especie de sirena marca abruptamente el final, dejando sin palabra al que está hablando.
Ese formato obliga a que los candidatos se vean obligados a comprimirse dentro del escaso tiempo disponible. Semejante constricción provocó efectos desvastadores en la mayoría, excepto en Alejandro Grandinetti (Frente Renovador), a quien, evidentemente, lo salvó su experiencia y su formación como profesional de los medios de comunicación. El resto hizo agua por los cuatro costados.
Porque hablar en televisión, en esas condiciones, exige todo un entrenamiento que no se limita al uso de la palabra hablada sino que incluye además la kinesis, la gestualidad, el uso de la imagen y del propio cuerpo.
Allí descolló también Grandinetti, bien plantado, hablándole al telespectador mirándole a los ojos como lo haría, por ejemplo Guillermo Andino (a quien, no por casualidad, alguna vez reemplazó conduciendo el noticiero de América). Pero además, y esto va más allá de la capacidad de adecuación al lenguaje televisivo, desplegó una inteligente estrategia comunicacional, de tipo propositiva, que seguramente fue del agrado de muchos espectadores. Eso también significa hablar pensando en la audiencia.
Los demás, por el contrario, hablaron desde una conciencia pre-mediática. Edmundo Finkelstein (Frente de Izquierda de los Trabajadores) parecía estar hablando en una asamblea de AMSAFE, Roberto Sukerman (Frente Justicialista para la Victoria) en un acto del FPV, Ana Martínez (PRO) en declaraciones para para algún cronista amigo, y Mónica Fein (Frente Progresista Cívico y Social) con su propia conciencia. Por otra parte, lejos del sentido propositivo de Grandinetti, se basaban recurrentemente en la descalificación, el golpe bajo, el uso de eslóganes, las frases hechas, las apelaciones sentimentales, y la devolución de mandobles con más fuerzas. Resultado más que probable: deben haber provocado más rechazo que aceptación en la mayoría de los espectadores no identificados previamente con alguno de ellos.
¿Significa esto que, por haber tenido la mejor perfomance mediática, Grandinetti saldrá beneficiado electoralmente?…No lo creo, porque de creerlo estaría creyendo además que los medios son quienes deciden el resultado de las elecciones.
Pero no creer que decidan el resultado de las elecciones no significa desconocer su inmenso poder, que puede formatear a su antojo la palabra y el discurso de los políticos, como bien se pudo comprobar esta noche. Lo cual me lleva a una reflexión final: solamente un político que tenga un inmenso poder propio, debidamente probado, podría prescindir de comparecer ante el tribunal de los medios. La pregunta que correspondería formular. entonces, es si ese político existe. Y la respuesta que me permito dar es que sí, y que es uno solo. Se llama Cristina Fernández de Kirchner.
(*) Texto publicado en el muro de Facebook del docente, escritor y doctor en Letras, Roberto Retamoso.