(Resumen del capítulo anterior: presa de un súbito sentimiento de ¿nostalgia? el señor Abramovi, autor de esta columna, intenta comunicarse con los personajes para invitarlos a pasar un rato. Pero sucede que, entre tantas posibilidades que ofrece hoy la vida cotidiana para comunicarse –guasá, sms, mail, feisbu– no queda claro para los convocados la petición del autor de que se apersonen en la oficina con algo de beber y/o de comer; producto del ruido comunicacional, los personajes llegan con las manos vacías, a excepción del doctor Luis Güis Kelly, experto en cotidianología protoparalelepípeda de esta columna que arriba acompañado por la pelota que pateó Higuaín en la final de la copa América contra Chile la cual llegó a sus manos luego de atravesar la cordillera de Los Andes e irrumpir groseramente a través de una ventana. De más está decir que la pelota no se come.
Y es precisamente Güis Kelly el que se encarga de ir por algo de morfar para pasar la velada más plácidamente. Al regresar lo hace con 400 gramos de mortadela en fetas, 300 gramos de un –por cierto ordinario– queso en barra, una bolsita de pan de hamburguesa y media docena de mandarinas. “Es lo que conseguí, jefe”, le dice a Abramovi, quien le reprocha que no haya traído mayonesa. “¿Tampoco tiene mayonesa, jefe?”, chicanea Güis Kelly, aunque no deja de preocuparle la precaria situación en la que nota que está viviendo el autor de esta columna, de quien –¿hace falta aclararlo?– depende nada menos que su propia existencia.)
—Sesmme derminó dabayodefffa. Ffennfé feibas a draer –justifica el señor Abramovi mientras se come el primer sánguche al mismo tiempo que comienza a prepararse otro.
—Trague tranquilo, jefe, ¿qué apuro tiene? –sugiere Filoso Fofó, payaso y analista político de este circo, con la mirada fija en las cuatro mandarinas con las que está haciendo malabares.
Abramovi termina de masticar el primer sánguche y antes de empezar con el segundo se disculpa: –Perdón, muchachos, hacía como cuatro días que no comía nada.
Los personajes lo miran atónitos. El autor explica: –No se alarmen… no es nada raro… –le da el primer tarascón al segundo sánguche –nndo dedía gadaa de sadid dacá –termina de tragar –. ¿Qué hay de tomar?
El Desubicado le alcanza un vaso de agua tónica. El señor Abramovi introduce ávido el líquido en sus fauces, acción que corona con un sonoro eructo que se extiende por seis o siete segundos.
—Perdonen, muchachos, tenía hambre y sed –se disculpa el autor, y vuelve a soltar un eructo un poco más corto. Güis Kelly, Fofó y El Desubicado lo miran en silencio. Güis Kelly acaricia nervioso la pelota que pateó Higuaín en la final de la copa América contra Chile, que no entiende un joraca.
—¿Y para qué nos convocó, jefe? –pregunta el doctor Güis Kelly como si no pasara nada, botando suavemente el balón contra el parquet.
—¿No les quedó claro en la convocatoria? –replica Abramovi mientras se arma el tercer sánguche.
—A mí me llegó un guasá que decía “vengan putos” –explica El Desubicado.
—A mí también, aunque después vi el sms que decía “y traigan morfi y algún vino” pero eso no aclara los motivos de la convocatoria –explica el doctor.
—Yo vi el mail que decía que trajéramos algo de morfar y escabiar –dice Fofó mientras deja caer las cuatro mandarinas al suelo –pero no tenía plata. Igual… no sé por qué nos convocó.
—¿Ninguno leyó el mail que decía que los extraño y los invitaba a que me visitaran pero como amigos? –pregunta el autor. Los personajes se miran, ninguno responde. Abramovi sigue: –Y bueh, ¿qué onda?, ¿en qué anduvieron?
—Nada, estuve jugando mucho con la pelota que pateó Higuaín en la final de la copa América contra Chile
–confiesa Güis Kelly.
—Yo me hice amigo del Fantasma del Pro, que vagaba penando por Dakar sin poder asustar a nadie hasta que, de golpe, empezó a asustar de nuevo y se evaporó.
—Yo estuve hablando con Mauricio –interrumpe Fofó con la mirada puesta en las cinco mandarinas con las que está haciendo malabares.
—Yo también pero le corté porque estaba viendo el programa de los nenes que cocinan –aporta El Desubicado.
—¿A vos también te llamó? –tercia Güis Kelly –. Yo le corté, no le di ni bola, eran como las cuatro y media de la mañana, estábamos viendo una peli, ¿te acordás? –el doctor se dirige a la pelota que gira sobre la yema de su dedo índice derecho.
—Claro: Héroes, me parece –responde algo mareado el esférico, y canta: “Más, medás cadadí hamas”. Abramovi suma su voz al verso siguiente: “Ale luggia, porelmó doqué tié nesdeamarrrrrrrr”.
—Yo sí quise hablar con él –vuelve Fofó a poner la charla en eje –. Y jamás pensé que iba a poder entenderme con él, pero creo que lo hice.
—Hablaron de Freddie Mercury, seguro… –se mofa Abramovi.
—¿Cómo lo sabe, jefe? –se impresiona Fofó.
—¿Además de ser el autor de esta columna, paparulo? Jajaja –se mofa otra vez Abramovi. Y continúa: –Es evidente que lo de ese hombre es la música. Se ve que en Mauricio hay un artista que por una cuestión de mandato social está reprimiendo.
—Exactamente eso pensé yo, jefe –concede Fofó. Y se arenga: –No sé si tuve una visión, un ataque de bondad o qué, pero qué quieren que les diga, yo al tipo lo entiendo: él no quiere ser presidente, lo están obligando.
—Qué no va a querer ser presidente ese taimado –se ofende Güis Kelly apisonando la pelota contra el suelo –. ¿Qué te creés que lo obligan a hacer esos negociados que siempre hizo? ¡Si la guita la familia siempre la hizo gracias al Estado, qué no va a querer ser presidente!
—Te digo que no Luis. Hará todos los negociados que vos creas, ponele… Pero eso no lo hace feliz. El quiere cantar, lo suyo parece que es la música. Tenías que escucharlo cuando hablaba de Queen… Pobre ángel… cree que es una banda de Nueva York… –se apiada Fofó.
—Y… es medio boboncho… –Abramovi le hace un gesto a Fofó para que le arrime una mandarina.
—Sí, pero… –Fofó parece un poco conmovido –yo lo invité para que nos juntemos un día…
—¿Con Mauricio? ¿Acá? –se horroriza Güis Kelly.
—Apa –se interesa Abramovi.
—Claro, ¿no jefe? Fumamos un charuto, tomamo un vino, tocamos la viola –se entusiasma Filoso buscando complicidad en el autor de esta columna.
—¿Vos te sabés algún tema de Queen? –chicanea, como ofendido, Güis Kelly a Fofó.
—El señor Abramovi sabe –aparece El Desubicado, a quien la idea también le empieza a interesar.
El autor de esta columna mata del pico el culito que quedaba de agua tónica. Los personajes lo miran como esperando aprobación para la reunión con Mauricio. Abramovi parece meditar la decisión.
—¿Y jefe? ¿Qué le digo a Mauri? –apura Fofó.
—Estoy pensando…los pros y contras de incorporar a Mauricio como personaje de esta columna –medita Abramovi.
—Podríamos incorporar más personajes de la política, jefe, muchos están por quedarse sin laburo –intenta subir la apuesta Fofó. Aunque no responde, el autor pone cara de “no es mala idea”.
—Mientras no venga la gorda Carrió, ya ni siquiera resiste una ficción –intenta coparse Güis Kelly.
—A mí me gustaría que venga Mónica –se recopa El Desubicado.
—Eso será difícil –Abramovi se rasca la panza llena –. Va a estar ocupada, le quedan otros cuatro años por delante al frente de los destinos de Dakar.
—¿Cómo? ¿En serio? ¿Cuatro años más? –se impresiona El Desubicado.
De pronto, un silencio análogo al que provoca perder una definición por penales se apodera de la oficina de producción de esta columna.