El parkour –disciplina física que consiste en trasladarse de un punto a otro de la manera más rápida y fluida posible, y con la sola ayuda del cuerpo– suma adeptos en Rosario, ciudad que fue sede de un encuentro internacional.

El parkour nació en Francia y fue desarrollado por un tal Raymond Belle, que se inspiró en los entrenamientos militares que había promovido el oficial naval galo Georges Hébert antes de la Primera Guerra Mundial. Ese circuito de obstáculos en el que la tropa debe arrastrarse, escalar, saltar y rodar para amortiguar caídas, es denominado “parcours du combattant”.

“Es algo más que acrobacia callejera: es una disciplina que consiste en el movimiento del cuerpo, en trasladarse de un punto a otro, sorteando obstáculos de manera eficaz, rápida y fluida. Después están las acrobacias, que son más para embellecer el movimiento”, dice Nahuel Arancón, uno de los profes de parkour del Echesortu Fútbol Club (San Nicolás 1350), y agrega: “La idea no es competir con otras personas, sino superarse a uno mismo, buscando movimientos eficientes”.

Se mueve para acá, se mueve para allá

Foto: Javier García Alfaro.
Foto: Javier García Alfaro.

“Siempre me gustaron los deportes y practiqué varios desde chico. Mis viejos me incentivaron a practicarlos sin decirme que haga uno determinado, así que probaba, y eso está muy bueno”, dice Nahuel Arancón, en las instalaciones del populoso club Echesortu. “Probé algunas artes marciales, como taekwondo, también hice fútbol, básquet y natación, en la que estuve federado y participé de varias competencias; pero desde chiquito me interesaron las acrobacias. Hacía vueltas en la pileta, me trepaba a los muros, a los árboles, así que me anoté en una escuela de circo”, dice este joven oriundo de Neuquén, y acota: “Después, para pulir lo que es técnica, hice dos años de gimnasia deportiva. Más de grande empecé a hacer acrobacias y a ver videos de la disciplina en la calle, y así encontré al parkour”.

A los 20 años, y ya instalado en Rosario, Nahuel empezó a saciar esa curiosidad. “Arrancamos con un amigo a copiar lo que hacían en los videos: saltábamos, corríamos; nos movíamos sobre todo”, rememora Arancón. “Después busqué si existía algo de eso en Rosario y encontré este grupo, el MMSB (“fue una pavada, alguien tiró «Mirá Mamá Soy Batman», y quedó”), que ya tenían algo armado, como un cronograma de entrenamientos, pero todo en la calle. Hasta que, buscando lugares, encontramos este club, nos dieron un lugar y ahí comenzamos a dar las clases”.

“El problema de la calle es que, al ser una actividad nueva, no está bien vista. Teníamos inconvenientes en algunos lugares a los que íbamos, entonces surgió la idea de buscar un lugar cerrado para empezar a entrenar con estructuras armadas por nosotros –continúa–. Un chico nos hizo el contacto, vinimos a comentarle la idea a la gente del club y enseguida nos dijeron que no había problema, sólo que teníamos que ser socios. No se cerraron, les explicamos bien lo que hacíamos, les mostramos videos, y nos dieron la oportunidad. De a poco se empezó a sumar la misma gente del club, o los que nos veían en la calle, y hoy vienen unos 30 chicos aproximadamente”.

Callejero por derecho propio

Este joven de 29 años, que al igual que los chicos que asisten a sus clases pega un par de volteretas en el aire ante los flashes del fotógrafo de este medio, explica que “la base de la disciplina es en un entorno urbano, natural, y no en un entorno controlado como es acá, que tenemos colchonetas y estructuras que podemos mover”, y cierra: “Por eso, cada vez que podemos, vamos afuera. Vamos a (Presidente) Roca y el río, al parque España, al Urquiza, al Scalabrini Ortíz, a cualquier espacio en el que podamos movernos”.

Nahuel remarca que “la movida está creciendo en Rosario, incluso hay otro grupo más que entrena, pero sólo en la calle”, y que “hay un montón de «traceurs», que así es como se le dice a quienes practican esto, y que significa «caminante»” en francés.

En cuanto al entrenamiento en sí, Arancón indica que varía según la edad pero que lo primordial es hacerse amigo del propio cuerpo. “Cuando son muy chicos (van niños desde los 6 años), se les enseña lo básico: saltos, movimientos. Empezar a conocer su cuerpo y las capacidades que tienen. Sacarles el miedo, que muchas veces está bueno tenerlo, porque evita que hagas tonterías. Se les enseña a trepar, a caer, todo de forma lúdica y armando recorridos que les llamen la atención”.

Como la mayoría de los videos que uno puede encontrar en youtube son de tipos saltando de un techo a otro a grandes alturas, Nahuel se encarga de remarcar que “siempre transmitimos a los chicos que una cosa es lo que enseñamos acá en el club, con colchonetas, con alguien que te mira, te cuida, te dice que esto lo podes hacer y esto no, alguien que te guía; y otra muy distinta lo que se hace en la calle. Los incentivamos a que se animen y vayan a la calle, pero siempre desde la consciencia, sin hacer cosas peligrosas porque esa no es la base de la disciplina”, y concluye: “Si tu cuerpo te dice que no, es no. Uno tiene que ser autoconsciente de lo que puede y no puede hacer”.

Lamentablemente, el parkour rosarino tomó trascendencia nacional cuando un joven de 18 años murió tras caer desde el borde de un barandal de las escalinatas del parque España, aparentemente por estar practicando esa disciplina. “Se dijo mucho que el chico estaba haciendo parkour pero no fue así”, corrige Nahuel. “Yo lo conocía porque entrenó acá, y no estaba haciendo parkour, pero los medios salieron a decir eso porque vende más. Y aprovecharon para recordar un caso parecido que había ocurrido en La Pampa un año atrás. Lo que pasó acá fue que estaba sentado, se resbaló y se calló. Por suerte me llamaron de varios medios y me dieron la oportunidad de aclararlo”.

Rosario extremo

Foto: Javier García Alfaro.
Foto: Javier García Alfaro.

Traceurs de Argentina y otros países de la región tuvieron en la ciudad su punto de encuentro este fin de semana largo, con los pibes de MMSB Parkour Rosario como anfitriones.

Las actividades de este Encuentro Internacional de Parkour, denominado RT Jump, arrancaron el jueves en el Galpón Centro de la Juventud. “Se hacen dos o tres veces al año, en una ciudad determinada. Acá se hicieron ya tres encuentros y el último fue en 2012, en el que vinieron como 200 chicos”, remarca Nahuel Arancón, y cuenta que la ciudad recibió a “gente de Chile, Brasil, Uruguay”, además de distintas partes de nuestro territorio.

Las jornadas –en las que se anotaron dos centenares de chicos– continuaron el viernes con una exposición en la plaza de las Chimeneas Acindar (Estévez Boero y Francia); el sábado hubo un Parkour Itinerante, desde Presidente Roca y el río hasta el Parque Scalabrini Ortiz; y culminó el domingo, cerca del mediodía, en el balneario La Florida.

Alejados de las federaciones y asociaciones, los jóvenes se contactan en eventos anteriores o a través de grupos de Facebook, según cuenta Nahuel. “En estos encuentros, los chicos vienen días antes y se van un par después, se quedan a dormir en las casas de otros participantes. La idea de esto es que sea un intercambio de enseñanzas, que el que más sabe le enseñe al que menos sabe”, resalta el crédito local, y recuerda la polémica que se armó entre los muchachos del palo cuando quisieron incluir al skate como disciplina olímpica: “Al igual que en el parkour, en el skate no hay competencia. Y los propios skaters se negaron, porque no están de acuerdo a que les den puntajes por lo que hacen”.

Antes de despedirse, este joven neuquino admite que “los que más se destacan son los de Buenos Aires, porque tienen Parkour Park, que son lugares públicos construidos especialmente. Allá tienen dos y la movida está vista de otra manera, porque tienen más apoyo gubernamental”. Y cierra: “Acá se ha hablado el tema para instalar una, pero se le da prioridad a otras actividades más conocidas. Aunque la idea siempre está: hay proyectos armados, con planos y todo. Sólo nos falta apoyo y que nos den el lugar, como ya pasó con el skate, que ya tiene lugares propios”.

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