“Mi mamá es la que pilotea el barco”, la frase final de la conversación con Leonel da una clara dimensión del drama que está viviendo su familia desde la madrugada del sábado. El muchacho, de 21 años, es el tercero de seis hermanos. Todos están desocupados. Regresaba de cirujear en bicicleta con su madre Ana de 46, cuando –según cuenta– la mujer fue embestida por un auto que manejaba un gendarme que corría una picada con otros pares de su fuerza. El conductor se intentó fugar, pero Leonel lo impidió y lo llevó al lugar de la embestida, hasta donde llegó la Policía y también Gendarmería. No hubo peritajes ni arrestos. El automovilista se pudo retirar. Su madre fue derivada al Heca, donde permaneció hasta entrada la mañana. A la fecha a Leonel no le han tomado la denuncia ni en Fiscalía ni en la Seccional 19, que es la jurisdicción del suceso.

“Veníamos por avenida Godoy (Presidente Perón), mano este-oeste. Veníamos de cirujear, porque yo ando sin laburo y mi mamá también. Eran las doce del viernes. Volvíamos con algunas cosas y comida que habíamos encontrado. Íbamos a doblar por Teniente Agneta y antes de llegar a la esquina le aviso a mi mamá que venía un auto detrás, casi a mitad de cuadra. Cuando le termino de avisar, escucho una frenada más o menos de cuarenta metros, y a mitad de la frenada, el loco toca bocina. Mi mamá se da vuelta y ahí la choca. El loco acelera llevándose a mi vieja en el capó, pega el volantazo contra el cantero del medio de la calle, revienta la rueda y mi mamá cae al cantero. La bicicleta vuela a unos veinte metros. Ahí, salté de la bicicleta, me saqué la mochila, tiré todo lo que traía en mi bicicleta y lo corrí más o menos unos setenta metros, porque se daba a la fuga”.

—¿Se iba?
—Seguía con el auto en marcha, con la rueda del lado del chofer reventada. Yo lo alcancé. Le abro la puerta en movimiento, me subo y le pido que se baje, hasta que lo hice frenar en Godoy y Pedro Lino Funes.El loco no quería salir del auto y yo le seguía diciendo que bajara, que había dejado a mi mamá tirada, que no sabía si estaba muerta. Cuando sale del auto, hace una maniobra. Llega hasta el baúl, vuelve, abre la puerta y busca subirse para escapar. Yo le abro la puerta del lado del acompañante y le digo: “Vamos que mi mamá está tirada”. Y el me dice: “Sí, ahí, vamos”. Iba caminando a los tumbos, como que estaba en pedo, y yo lo empecé a empujar hasta donde estaba mi mamá. Ahí se arrimó toda la gente, cayó una chata del Comando Radioeléctrico, empezaron a levantar datos: los míos, los de mi mamá y los del muchacho; y los pasaban a la base, o sea, a la comisaría; y de la comisaría le avisan que tengan cuidado que el muchacho era gendarme. A las doce y media, a mi mamá se la lleva la ambulancia del Sies al Heca. Yo me quedo en el lugar del accidente para ver que la Policía haga todo lo que tenía que hacer; pero al final no hizo nada. Me quedé ahí como hasta las una y no vino perito a sacar fotos, no secuestraron el auto, no se lo llevaron preso al loco, desapareció la bicicleta de mi mamá; y, bueno, cuando le empiezan a tomar los datos, cae una chata de Gendarmería y saludan al loco y a los acompañantes.

—Iba con acompañantes…
—Él iba solo, iba corriendo picada con otro auto, que también eran dos gendarmes y se habían dado a la fuga; pero a ellos los siguió a una chata, los alcanzó, los frenó y los llevó hasta donde fue el accidente. Después, nos pidieron a todos que nos vayamos. Se reían en nuestras caras. La gente, indignada, les decía: “Nosotros les pagamos el sueldo para nos cuiden y ustedes nos vienen a chocar. Ustedes nos matan”. Y se reían en la cara los mismos gendarmes. Nos pidieron a todos que nos fuéramos y, de ahí, me fui derecho para el Heca.

—¿Y tu mamá cómo estaba?
—Mi mamá tenía un corte en la cabeza y golpes por todo el cuerpo: la espalda, los codos, las rodillas, las manos. Tenía todo raspado. A las siete de la mañana le dieron el alta; pero tuvimos que esperar hasta las diez, porque no había personal médico. Cuando voy a buscar los papeles el alta médica, la radiografía, todo eso, me dijeron que volviera el lunes, porque no había personal de Administración por el feriado; y, a todo esto, a las nueve vinieron dos policías, que me pidieron el número de documento de mi mamá.

—¿Y vos el lunes empezaste los trámites de denuncia?
—El lunes fui a Fiscalía a ver si estaba radicada la denuncia; pero me dijeron que no y me mandaron a la Seccional 19, que era donde tenía que estar. Voy a la 19 a pedir la denuncia y me dijeron que ya había sido derivada a la mañana temprano a Fiscalía por un cadete. Vuelvo a Fiscalía y la denuncia no estaba. Nunca apareció. Y la bicicleta de mi mamá tampoco.

—¿Cómo seguiste a partir de ese día?
—Desde ese día, ando en movimiento para ver qué se puede hacer, buscando abogado para que empiecen a mover los papeles y se haga algo. Volví a ir a la comisaría a buscar la denuncia; pero no estaba y hasta ahora no puedo hacer nada, porque voy a Fiscalía y me tienen a las vueltas, voy a Tribunales y me tienen a las vueltas. Una abogada me dijo que había que hacer un papel para que a mi mamá la revise un médico forense y haga la notificación de las lecciones; pero en Fiscalía me dijeron que no se podía, que no la podía revisar nadie si yo no tenía la denuncia; y hasta ahora el único papel que tengo es el del Heca. Nada más.

—Para ustedes el cirujeo es su único modo de vida.
—Sí, yo ando sin trabajo. Mi mamá también. Ella iba a limpiar una casa, una o dos veces por semana, y la chica le tiraba una moneda, por ahí le daba mercadería. Ahora no puede ir.

Pruebas

“De los gendarmes no supe más nada. Pero tenemos la patente del auto y hay gente que sacó fotos del auto y un testigo tiene el video de cómo la Policía le cambió la rueda del auto al gendarme. Además, en una radio de la zona estaban despidiendo el año y había mucha gente que vio todo”, asegura Leonel.

Fuente: El Eslabón

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