Foto: Javier García Alfaro.
Foto: Javier García Alfaro.

La decisión de Lifschitz de unificar los comicios comunales con las nacionales tensiona al Frente Progresista. Y pone a prueba la capacidad de la UCR de doblarse sin llegar a una fractura expuesta. Un escenario novedoso que, sin embargo, tiene antecedentes. Las legislativas de 2017 y sus efectos sobre el lejano 2019.

La unificación de la fecha de las elecciones provinciales del próximo año con el calendario nacional pondrá a prueba la capacidad de doblez sin quiebre de la UCR santafesina. O dicho de otro modo, su elasticidad político-electoral. Parirá, a la vez, un nuevo escenario y mantendrá la intriga sobre el futuro del Frente Progresista hasta la hora de cierre de presentación de las coaliciones electorales.    

La decisión del gobernador Miguel Lifschitz de hacer coincidir ambos comicios –en la provincia se renueva la mitad de los concejos deliberantes y un puñado de intendencias, y a nivel nacional 9 diputados ídem- crea un escenario que en la previa luce incómodo para el radicalismo, que en Santa Fe adoptó la determinación de acompañar al PRO en las boletas de Cambiemos para las elecciones legislativas nacionales y mantener su alianza con el Partido Socialista en los comicios locales.

La incomodidad radica en que ambas convocatorias a las urnas se producirán el mismo día: el segundo domingo de agosto para las primarias (Paso) y el cuarto de octubre para las generales. Lo que permitirá distinguir una elección de otra es, sin embargo, la utilización de diferentes sistemas electorales. Boleta única en el caso de las provinciales, boleta tradicional para diputados nacionales.

La facultad para unificar o desdoblar el calendario electoral está reservada al gobernador en la Constitución santafesina. Lifschitz la ejerció la última semana del año con la convocatoria mediante un decreto. Su comunicación oficial se hizo a través de un escueto comunicado de prensa, de apenas tres párrafos. Como quien no quiere la cosa.

Pero esa decisión no era menor. El sector de la UCR santafesina que integra con orgullo la alianza Cambiemos prefería que los comicios se desdoblaran.

Por un lado, están las elecciones para concejales e intendentes, en las que podía compartir boletas con el socialismo y las demás fuerzas del Frente Progresista Cívico y Social, como hace más de 20 años. Y, antes o después, hacer campaña junto a los candidatos del PRO para seleccionar nueve diputados al Congreso nacional.

Como cabe a buenos radicales –fervorosos luchadores de batallas intestinas- el sector del NEO (Nuevo Espacio Organizado) promovió públicamente la unificación de los calendarios electorales para poner en evidencia el doble juego de sus correligionarios, representados por el intendente de la ciudad de Santa Fe, José Corral, y el diputado nacional Mario Barletta, ambos del grupo Universidad, referenciado así por la larga pertenencia del último a los claustros de la Universidad Nacional del Litoral.

A dos puntas

Tras la difusión de la decisión de Lifschitz, Corral ratificó que su partido “a nivel nacional” va “a acompañar al presidente (Mauricio) Macri”, a la vez que va a “constituir en la provincia las listas de Cambiemos” para los comicios a través de los cuales se van a renovar 9 bancas en la Cámara de Diputados de la Nación.

Sin embargo, en declaraciones a la prensa rosarina, Corral dijo que en la ciudad que gobierna podría mantenerse la alianza con el socialismo, donde, como en el resto de la provincia, se renovarán la mitad de las bancas de concejales.

“En Santa Fe iríamos como Frente Progresista, pero convocando a diversos sectores que quieran sumarse”, dijo.

El titular de la UCR santafesina, el diputado provincial Julián Galdeano, presionó en la previa para que Lifschitz resolviera de un modo distinto del que, finalmente, hizo.

“Hablamos de la necesidad e inteligencia de separar una elección local ligada, por ejemplo, a las realidades de cada ciudad de la provincia, de los que serán unos comicios nacionales muy polarizados entre el oficialismo y la oposición. Así lo definimos en el FPCyS”, dijo Galdeano en declaraciones a LT8, a principios de noviembre.

Y avanzó sobre una posible partición frentista: “Si hay una decisión en otro sentido, sí correría mucho riesgo el Frente Progresista. Los radicales tenemos la obligación de respetar nuestra organización nacional partidaria y eso (por la elección unificada) nos condicionaría mucho”.

La presión no obtuvo el efecto deseado y Lifschitz terció en favor de aquellos radicales que con más ahínco ponen sus fichas en el Frente Progresista. Dos de ellos, por caso, integran el gabinete provincial: el vicegobernador Carlos Fascendini y el ministro de Seguridad, Maximiliano Pullaro, ambos militantes del NEO.

¿Se rompe?

El diario Clarín leyó en el decreto del gobernador el certificado de defunción del Frente Progresista. Tituló: “Unifican las elecciones en Santa Fe para 2017 y se rompe el frente oficialista”.

Como suele suceder –dramáticamente- en ese medio, el contenido de sus artículos no refleja –y a veces hasta desmiente o contraría- el titular. La nota suscripta por Salvador Sales señala en su interior que Corral “salió al cruce” de Lifschitz y declaró que “en los comicios nacionales no habrá Frente Progresista Cívico y Social”.

Palabras que el periodista interpretó como “confirmando que la alianza que tienen a nivel local el socialismo y el radicalismo (entre otros integrantes) habría llegado a su fin”. Ya el verbo en potencial le resta, valga la redundancia, potencia al taxativo título.

La especulación del diario editado en la Capital Federal no es más que, justamente, una especulación. Los dados arrojados al aire sin saber qué caras quedarán hacia arriba. Con un título tremendista, claro.

Salvo para los prestidigitadores, es difícil o imposible adivinar lo que efectivamente ocurrirá con el Frente Progresista en los comicios de medio término de 2017. No se juegan cargos ejecutivos, lo cual permite relajar un poco el músculo. Como antecedente, hay que señalar que no será la primera vez que radicales y socialistas concurran a las urnas en boletas separadas a nivel nacional, manteniendo el entendimiento santafesino que desde 2007 gobierna la provincia. Entonces se dobló, pero no se rompió. Sin embargo, el doble juego radical será evidente en el mismo turno electoral, si es que eso ocurre.

Los candidatos a diputados del Frente Progresista harán campaña criticando a Cambiemos, en cuyas listas estarán sus aliados radicales del Frente Progresista.

Hipotéticamente, en un mismo acto proselitista los postulantes a concejales del radicalismo deberían exaltar las cualidades del gobierno de Lifschitz, y taparse los oídos cuando le llegue el turno de hacer uso de la palabra al candidato a diputado del Frente, obligado a diferenciarse del oficialismo nacional. Un sancocho.

La inquietante pregunta es: ¿Le sirve a alguien la ruptura? Sí, al PRO, que el año pasado estuvo a un tris de arrebatarle al socialismo la Gobernación con la flaca candidatura de Miguel Del Sel. Y, con el radicalismo a la par, podría ver crecer sus chances en el lejano horizonte del 2019. Tal vez, también, al peronismo santafesino, que vería debilitado al oficialismo provincial, aunque el PJ debería resolver previamente sus debilidades internas, caracterizadas fundamentalmente por su actual estructura insular sin una conducción indiscutible.

Para radicales y socialistas, una ruptura representa más riesgos que posibilidades de un futuro políticamente venturoso. Pero, como en la cancha se ven los pingos, será el transcurso de 2017 y la capacidad de negociación y flexibilidad de ambas partes de la sociedad la que determine el resultado final.

Ni el Frente Progresista está terminado, como adelantó el título de Clarín, ni su supervivencia garantizada de antemano. Es factible pensar que tanto el PS como la UCR buscarán el modo de mantener la coalición mediante la aplicación de una política de reducción de daños que les permita continuar juntos luego de los comicios de agosto y octubre. Para los del partido de la rosa roja esa necesidad, parece ahora, es más acuciante que para los de las boinas blancas.

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