A propósito de la reedición de Chechechela, su única novela publicada, el director, dramaturgo, actor y docente Mirko Buchin charló con el eslabón sobre toda una vida dedicada a los escenarios.
Mientras habla de su último viaje a Europa, cuando visitó Croacia (de ahí vienen los Buchín) Mirko parece estar poniendo los pies sobre las piedras del Adriático. Después se pone a hablar de su carrera, de su vida, y podría estar así horas y horas pero no por los años, sino por la intensidad. “Yo soy un viejo de 85 pero parezco un joven de 84”, dice y se ríe mientras sigue envidiablemente el hilo de la conversación que, como su Chechechela, lleva a lugares impensados para volver a tiempo y con toda precisión, al punto de partida. Y arrancamos. “Yo me considero auto excomulgado de la iglesia católica porque cuando tenía doce años leí casi toda la biblioteca de mi pueblo y me enteré que la iglesia decía que si yo leía las novelas de Anatole France o de Emilio Zola era pecado mortal y me iba al infierno. Y yo me dije, si eso es cierto, si ese dios existe, no quiero tener nada que ver con él. Y elegí leer”.
Mirko Buchin nació en J.B. Molina, al sur de la provincia de Santa Fe, pero sus estudios y su carrera la hizo principalmente en Rosario, y Buenos Aires. Es actor, director, dramaturgo, docente y escritor. A lo largo de su vida recibió numerosos premios por sus obras y puso en escena musicales como Fama, y clásicos como Robin Hood, Shakespeare, y Lorca. Fue el primero en hacer obras de Ionesco en Rosario y también El Canillita. “Conseguí la partitura de la música de Cayetano Silva que usó Florencio Sánchez cuando la estrenó. Se la di a Néstor Mosoni que estaba en Pro Musica y él la grabó. Cayetano Silva es el autor de la Marcha de San Lorenzo y muy amigo del vino tinto. Yo estrené El Canillita en Lavarden, la hice durante tres años y no recibí ni una crítica. Al salir de una función había un matrimonio grande que me estaba esperando y me dijeron: «Le queremos agradecer porque nosotros somos bisnietos o tataranietos de Cayetano Silva y nunca habíamos escuchado la música de nuestros antepasados». Y fue hermoso. Porque además es una música hermosísima: tiene olor a glicinas, a patio de conventillo”.
Los mejores recuerdos de Mirko sobre las tablas están en la intimidad anónima y discreta con su público, sus alumnos, sus colegas. “Lo más lindo del teatro es cuando vos lográs que pase algo con el público. Cuando lográs el silencio necesario, cuando lográs la carcajada”. Amante del cine y la literatura del siglo XIX, Mirko recomienda fervientemente la lectura de Stendhal, de Zola, de Tolstoi. “Lo que tienen los clásicos es que cada generación hace una lectura propia”, reflexiona.
“Alguna vez alguien me preguntó: ¿no te desilusiona Rosario? Y le dije que no, porque nunca esperé nada. Nunca esperé nada de nadie”. Después de hablar largo y tendido de Chechechela, la novela que se reeditó en 2016, Mirko contó que todavía tiene otra inédita. “Yo no sé golpear puertas. Nunca he pedido subsidios ni municipal, ni provincial, ni nacional. En una obra decíamos: «No queremos que nuestras locuras sean pagadas con los impuestos de todos los ciudadanos»”. Y sonríe.
―¿Cuándo apareció tu amor por el teatro?
―Mi primera aparición en teatro fue a los 5 ó 6 años. Fue en un circo en Godoy, el pueblo de mi madre. Era un circo de pista, de primera y segunda parte, que era maravilloso. Yo estaba mirando la obra y apareció un hombre pidiendo a un chico del público para hacer un número chiquito y mi tía dijo: «agarre a aquel chico que está en la punta». Me dijeron que tenia que hacer del hijo de una viuda o de un hijo adulterino y que cuando me pregunten qué quería ser cuando sea grande tenía que decir: «yo quiero fumar como mi papá». Entonces empezó el acto y yo estaba detrás del decorado, a un costado del escenario, con una señora que me traía de la mano. Ella se hablaba con otra que estaba totalmente vestida de negro, esperando al otro lado del telón. Todo por señas y se morían de risa. Entonces la de negro entra a escena: yo la veo que entra, y cuando entra se tira en un sillón y se larga a llorar como una descosida. No sé quién era, pero eso me marcó, ver a esa mujer que se reía y cuando entró al escenario de golpe se largó a llorar. Eso es el teatro.
―¿Qué rol disfrutás más en el teatro?
―Disfruto todo. He hecho de todo. Dirigí, fui dirigido, hice luces, escenografía. También he hecho coreografías; traducí obras del extranjero, he cantado zarzuela en La verbena de las Palomas, e hice el personaje principal, Don Hilarión, y con una orquesta de músicos profesionales. Yo les decía, «cómo voy a cantar con ustedes» y ellos me decían que ningún cantante lo iba a hacer mejor que yo, porque más que cantarlo, había que actuar. Y la verdad es que fue un personaje muy ovacionado.
―¿Vas a ver teatro rosarino en la actualidad?
―No voy al teatro porque todo se hace de noche. Además el teatro actual es puro stand up. Hay gente que empieza con el stand up. Yo vi unipersonales, viajé a Buenos Aires, pero a verlo a Vittorio Gassman cuando recién al final de su carrera actúa solo en el escenario, y vos estás viendo a un monstruo extraordinario. Hoy estás vos hablando de tu madre, de tus hijos o de tu sexualidad. No se si viste la película El Vestidor con ese actor monstruoso que es Albert Finney. Hay un momento cuando está con la hija muerta en los brazos, como el Rey Lear, y lamenta que nunca más la va a volver a ver y dice «never, never, never». La forma en que dice esos 3 never todavía los tengo en la oreja y la vi dos veces hace 15 años. No hay nada que pueda suplantar eso. Hay que usar la palabra dramáticamente. Para mí, la palabra es lo fundamental en el teatro. Pero no cualquier palabra, la palabra dramática.
―¿Cómo se define la palabra dramáticamente?
―Es la palabra que esté preñada de acción. La palabra que genera cosas. Algunos dicen que hay que empezar a trabajar una escena desde la acción, pero desconocen que todo parte de la palabra. A veces la palabra es una novela visualizada en el teatro, pero no es teatro porque no hay acción y otras veces es un espectáculo gimnástico, porque los personajes se mueven, pero no accionan. Es diferente el movimiento de la acción. Si vos actuás y un director te dice «acá te movés por el escenario», andate, no sabe nada.
―¿Qué clásicos te gustó dirigir, actuar o poner en escena?
―Así es si os parece de Luigi Pirandello en una hermosa sala que ya no está más, donde están los tribunales por calle Entre Ríos. También me encantó hacer Yerma de Lorca. Cuando me preguntaron por qué hice Yerma, expliqué que porque era una obra que no entendía y la única manera de entenderla era actuándola. Una vez un tipo me felicitó, me dijo que cuando se enteró que la íbamos a hacer dijo «qué mierda van a meter Yerma en Amigos del arte», y vos lo hiciste.
―¿Y cuál sería el teatro que más le gusta a Mirko?
―A mi me gusta de todo y siempre me criticaron. Cuando hice Ionesco dijeron claro a Mirko le gusta el teatro extranjero. Cuando hice sainete dijeron eso es teatro viejo, a nadie le gusta. Cuando hice absurdo todos estaban con las obras de Roberto Cossa. Y así. Soy como un lobo estepario.
―Y de tus obras, ¿cuál es la que más querés?
―Creo que Por simpatía, que fue premio Argentores a la comedia del año. La hicieron en Mendoza como casi todas mis obras, pero también la hizo una compañía en Chaco. El protagonista es un maquinista de un teatro que se encuentra en la calle con una chica que hace mucho que no ve. La invita a ver una obra y después de la función la lleva a conocer el escenario, donde transcurre toda la obra. Los maquinistas del teatro en Chaco estaban emocionados y agradecidos porque era la primera vez que un maquinista aparecía en un escenario.
Así que Chechechela
En 1971 la editora de Barral, desde Barcelona, vino a decirle a Mirko que tenía que publicar Chechechela. Mirko había concursado con la novela, pero quedó afuera del certamen por no cumplir con el requisito de extensión máxima. “Ella me dijo: «no entró técnicamente a concurso pero decidí leerla. Y es una novela que cuando tu la cojes no puedes dejarla hasta que termine»”. Mirko sigue contando la anécdota y casi se pone colorado imitando a su editora: “«Se la di a Gabo y a Mario y dijeron que debía ser editada y que si hubiera entrado a concurso, tu ganabas el premio». Para mí Gabo era García Marquez y Mario, Vargas Llosa”. Y salió Chechechela.
―¿Cómo se te ocurrió construir este personaje?
―“La habiamos llevado a mi hija Mariana cuando tenía dos años al concurso de disfraces «Mascaritas Infantiles» que organizaba la Municipalidad en la Rural. No la llevamos a que concursara pero como era verano, fuimos a tomar aire entre los eucaliptus. Lo que yo vi ahí, lo que hacían y decían las madres, ¡los disfraces que había!. Cuando volví a casa dije, esto lo tengo que contar. Y empecé a escribir.
Después me puse a releer y dije no, esta es la visión de un tipo que hizo unas cuantas materias en Letras en la universidad. Yo tengo que contarlo como si fuera una de esas mujeres y me salió lo de Celia, que le decían Chela, y che Chela, y che Chechela, «y no sé donde va a terminar mi sobrenombre cuando sea una vieja de 35 años», como dice ella”.
―¿La volviste a leer?
―Sí, y cuando llego al final, lloro. Cuando salió la novela en 1971 me escribió una carta Angélica Gorodischer y me decía que la había comprado en el centro, que la iba leyendo en el ómnibus y que la gente la miraba porque ella se reía como loca a carcajadas y llegó a su casa y mientras cocinaba para sus hijos, que eran chicos en ese momento, dice «en una mano tenía el libro, con la otra revolvía la olla y con un pie espantaba a mis hijos que me querían sacar el libro para ver de qué me reía tanto». Lo terminó de leer, se lo dio a sus hijos y les dijo: «Ojo, es una novela triste».
Adriana
16/01/2017 en 9:34
Genio u figura.
adhemarprincipiano
16/01/2017 en 16:06
Un inmenso saludo quien nos deleito y asombro con su teatro, en san nicolas, en aquellos tiempos de «rumbo». CHAU.
Coqui
19/01/2017 en 15:09
Ciudadano ilustre de Rosario!!!
Amado y adorado profesor!! La Coqui
Silvina
20/01/2017 en 8:51
Mi primer maestro. Abrazo genio!
Ismael
20/01/2017 en 15:00
Genio!!!
Aldana Moriconi
20/01/2017 en 23:07
Mi querido Profesor Mirko ! lo queremos y admiramos profundamente. Qué hermosa nota !
Valeria López Lamolla
21/01/2017 en 5:44
Mirko querido…mi maestro. ..Gran Maestro…yo me traje a tu Chechechela al Col.legi de Teatre de Barcelona…y es tan grande., que superó las barreras del idioma y llegó al corazón de quienes la escucharon…Me gustaría que pudieras leer esto…Gracias por todo!!te recuerdo siempre!