Beatriz Vignoli

DAF es una novela nómade y mítica de la ciudad. Su génesis se remonta a principios de los noventa, cuando su primer capítulo apareció en una contratapa de Rosario|12 hace exactamente 25 años. El resto se fue construyendo en el tiempo, a lo largo de toda la década en diversas publicaciones. Incluso tuvo una primera publicación, ya en formato novela, que circuló por internet hasta que adquirió la forma de libro en 2014, junto con Nadie sabe adónde va la noche y Reality, que publicó el sello Bajo la luna ese mismo año. Los tres títulos son de Beatriz Vignoli, escritora, poeta, periodista, reseñista, crítica de arte y traductora rosarina. Si bien están a la venta en librerías de la ciudad, hoy son parte de los combos “Compre Vignoli”, un sistema de ventas que impulsó hace muy poquito la propia autora, a fin de establecer un vínculo directo con el público lector. “Te llega directo a tu casa, firmado y dedicado”, contó Vignoli a el eslabón, cuando impulsó este nuevo sistema para difundir no sólo las obras de esta escritora sino la de varios autores de Rosario y la región.

Atopia, que significa no-lugar, es la ciudad donde ruedan o deambulan los personajes de estas tres ficciones de Vignoli (Es imposible pero podría mentirte también transcurre en esta aldea ficticia).  DAF es el acrónimo de Deficiente Aptitud Física, el diagnóstico para los jóvenes que zafaban del servicio militar, y de Malvinas. También es el nombre de la banda de rock sinfónico y progresivo de Droopy, el General, alias Sila y Dadá, el protagonista de esta historia. Led Zeppelin, Yes, los Stone, Genesis, Queen, Emerson Lake and Palmer, Floyd y los Pistols son las bandas legendarias que hacen al sound track de la novela. Abundan las referencias, las citas textuales y los parafraseos de las canciones que se funden en el canto rodado y de largo aliento de la prosa a la que la autora nos tiene acostumbrados. Lírica y juguetona, la impronta de Vignoli como poeta está en la apuesta a hacerle decir al lenguaje lo que ella quiere, y burlarse del sentido para hacerlo estallar en un juego de metáforas infinitas. Dar vuelta las palabras como un guante, porque “sentido es anagrama de destino”, y además darle rienda suelta a la metonimia, que es la mejor forma en la que se desplaza el deseo. También aparecen las películas de la época Easy Rider (En busca de mi destino), y las revistas del momento, como el Expreso Imaginario. Por otra parte, Atopia se puebla de las imágenes y los sitios rosarinos de la época. Por ejemplo, los protagonistas se abren paso entre el glitter nocturno de las rubias de Fisherton o los “Travoltitas del subdesarrollo que han dejado sus almas en el guardarropas”, en la pista de L’Heritage. Aventura nocturna y adolescente que los devuelve una y otra vez a los antros de los pooles y los garages donde ensayan punteos, solos y zapadas que nunca serán elepé.  Si en los ‘80 porteños en Anhedonia no pasaba nada, “nada más que el tren”; acá en Atopia  tampoco pasa nada, salvo el tiempo.

En una entrevista que le hicieron en la revista Tónica, la autora contó que en varios capítulos de DAF aparecen poemas y escritos suyos que se remontan a su adolescencia, a principios de los ochenta, justo donde empieza la historia de estos jóvenes que pertenecen a “la generación inútil”, según la propia Vignoli. “Generación inútil, invisible. Tan desaparecida que nadie nos reclama. Y ni siquiera hizo falta morir: bastó con no hacer ruido”.

Los Ni-Ni de los ochentas. La generación del “entre”. No son ex presos políticos ni desaparecidos, ni héroes, ni caídos en Malvinas. No son los jóvenes de la generación X, o de la MTV: son los fantasmagóricos chicos que se ocultaron en la niebla post dictadura para sobrevivir en su propio mundo limbo, del que se despertaron una década después, en el menemato de la desocupación y los oficios de changarines, siendo viejos a los veintipico. En el medio, los personajes se debaten en una resistencia forjada en el derrotismo, la melancolía de lo que no fueron y la reclusión, la de una generación socializada en la resaca del miedo y el no future. “Se nos fue la vida en boludeces, loco”, resonga Droopy, con resignación. Porque serán perdedores pero son hermosos, y nuestros.

 

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