Este sábado 18, el cantante rosarino muestra en la terraza de Lavardén, El Futuro, su segundo álbum. “Persigo una nueva manera de hacer un rock local”, dice, y promete una trilogía de su obra.

Ya años antes del comienzo del nuevo siglo, uno se podía cruzar con Pablo Jubany y su particular estilo, en alguna esquina del centro o caminando por alguna de las peatonales, avenidas o bulevares. Sólo conocíamos su fisonomía: su delgadez escultural, su maquillaje, su pilcha, y su andar oscuro y elegante. Todo eso acompañado de un halo de misterio que despertaba un show de curiosas miradas.

Con el tiempo, Jubany comenzó a hacerse aún más presente en la esfera pública, en reductos nocturnos, escenarios, programas de radios y tevé; y hasta animandose a los debates de Plan A en torno al uso y consumo de la marihuana. Y rindiendo culto a la obra de David Bowie.

A pesar de su exposición y elocuencia, el músico se confiesa tímido con la gente que no conoce, aunque admite que la noche y algunos excesos lo curaron. Pero la relación con el público es un aspecto que viene analizando en función de su proyecto artístico reciente: las ediciones de La espera (2014) y El Futuro (2016).

“La vocación por dialogar o imponer lo mío frente al público, estuvo siempre. Lo que ocurrió es que me fuí dando cuenta de que las herramientas de imposición que necesitaba eran distintas”, afirma Jubany en una charla con el eslabón, en la previa del show que dará junto a su banda, y a Tiago y Los Pájaros, el próximo sábado 18 de febrero, a las 21.30, en la terraza de Plataforma Lavardén.

—¿Tu primer show fue en Lavardén?
—Sí, comencé mi proyecto solista en ese lugar, en el año 2000. No sé si era más espontáneo, pero siempre me costó el hacer. En ese momento, los métodos eran distintos, tenía la idea de que una letra no era importante. Siempre escuché música en inglés, algo que estudié de chico, pero estaba tan fascinado con la música que tenía pensado que la letrística era algo menor, secundario, y esa lógica la aplicaba a mi música. Y entonces escribía cualquier cosa.

—¿Primaba lo estético por sobre el resto?
—No sé si siempre estaba primero, lo que siempre me pasó es que me divierte más subir al escenario a cantar los temas que hacerlos. En ese momento ya era así, aunque el nivel de cuidado era menor en la cadena de producción. Había una mayor dedicación por la estética musical, y no hablo sólo de la ropa. Por ejemplo, yo quería una sonoridad parecida a Los Smiths, entonces armaba un arreglo de guitarra parecido y arriba, bueno, le cantaba algo. Mi capricho era la estética sonora, hacer primero el arreglo antes que el tema. Después entendí, y dije: «Estos tipos tiene un particular cuidado por escribir canciones buenas». Por eso daba resultado, y por eso da resultado en mí ahora.

—¿Nunca renegaste del público?
—No, para nada. Siempre quise el éxito, y acá estamos. No sé si lo quise tanto, pero nunca le hice asco. De todas maneras, hubo un momento en que hice un quiebre, fue como una epifanía. Me di cuenta que había que dedicarle a la sustancia de la canción, otro esfuerzo y dedicación. Hasta el 2008, siempre canté con músicos muy buenos, y siempre cante más o menos igual, técnicamente. Y siempre tuve este énfasis de una presentación ampulosa, pero la devolución no tenía la apreciación de hoy.

El laberinto hacia un nuevo rock local

Pablo es hijo del poeta, letrista y dramaturgo Miguel Jubany, que lleva adelante desde hace décadas, en Radio Nacional, Un país llamado Tango. Difusor del género, amante de la música y un confeso peronista, a mediados de los 80 llevó a Pablo al cine a ver Laberinto, aquel filme que tenía a David Bowie en el papel de un villano fascinante. Al salir de la sala, el mundo nunca volvió a ser igual para Pablo. Con los años se fue metiendo de lleno en la obra del Duque Blanco, e inclinó sus apetencias musicales y artísticas al rock inglés y al glam, algo que lo alejó de las rutas argentinas del rock vernáculo.

“Yo me di cuenta -y esto puede sonar ambicioso y completamente inmodesto-, que tenía que encontrar una nueva manera de hacer un rock local. Al ser tan inculto en el rock nacional, escuché de grande los discos de Soda y Charly, y más por una cuestión antropológica. Entonces, por esta cosa tan atravesada, rara, de no haberme criado con algo que forma parte del Adn de la mayoría de las personas que van a terminar escuchándome, es que tenía que buscar una manera distinta de llegar. Como una tercera posición, algo bien peronista, que no fuera la traducción de lo que escuché toda la vida porque no tenía ningún apego a la realidad nuestra, ni tampoco hacer una sátira del rock nacional. Entonces hubo que generar una especie de nuevo lenguaje, una variante que sea funcional a lo mío y que interpele al público más inmediato.

El tiempo en su lugar

Jubany le encontró la vuelta, el código, los procesos, y tomó el rumbo deseado. Para eso estudió el camino, traspasó puertas y ventanas, y se guió encendido por esa misma estrella que evoca en el tema El Futuro. Demoró lo que venía e inventó un estado latente.
“Cuando planeamos esta serie de discos, El Futuro tenía en ese momento una temática que se podía entender aunque contenía un tono demasiado agresivo en algunos aspectos. Y por eso nació La Espera, que se creó con esta misma capacidad de poder interpelar y enfatizar pero en una función más contemplativa. Fue una especulación que estuvo correcta, porque eso fue lo que pasó con La Espera: es una producción más modesta. Estos temas generaron una apreciación más en la crítica que en el público, y nosotros necesitábamos eso. Teníamos 10 años encima, pero no teníamos de donde agarrarnos. Entonces salimos con algo que pretendía cimentar de alguna manera una reputación para mí, como autor, y temas como Ella no entiende nada, Traidores, Designios, que son buenos temas dentro de nuestro repertorio.
Durante 8 años escribí los temas de La Espera. Y cuando terminamos, dijimos: «Vamos hacer estos temas que teníamos, que son más rockeros y poperos, y vayamos por un mejor audio». Necesitábamos una banda con trayectoria previa y con una aprobación mayor, para que no sea tan chocante todo el concepto sobre el rock. Que un chanta como yo, hable del estrellato sin ningún antecedente al respecto, sería insoportable.

Foto: Andrés Macera
Foto: Andrés Macera

El Futuro y después

Mientras prepara el show del sábado 18 de febrero en Lavardén, junto a Tiago y Los Pájaros, Jubany adelanta una trilogía que se cerrará con el próximo disco. Apenas adelanta su idea de coronar, por un lado a la guitarra, elemento esencial del rock, y por el otro a un entramado de violines, como una manera de sintetizar los dos primeros discos. Pero aclara que, en realidad, nada tiene todavía: “Me cuesta muchísimo escribir. Pasó mucho tiempo con la hoja en blanco, lo pienso mucho, hasta que aparece. Es una cosa que me demanda un grado de confección que no es una práctica para nada habitual en mí”.
Luego de un tiempo, asegura, le gustaría seguir el legado de Bowie: “Me gustaría hacer un cuarto disco de jazz, por ejemplo, y un quinto disco de rock duro. En cierta medida tener esa versatilidad que tuvieron Bowie y músicos como Charly García, acá en Argentina”.

—Pero ahí te la vas a tener que ver con tu público…
—Sí, por eso creo que la banda está en un periodo de siembra, para cosechar un público para traicionar (risas). O, por lo menos, para desafiar. Esa, creo que es una definición bastante más acertada de cuál es mi idea”.

 

EL FUTURO, JUBANY (VIDEO)

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