El ilegítimo presidente de Brasil, Michel Temer, cercado por la Justicia y repudiado por su pueblo, solo se mantiene en su cargo –y con mucha dificultad– porque una menguante parte del establishment quiere que termine de hacer el trabajo sucio que le encomendó. Más precisamente, debe lograr que se aprueben la flexibilización laboral y la reforma del sistema de jubilaciones y pensiones.
Son dos proyectos retrógrados, que quitan derechos a la ciudadanía. Dos ajustes brutales que siguen los manuales del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Hace rato que están trabados en el Parlamento y esta semana la flexibilización laboral tuvo un serio revés en el Senado porque un legislador del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), aliado de Temer, le votó en contra y el proyecto no salió.
Temer no logra hacer aprobar la flexibilización laboral, para la que necesita mayoría simple en el Parlamento. Más difícil todavía, acaso imposible, le va a resultar tener los votos necesarios para aprobar el proyecto de reforma previsional que requiere de una enmienda constitucional para la cual es necesaria una mayoría especial.
Por eso muchos aliados que hasta la semana pasada lo acompañaban, ya abandonaron el barco, y los problemas entre el PSDB y el partido de Temer, el Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), son cada vez más graves.
No son buenos días para el bloque dominante. Se espera que la huelga del 30 de junio sea todavía más multitudinaria que la del 29 de abril.
La Comisión de Asuntos Sociales del Senado rechazó por diez votos a nueve el proyecto del oficialismo presentado por Ricardo Ferraco del PSDB, principal aliado del PMDB del presidente Temer.
El proyecto vencedor fue presentado por el ex sindicalista Paulo Paim, del Partido de los Trabajadores (PT), que también es quien lleva la voz cantante de la oposición frente al otro proyecto por el que viene batallando el establishment: la reforma previsional.
Paim argumentó que la flexibilización laboral aumentará la desocupación, que ya supera los 14 millones de trabajadores. “Esto fue una victoria del pueblo brasileño” conmemoró Paim al final de la sesión, mientras se escuchaba el ya tradicional grito “Fuera Temer” en el recinto del Senado.
Mientras la alianza política mostraba su fractura expuesta, en la city de San Pablo el mercado expresaba su preocupación. La Bolsa de Valores se desplomó más del dos por ciento y el dólar creció el 1,4 por ciento.
La propuesta pretendidamente “modernizadora”, según la publicidad oficial, es de hecho un “atraso”, señaló la Central Única de los Trabajadores (CUT). Eleva a 12 horas la jornada laboral, con lo cual atrasa el reloj de la historia cien años. Permite que mujeres embarazadas trabajen en fábricas sin condiciones sanitarias. Y habilita que en cada empresa se firmen acuerdos con sus empleados por fuera de lo establecido en las negociaciones entre sindicatos y patrones.
La reforma previsional propone establecer 65 años como edad mínima (para ambos sexos) para tener acceso a la jubilación, y un mínimo de 25 años de servicios para aspirar a ese derecho.
“El capital financiero internacional tiene profundo interés en que la reforma sea aprobada en Brasil, porque servirá de modelo de precarización” para otros países, explicó Marcos Lisboa, secretario de Relaciones Internacionales de la CUT, y miembro de la Organización Internacional del Trabajo, que la semana pasada cuestionó la normativa, según reprodujo el diario Página 12.
El pueblo vuelve a salir a la calle el 30 de junio
Las centrales sindicales de Brasil convocaron a una huelga general para el 30 de junio, en rechazo a la reforma laboral y jubilatoria, y para exigir la renuncia del presidente de facto Temer.
Además de la CUT, la Central General de los Trabajadores de Brasil, la Central de los Sindicatos Brasileños, la Central Sindical y Popular, la Central de los Trabajadores y de las Trabajadoras de Brasil, la Fuerza Sindical, la Intersindical Central de la Clase Trabajadora, la Nueva Central Sindical de Trabajadores, la Pública Central del Servidor y la Unión General de los Trabajadores, también anunciaron la adhesión a la huelga general.
Más de 40 millones de personas de diversos sectores participaron en la última huelga realizada en Brasil el pasado 29 de abril.
Fuente: El Eslabón