En el populoso barrio La Lagunita del sudoeste rosarino, un centro cultural –que se inició con clases de boxeo que se dictaban en el modesto living de una casa– hoy le da contención a 250 pibes y pibas que asisten a los distintos talleres que allí se brindan.

Nelson Mansilla recibe a los enviados de el eslabón con una amplia sonrisa, la misma con la que se despedirá casi una hora después. Este joven es uno de los grandes responsables de que funcione, en Perú 3652, el Centro Cultural La Gloriosa, espacio que alberga a cientos de vecinos y vecinas que asisten diariamente a los talleres de guitarra, computación, alfabetización para mayores, apoyo escolar, cumbia cruzada y por supuesto boxeo.

“El Centro Cultural nació hace unos 4 años, por la necesidad que teníamos los pibes del barrio de tener un lugar de encuentro, un lugar de participación y donde nos sintiéramos identificados”, suelta de entrada Nelson, y rememora: “Acá había instituciones de la Municipalidad pero que en muchos aspectos era selectivo el ingreso de los pibes del barrio, así que con 10, 12 compañeros que militamos en el Movimiento Evita y en la JP Evita, construimos en el living de mi casa, que era de 2 x 2, un pequeño gimnasio y comenzamos a dictar clases de boxeo. Así empezó todo”.

Golpe por golpe

Foto: Andrés Macera

La pasión por el deporte de los guantes la trae de pibe Nelson. “Yo arranqué a los 12 porque no me gustaba y no me atraía el fútbol, pero sí el boxeo. Entrenaba en Apolo Boxing Club, en Cabín 9, y ahí llegué a hacer algunas peleas”, cuenta en la vereda de La Gloriosa y frente a interminables paredones en los que predominan ampliamente las pintadas rojinegras, no sólo de la JP Evita, sino –y sobre todo– de Newell’s. “Después recorrí varios gimnasios, un mes iba a uno, después arrancaba en otro y así. El problema es que eran espacios donde te cobraban y además tenías que comprarte tus vendas, guantes. Y con la pobreza en la que vivíamos acá en la Lagunita se nos hacía imposible pagar por mes, así que teníamos que abandonar obligadamente. Por eso también terminé dejando”.

“En el barrio hay pibes que jugando al fútbol han llegado a Primera División”, aclara Nelson, y cita el caso de Ezequiel Chimi Ávila, que milita en San Lorenzo de Almagro y que supo vestir la de Tiro Federal. “Así que los de madera éramos nosotros nomás”, admite entre risas, pero se pone serio y afirma: “Acá, muchos pibes encontraron su lugar de pertenencia y su protagonismo”.

Para justificar la elección del boxeo, para dar los primeros pasos (o piñas) de lo que hoy es un lugar referencial de La Lagunita, Mansilla sostiene: “El boxeo es un deporte popular y varios pibes ya venían practicando en un gimnasio que había en el barrio. Cuando cierra ese gimnasio, quedaron muchos pibes a la deriva, que no encontraban espacio en los lugares habilitados, porque no los dejaban ingresar, porque teníamos gorrita o por distintas cuestiones de ese tipo. Así que colgamos unas bolsas de boxeo, conseguimos un par de guantes y arrancamos. Al principio éramos 6 y hoy somos 30, la gran mayoría chicas”.

“Los profes, al principio, éramos los pibes con más experiencia. Yo que tenía 12 peleas, había otros que habían peleado 6. Pero hoy en día sí tenemos profesores. Nosotros publicamos nuestras actividades en las redes sociales y hay mucha gente a la que les gustó la onda de sacar a los pibes de la calle con talleres culturales y deportivos, y así se fueron sumando”.

Hoy entrenan, y le pegan a las bolsas que cuelgan del techo, aproximadamente 30 chicos, de los cuales el 70 por ciento son mujeres. Las edades van desde los 12 hasta los 30, o más, y los días de práctica son los lunes y los jueves de 17 a 21. “La inscripción es absolutamente gratuita”, se encarga de remarcar Nelson, pero aclara: “Hay guantes y vendas, pero si pueden traer muchísimo mejor”.

El ahora ex púgil asegura que en La Gloriosa hay “4 ó 5 promesas” con futuro arriba del ring, pero aclara: “Por el momento es sólo recreativo, pero le estamos metiendo duro a la gimnasia y ya hay pibes y pibas que podrían estar federados”.

Por los principios sociales

Foto: Andrés Macera

La necesidad de los jóvenes –y los no tan jóvenes– de esa barriada, más el sentido de pertenencia que le dan al espacio, permitieron que las actividades no se queden sólo en el deporte de los golpes, que hoy se mezcla con clases alfabetización, computación, guitarra, teatro, apoyo escolar y cumbia cruzada. “Los que vienen acá están muy comprometidos con todo esto, llegan antes, acomodan las cosas y ordenan porque saben que después comienzan los otros talleres”, se enorgullece el mayor impulsor de esa movida que hoy se transformó en centro cultural, y subraya que “son talleres muy completos porque te enseñan desde prender una PC, hacer tu propia página web y te dan herramientas para buscar trabajo”.

Además, agrega que la idea es ampliar el abanico de deportes con un equipo de fútbol (masculino y femenino) y uno de voley, ya que disponen de una red. “Para ese tenemos las herramientas pero faltan compañeros que se quieran sumar”, invita Nelson, y recuerda: “El año pasado hicimos Deporte y Cultura por la Dignidad en el que participamos más de 8 barrios de zona oeste y llevamos nuestro reclamo a la Municipalidad para pedir kit deportivos y que incentiven a los centros culturales de barrio”.

A la charla se suma Jerónimo Almoguera, el profe de alfabetización, que lleva adelante el programa cubano Yo sí puedo. “Era algo que yo lo venía pensando y lo quería llevar a cabo. Hicimos un relevamiento en el barrio de al lado y esa necesidad la tenía mucha gente. Ahora estamos con la primera etapa, que es con las personas cercanas al lugar. La idea es que cuando terminemos con este proyecto que se da en un mes, ir al Cañaveral para poder traer esa gente acá o abrir un punto allá, para empezar con el trabajo en el barrio. Allá la situación es más compleja, porque la Lagunita es un barrio, pero el Cañaveral no, es un asentamiento”, aporta.

En ese gran pequeño lugar de la calle Perú conviven bolsas de box, computadoras, una biblioteca, música de fondo y cuadros peronistas que ilustran las paredes. Y sobre todo, una inmensa cantidad de pibes y pibas jugando, bailando, revoloteando, mateando, charlando, riendo. “Acá es todo a pulmón. Nos mantenemos económicamente haciendo actividades, rifas, y sobre todo con la solidaridad de los vecinos”, remarca Mansilla, y aprovecha para adelantar el lanzamiento, en breve, de la revista Periferia: “Los viernes trabajamos en la revista que coordinamos con los pibes de la campaña de violencia institucional. Ahí laburan chicos con experiencia en los medios. La idea es reflejar el relato de los pibes del barrio, que cuenten su historia, porque los barrios de la periferia de Rosario están muy estigmatizados, tanto por la sociedad como por los medios, y por eso queremos mostrar que acá no hay sólo droga y delincuencia”.

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