Con un 60 por ciento de su población atravesada por la actividad, el pueblo de 6000 habitantes se ha declarado en “emergencia” por el impacto de la apertura de la economía que destruye las empresas y el trabajo local.
Combine caída abrupta del consumo y apertura indiscriminada de las importaciones –condimente con otros factores que no son menores: tarifazos, contrabando y tures de compras en países– y tendrá como resultado la angustia que abate a la comuna de Acebal, de seis mil habitantes y a casi 50 kilómetros de Rosario, cuya economía depende fundamentalmente de su jaqueada industria del calzado. Ahora, trasládese a otras ciudades de la provincia o del país y tendrá sus réplicas en otros sectores –pensemos, por caso, en Cañada de Gómez y sus muebles–, como consecuencia del daño deliberado, sostenido y con visos de irreversibilidad de la política de económica del gobierno de Mauricio Macri.
Entonces, la sensación que deja Acebal este martes al mediodía –con la desolación acentuada por la baja temperatura y el receso escolar–, cuando emprendemos el regreso a Rosario, es la de estar transitando el lento (o no tan lento) adiós a una comunidad estructurada en base a una industria, que ha definido una identidad local, a partir de emprendedores, de matriceros que diseñaban sus máquinas a medida, pequeños talleres familiares que participaban del proceso productivo y de otros rubros complementarios. Como resultado de ello, los niveles de empleo y su correlato en el consumo permitían el funcionamiento de los comercios y de otras ramas fabriles.
Ahora, todo eso está en decadencia y con la amenaza de una debacle; y eso se palpa en el humor del pueblo.
A principios de mes algunos productores locales, que ya venían anticipando la crisis desde hacía más de un año, sufrieron un duro golpe. En la feria nacional del sector –realizada en Córdoba– donde se concretan las mayores transacciones de la temporada, prácticamente no pudieron colocar sus zapatos. El malestar hizo que el jefe comunal, Daniel Siliano –hombre del sector y nieto del creador de la primera fábrica de calzado del pueblo–, redoblara sus esfuerzos para dar visibilidad a una crisis, que amenaza con precipitar el cierre de plantas y dejar un tendal de despedidos.
En Acebal están radicadas treinta y cinco de las ciento cuarenta fábricas de calzado de la provincia, pero la industria involucra a otros actores. “Están los talleres de aparados, donde se cose la parte superior de los productos; la fábrica de cajas de cartón; los comisionistas que embalan y llevan a Rosario a despachar en las empresas de transporte; el viajante que sale a vender a los clientes; y el que hace las máquinas: acá hay matriceros, torneros”, detalla Siliano.
Como es lógico, la retracción impacta en toda la economía de la localidad. “El comerciante también lo está sintiendo, porque no tiene las ventas de antes. Les han bajado un 50 por ciento”, afirma el jefe comunal, quien ya venía anticipando lo que iba a suceder.
“Hace un año lo llamamos a (el ministro de la Producción, Luis) Contigiani para que venga y le explicamos la situación. Nosotros estábamos conscientes de lo que iba a pasar, porque no se renovaban contratos de trabajo, las horas extras desaparecían y se estaban dando vacaciones anticipadas”, recuerda Siliano, quien también alertó sobre la situación en marzo último y una vez más lo hizo a principios de este mes, luego del revés sufrido en la feria del sector. “Además, salieron los viajantes y tampoco vendieron”, agrega y amplía la idea: “En el comienzo de la temporada, se vende para la mitad de la misma y se completa con algunas otras salidas. Pero no se vendió nada. Las fábricas se armaron para construir quinientos, ochocientos pares por día y hoy tiene que construir 120. ¿Cómo sostienen a los empleados? De esa manera es imposible”.
No hay expectativas
Al ingresar por el portón de Acebalplast se ve una pancarta con la leyenda “Basta de contrabando. Unidos”, que Alejandro Cali, dueño de la fábrica, llevó a la movilización de días atrás.
La planta de Acebalplast, empresa fundada en 2009, ocupa 600 metros cuadradros y se dedica a la producción de bases para ojotas. Entre 2010 y 2014 sus máquinas trabajaron las 24 horas ininterrumpidas; en la actualidad, la actividad se redujo a la mitad: sus once –hasta no hace mucho eran dieciséis– empleados cubren dos turnos de seis horas, utilizando solo tres máquinas.
“No hay expectativas. No vendemos ni bueno, ni bonito, ni barato”, dice Alejandro y alerta: “Si no hay cambio de política, si no hay consumo interno, si no controlan el contrabando y la importación, esto se agrava en noviembre y diciembre”.
Las palabras del empresario dan cuenta de que, más allá de su voluntad, la suerte del sector no depende de ellos sino del rumbo de la economía nacional. De hecho, comenta que no hace mucho había adquirido el terreno continuo a su planta –de una superficie similar– porque pensaba expandirse, cuestión que ahora escapa a sus planes, así como también la posibilidad de tomar créditos para crecer: “Con las condiciones actuales, eso sería un salvavidas de plomo”. Y lo lamentable que lo suyo no es incertidumbre, es la casi convicción de que la situación empeorará y que lo más grave son las fuentes de trabajo que están en riesgo.
En el interior de la planta, el personal trabaja en un silencio pesado, despojado de ese entusiasmo fabril que genera el despliegue físico. “Hay mal humor en el pueblo. A ellos no les alcanza el sueldo”, dice Cali y alerta sobre el impacto que podrían tener los despidos en toda la comunidad: “Un empleado en la calle no consume”.
Cuando se le consulta a Siliano, sobre la crisis actual en relación a otras etapas de la historia reciente, el jefe comunal dice que algunos empresarios la ven peor que lo sucedido en 2001. “Aquello fue muy duro, yo estuve a punto de perder el galpón donde tenía toda la fábrica instalada, pero algunos están diciendo que esto es más grave. Es más profundo. Es algo más de fondo”.
Luego, coincide en el diagnóstico de Cali: “Si no hay un cambio en la economía, si no se frena la importación, muchas fábricas van a desaparecer”
Acciones
Lo que ocurre en Acebal –que este sábado cumplía 127 años de su fundación– es interesante para pensar cuáles son los alcances, responsabilidades y posibilidades de intervención de los gobiernos locales y provinciales frente a políticas económicas de la Nación; así como también permite juzgar el grado de involucramiento de intendentes, jefes comunales y legisladores de distintos niveles.
En ese sentido, el jefe comunal, Daniel Siliano, ha sido parte activa de la movilización del pasado 13 de julio en la plaza del pueblo, donde confluyeron los fabricantes, trabajadores y vecinos de Acebal.
El impacto de la protesta pareció acelerar las respuestas. “Surgieron algunas propuestas: la Provincia va a dar un subsidio de tres mil pesos para los operarios, que son alrededor de 150; y también va a haber un Repro Express (n. del r: ayuda para pagar sueldos que llega de Nación) también de tres mil, por seis meses. Después, va a haber un fondo rotatorio que va a llegar a la Comuna, que nosotros tenemos que controlar y coordinar, y que es para las pequeñas empresas o talleres de aparados para que de alguna manera se puedan sostener”, cuenta Siliano. Por su parte, la Comuna declaró la emergencia de la industria del calzado y, así, eximió del pago del derecho de registro de inspección (DREI) a los fabricantes. “No es mucho, pero es una señal nada más que estamos dando”, explica su titular.
Por cierto, la crisis del calzado es de alcance nacional y en la provincia no solo ha afectado a Acebal, tiempo atrás la padecieron Alcorta y otras localidades del sur. De ahí que, días atrás, el senador Omar Perotti presentó en la Cámara Alta un proyecto, a través del cual le pide a la Nación que adopte medidas para proteger la industria del calzado, en atención a preocupantes indicadores sobre reducción de la producción –estimado en un 11,2 por ciento entre 2015 y 2016– y de las exportaciones; y “una suba de importaciones a nivel nacional del 36 por ciento interanual solo en el primer cuatrimestre de 2017, y que en Santa Fe, en los últimos dos años, se registró un aumento de importaciones en este sector cercano al 86 por ciento”, según se fundamenta en su propuesta parlamentaria.
La proximidad y las particularidades del conflicto
Como no puede ser de otra manera, el problema atraviesa la cotidianeidad de Acebal y define el estado de ánimo de su gente. Las relaciones de proximidad en una comunidad de seis mil habitantes generan otro tipo de relaciones entre patrones y empleados, quienes residen en el lugar –comparten el club, los bares y las celebraciones locales– y deben procurarse allí los medios para subsistir.
Por eso, el problema involucra a todos los vecinos y, entonces, no extrañó que la movilización del jueves 13 mostrar al pueblo unido en defensa de su industria y de los puestos de trabajo, lo que parece mostrar que la situación no se plantea, al menos hasta el momento, como un conflicto entre patrones y trabajadores.
“Es un pueblo de seis mil habitantes. Somos conocidos de toda la vida y tener que enfrentarlos y decirles ‘te tengo que echar” es muy difícil”, dice el jefe comunal Siliano y agregará: “Lo que valoro más es la unión de los fabricantes y eso nos llena de orgullo”.
Por su parte, Alejandro Cali, titular de Acebalplast tampoco imagina como salida iniciar una saga de despidos. “¿Cómo puedo echar a alguien? Estamos juntos desde hace años, nos vemos todos los días en el pueblo. ¿Con qué cara los voy a mirar”, explica el empresario.
La palabra de los fabricantes de calzado
El jueves de la semana pasada autoridades de la localidad, empresarios, trabajadores y familias enteras se manifestaron frente a la Comuna de Acebal para denunciar la dura situación que atraviesa la industria vital para el pueblo de 6000 habitantes, por la cual el presidente comunal, Daniel Siliano, decretó la emergencia del sector y debió suspender impuestos comunales. En ese marco, los fabricantes de calzado de Acebal describieron en un texto la desesperación que los atraviesa.
“Somos un pueblo de aproximadamente 6000 habitantes en el que se encuentran radicadas unas 35 fábricas de calzados, por los que dependen no sólo los operarios de estas, sino también talleres de aparado (costura a máquina), mujeres que aparan a façón y costura a mano”, señalaron los fabricantes. “Dentro de nuestra industria encontramos Pymes, micros y empresas familiares de las cuales muchas se han tecnificado y se producen calzado de muy buena calidad”, destacaron.
En su escrito, los fabricantes contaron que “los días 2, 3 y 4 de julio se realizó en Córdoba la exposición de calzado EXICAL a la cual concurrieron varios fabricantes como lo vienen haciendo hace varios años” y que “esa feria es un poco el termómetro de lo que será la próxima temporada, por el volumen de ventas”. “Pero este año lamentablemente han regresado con las manos vacías y hoy casi no hay pedidos para trabajar”, añadieron.
“Nuestro pueblo vive y se nutre de este rubro dado que también dependen fabricas de cajas, talleres mecánicos, comisionistas, comercios y demás”, explicaron, para luego apuntar contra “la falta de consumo, la importación desmedida y el contrabando de calzado”.
“Por todo esto es que hemos decidido comenzar una lucha. Pero atención, esto no es una lucha partidaria, tampoco una lucha del gremio contra los empresarios, es una lucha del pueblo para mantener las fuentes de trabajo y el bienestar general”, concluye el texto.